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Corro escaleras abajo como una loca a la que le ha dado algo. No puedo esperar más. La impaciencia me corroe de los pies a la cabeza. Solo he querido acabar las clases para que llegara este momento.
─ Te vas a caer por las escaleras con tanta prisa. Aún falta una hora para que llegue ─ me dice mi madre súper tranquila.
─ No puedo quedarme quieta. Estoy muy nerviosa.
─ ¿Quieres una tila, cielo? A ver si cuando lo veas te vas a volver una salvaje por la emoción.
─ Mamá, no soy un animal. Sé controlarme. Solo que aquí en casa, puedo desahogarme.
─ Vale ─ dice con una sonrisa.

Me siento en el sofá a esperar a que llegue la hora. Miro cada uno de los canales que hay en la televisión pero ninguno me atrae tanto como para captar mi atención de lleno. Estoy muy alterada y solo tengo en el pensamiento nuestro reencuentro. Es una de esas situaciones por la que has esperado como un año entero y al fin llega el día.

Han pasado casi dos años desde que estuvo aquí y por fin, va a volver. La primera vez que vino fue con sus padres por un viaje que hicieron. Nos conocimos porque la casa que alquilaron para pasar las dos semanas de vacaciones era la que está a la izquierda de la nuestra. Yo pensaba que eran nuevos vecinos y me llevé un buen chasco cuando me dijo que se tenía que ir y que probablemente no volvería más.
Hemos estado en contacto desde entonces. Hacemos videollamadas, nos llamamos cuando podemos y hablamos por mensajes. Es un poco difícil porque su horario no es el mismo que el mío y son solo unas pocas horas en las que los dos estamos despiertos en ambos sitios. Pero, como regalo por haber terminado el instituto, sus padres le han pagado un viaje a donde él quisiera y sin vacilar, les dijo que quería volver aquí. Así que, al fin vamos a poder vernos otra vez en persona y no me puede hacer más feliz. A veces las mejores amistades no son de donde vives o de tu propio instituto, sino que pueden estar a miles de kilómetros y demostrar que su amistad vale la pena.

Cambio el peso de mi cuerpo de una pierna a otra y no paro de morderme las uñas, un mal hábito que tengo. Mi madre me pega un manotazo para que pare.
─ Estás muy fea cuando lo haces. ¿Quieres que lo primero que vea sea a ti haciendo eso? ─me regaña.
Niego con la cabeza pero no le contesto porque tengo la garganta seca de los nervios.
La espera se me hace eterna.
Al fin, anuncian que su vuelo acaba de aterrizar. Mi adrenalina se dispara y de tantos nervios me duele hasta la barriga. Mis ojos están clavados en las puertas por donde él tiene que aparecer. Muchas personas comienzan a salir por ellas y como si tuviera vista de águila, lo busco desesperada.
Es verdad que me podrían llamar obsesiva y loca por mi comportamiento pero cuando sientes una amistad tan fuerte como la que tenemos y encima que no hayamos podido vernos en 730 días y que dentro de unos minutos vayamos a acortar hasta el 0 los kilómetros que nos han separado, sería bastante normal.

Cuando veo su cabellera asomar entre la multitud, corro hacia él como si fuera Flash. Él se da cuenta de que soy yo la que va como una bala hacia él y suelta la maleta que lleva en una mano para abrir los brazos con el fin de acogerme. Desafortunadamente, me como el suelo por un tropiezo con una maleta de una señora que no había visto antes de poder llegar a él. De la emoción no me he fijado ni siquiera por dónde iba. Menos mal que me ha dado tiempo a poner las manos para evitar daños de la caída.
Escucho una risa que se acerca a mí.
─ Has hecho la aparición del siglo ─ dice aún riéndose a carcajadas.
─ Estaba planeado ─ miento.
─ Has hecho reír a muchas personas, sobre todo a mí.
─ ¿Eso es lo primero que me vas a decir al verme?
─ No, tonta.
Como si yo fuera un peluche, me abraza fuertemente.
─ Te he echado de menos. Apenas pude dormir anoche de la emoción ─me susurra.
─ Yo tampoco. Esta mañana a las 5 am ya estaba despierta.
─ Me parece increíble que pueda tocarte ─ me dice mientras me da con su dedo en mi mejilla izquierda como si yo fuera un muñeco ─. Has crecido un poco pero sigues siendo igual de torpe.
─ Siempre hay cosas que no cambian. Por ejemplo, tú sigues riéndote de mí. En vez de ayudarme a levantarme, te has partido el culo.
─ Para eso están los amigos ─ ríe de nuevo, seguramente al recordar mi caída.

THE BOYZ ❁ཻུ۪۪ imagina ❁ཻུ۪۪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora