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deobiis

La luna se sitúa en lo más alto del cielo y es la única iluminación de la noche. Debí haberme ido con Hwall cuando pude, pero no, yo tenía que recoger hasta la última flor. A veces mi testarudez me pasa factura. Miro el extenso campo ahora vacío, sin rastro de alguna persona salvo yo y un escalofrío me recorre el cuerpo.
Me pongo en marcha para volver a mi casa, una estructura de mediano tamaño hecho de piedra donde mis padres y yo hacemos nuestra vida.
Sigo el camino de grava que lleva a la aldea, el cual discurre por mitad del bosque. Todos esos cuentos acerca de seres mágicos terroríficos acuden a mi cabeza sin yo quererlo y aumenta mi miedo. Miro hacia todos lados a cada segundo con todos mis sentidos activados al máximo para oír o sentir cualquier cosa fuera de lo normal y tener tiempo para salir corriendo. En estos momentos me arrepiento por no haberme ido cuando el sol aún bañaba el cielo. Menos mal que la luna llena ilumina mi camino porque no tengo nada de luz con lo que pueda alumbrarme.

Me falta la mitad del sendero para llegar cuando un grito escalofriante rompe el silencio de la noche y hace que me estremezca

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Me falta la mitad del sendero para llegar cuando un grito escalofriante rompe el silencio de la noche y hace que me estremezca. Me quedo quieta en el sitio mirando de reojo a mi alrededor porque ese sonido no ha ocurrido muy lejos de donde estoy. Por el rabillo del ojo derecho percibo movimiento entre unos arbustos a unos metros de mí. Estoy paralizada. Quiero echar a correr pero mi cuerpo no responde. Un sudor frío me recorre la sien. Callada para escuchar bien, oigo quejidos procedentes de ese lugar. Doy unos pasos hacia atrás por si sea lo que sea que esté ahí salta o se abalanza sobre mí.
Decidida a salir por patas, algo capta mi atención y me hace detenerme. No veo bien el lugar donde se encuentra porque está todo muy oscuro pero puedo vislumbrar a duras penas una crin blanca como las perlas. Me quedo embobada intentando ver mejor pero esa visión solo dura menos de dos segundos, antes de escuchar a alguien pedir auxilio.
─ A-ayuda... ─ dice una voz débil y cansada.
No sé qué hacer. ¿Y si es alguien en peligro de verdad?¿Y si es una trampa de alguno de esos seres tenebrosos?
La voz vuelve a decir lo mismo. Transmite urgencia.
─ ¿Quién hay ahí? ─ se me ocurre decir.
─ Ayúdame, por favor ─ vuelve a decir a duras penas ─. Estoy atrapado. No puedo salir.
Yo me debato entre qué hacer.
─ No me queda mucho tiempo ─ dice.
Me llamo tonta una y otra vez mientras que mis pasos precavidos y lentos se dirigen al lugar de donde viene esa voz. Si acabo muerta, me lo merezco por ser tan estúpida. Pero al menos tendré la conciencia limpia de no haber dejado a una persona a merced de los males que acechan durante la noche.

Intento acostumbrar mis ojos a la oscuridad en la que está sumido el bosque debido a que las copas de los árboles no dejan pasar ni un rayo de luna, a diferencia del sendero que está totalmente despejado. A medida que me acerco, los pequeños ruidos y gruñidos son más perceptibles pero ello me ayuda a saber a dónde tengo que dirigirme.
En un punto, sé que tengo delante a quien sea porque lo percibo y los sonidos que emite me lo confirman. Mis ojos se han hecho a la falta de luz y puedo ver la silueta de alguien tumbado en el suelo.
─ ¿Estás herido? ─ le pregunto aún temerosa.
─ Me he enganchado el pie en algo ─ dice. Su voz es masculina y por su tono deduzco que es joven.
Me quedo donde estoy por miedo a acercarme más.
─ No te haré daño si me ayudas.
El "si" me pone los pelos de punta, ¿entonces si no le ayudo pretende matarme o herirme?
Sin esperar una respuesta a mis preguntas, acorto con precaución la distancia y dirijo mis manos al lugar donde creo que están sus pies. Sin embargo, me equivoco porque él redirige mis manos hacia la dirección contraria. Su tacto sobre mis muñecas podría definirse como lo más suave que alguien puede tocar, aún más que la seda.
Toco su pierna y bajo hasta donde se supone que están sus pies. Al llegar, en uno de ellos mis manos se llenan de alguna sustancia, en el cual algo fuerte de hierro tiene atrapado uno de sus tobillos. Cuando lo toco, él emite un gemido de dolor. Por el tacto deduzco que es una trampa de esas que ponen los aldeanos para cazar.
─ Intentaré quitártelo ─ le digo, aunque no me responde.
Busco los dos extremos del cepo y tiro para abrirlo con el fin de que deje libre su pierna. No obstante, no tengo la suficiente fuerza y los dientes de hierro que tiene la trampa se me clavan en los dedos. Lo intento otra vez poniendo todo mi empeño en ello y consigo abrirlo lo justo para que pueda liberarse.
Sin dar las gracias ni despedirse, el chico sale corriendo cojeando pero tan rápido (como puede) que apenas me da tiempo a decirle algo o intentar pararlo. La trampa de cepo tiene que haberle dejado una herida lo bastante profunda como para que ni siquiera pueda apoyarlo en el suelo y si no se cura pronto podría infectarse y convertirse en algo peor. Además, en vez de dirigirse hacia la aldea para pedir ayuda, se ha adentrado más en el horrible bosque.

THE BOYZ ❁ཻུ۪۪ imagina ❁ཻུ۪۪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora