Capítulo 12

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El timbre del teléfono lo apartó por un momento de lo que estaba haciendo.

—¿Diga?...

—Hola, Jaime...

Le hablaba Roberto Epiluz, su jefe directo.

—Don Pablo quiere reunirse con todos nosotros a las diez en punto en la sala de juntas.

Eso era dentro de media hora.

—Comunícalo a todas las personas de tu equipo.

Enseguida supo que ocurría algo especial. Don Pablo siempre convocaba a sus colaboradores con un día o dos de antelación, y esta vez lo hacía sólo con media hora; además, todos los que participaban en una reunión recibían anticipadamente el orden del día, pero en esta ocasión nadie sabía para qué los reunía. También era algo excepcional que convocara a todo el personal de la oficina.

Se dirigió a la sala donde trabajaban las personas que dependían de él y les comunicó la convocatoria. Enseguida quisieron saber la razón de la reunión.

—Os lo aseguro, sé tanto como vosotros, es decir, nada, pero dentro de muy poco saldremos de dudas...

—Igual es que quiere comunicarnos que va a subirnos el sueldo... —dijo uno de ellos en plan de guasa.

—Y no se atreve a hacerlo sin preguntárnoslo —añadió otro.

—Si nos reúne, seguro que es para bajárnoslo —dijo Jaime para terminar el tema con una chanza antes de regresar a su despacho.

Pese a las bromas, aquella reunión lo preocupaba.

Cuando pasó por delante del despacho de Mendizábal entró para ver si sabía algo sobre aquella misteriosa convocatoria.

—¿Te han comentado ya lo de la reunión?

—Hace un segundo...

—¿Tienes idea de qué va?

—Ni la más mínima, pero seguro que pasa algo...

Mientras que a Jaime le preocupaba lo que don Pablo les iba a decir en aquella reunión convocada sorpresivamente, a Juan Mendizabal no le importaba en absoluto y no paró de hablarle del apartamento que hacía poco había comprado en Port D'Aro.

—Tienes que venir un día. Te gustará.

—Seguro que sí —dijo, procurando no comprometerse—. En aquel momento no estaba para aquellas cosas.

—Bueno, será mejor que vayamos pasando a la sala. Es casi la hora...

—Sí, vamos.

Cuando llegaron ya había gente sentada en las sillas adicionales que los conserjes habían colocado por toda la sala. A Jaime le inquietaba pensar que «Vigilant» había sido descubierto y que don Pablo los había reunido por ese motivo, pero no tardó en decirse que ese temor carecía de fundamento porque en el supuesto de que lo hubieran encontrado, lo inteligente era no decir nada, dejar que la persona que lo había colocado se confiara y seguir investigando.

Era imposible que a través de «Vigilant» se pudiera llegar hasta él, pero en abstracto siempre existía la posibilidad de que eso ocurriera porque no podía descartarse que no hubiera un punto débil en el sistema de seguridad que había diseñado y que aprovechando esa rendija, por pequeña que fuera, alguien lograra colarse. Trató de calmarse.

el peso de la nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora