Se levantó, se arregló y fue a la cocina para prepararse el desayuno que tomaba todos los días antes de ir a la universidad: un bol de leche con cereales, algo energético, fácil y rápido de preparar.
Había dormido poco y mal porque no pudo sofocar en toda la noche el incendio emocional que le había causado la experiencia vivida con Amanda. Y junto a esa emoción, también lo había mantenido en un duermevela el temor de que ella quisiera poner fin a algo que tan sólo se había iniciado, pero que ya era lo más importante de su vida.
Estaba terminando su desayuno cuando Amanda entró en la cocina. Fue la primera en hablar:
—Creía que ya te habías ido...
Tan solo imaginar que había intentado evitarlo le produjo un gran dolor.
—Siempre me voy un poco antes de las ocho, lo que pasa es que a esa hora todavía duermes...
Jaime la observó. Llevaba el pelo algo revuelto y la misma camisola de dormir de la noche anterior. Sin maquillaje parecía otra persona, más pálida, más desdibujada, más joven, perdía algo de su seguridad, pero a Jaime le pareció preciosa y sintió el deseo de abrazarla.
Antes de volver a hablar, Amanda lo miró fijamente y pareció interpretar sus pensamientos.
—No quería que me vieras así...
—¿Cómo? —preguntó sin entender.
—Sin arreglar...
Para Jaime aquellas palabras fueron como sentir el calor del sol en una mañana de invierno. ¡A ella la preocupaba lo que él pudiera pensar si la veía sin arreglar! Sin sus zapatos de tacón, Amanda era bastante más baja que él. La atrajo con suavidad, y ella no opuso resistencia.
—¿Has dormido bien?
—La verdad es que no... ¿Y tú?
—Estaba muy nervioso, no paraba de pensar...
—¿En qué? —Amanda sabía la respuesta, pero deseaba oírla de de sus labios.
Antes de contestar, Jaime pudo observar como su pecho, casi al descubierto, se agitaba inquieto siguiendo el ritmo de su respiración.
—¿No lo sabes? ¿En qué podía pensar?
—Dímelo tú.
—Pensaba... En ti...
—¿Y eso no te dejaba dormir?
—Eso no me deja vivir...
La estrechó un poco más hasta que sintió el contacto de sus senos, su aliento mezclándose con el suyo y el irrefrenable deseo de apropiarse de aquellos labios que se encontraban tan cerca de los suyos.
—¿Y tú...? —le preguntó.
Ella refugió la cabeza en su pecho.
—¿Has dormido bien? —insistió.
—No...
—¿Por qué? ¿También pensabas en mí?
La voz de Amanda se volvió tan grave que pareció salir del fondo de una gruta profunda y húmeda.
—Si ya lo sabes, ¿por qué quieres que te lo diga?
—Porque prefiero oírlo de ti a imaginármelo y porque tengo miedo.
—¿Miedo?... ¿De qué?...
Trató de ser sincero:
—De mi tío... Y de ti...
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el peso de la nada
RandomEn esta historia, como si de un cóctel ideal se tratara, el autor mezcla ternura, amor, sexo, ambición, éxito, fracaso, obsesión, temor, angustia, reflexión, trascendencia... ¿El resultado? ¡TE ATRAPARÁ!