Era más de media tarde cuando sonó el teléfono de su despacho. Era Helena.
—Jaime, en la línea exterior tengo a un tal Héctor Ballester que dice conocerte y que quiere hablar contigo... ¿Te lo paso?
—¿Héctor Ballester?... —En un primer momento, no supo de quién se trataba.
Viéndolo dudar, Helena procuró ayudarlo:
—Me ha dicho que se trata de un tema particular.
Como un destello, una recuerdo se abrió paso en su mente: ¡Héctor Ballester era la pareja de Amanda! Había transcurrido mucho tiempo desde que lo vio por primera vez en el entierro de su tío, pero desde aquel encuentro no había sabido más de él, ni de ella.
—¿Quieres hablar con él? —insistió Helena.
Jaime se demoró en contestar porque se entretuvo unos segundos tratando de adivinar cuál podía ser el motivo de aquella llamada sorpresiva y otros más en decidir la manera más conveniente de dirigirse a él. No deseaba mostrarse cercano, pero tampoco distante.
—¿Le digo que estás reunido?... —propuso Helena al ver que Jaime no le contestaba.
—No, pásamelo.
...
—¿Héctor?... —De la misma manera que una sola gota de angostura introduce en un aperitivo un suave amargor, el tono indiferente con el que Jaime pronunció el nombre de su interlocutor puso la equidistancia justa entre indiferencia e interés. Pero era sólo una pose, una especie de farol para ocultar su impaciencia por saber si el motivo de aquella llamada tenía algo que ver con Amanda.
Buenas tardes... Soy Héctor Ballester. ¿Te acuerdas de mí?
—Claro. Nos conocimos en el entierro de mi tío, pero de eso hace ya unos años —Ansiaba preguntarle por ella, pero se impuso no hacerlo.
—Necesitaría hablar contigo... —soltó de repente— ¿Tienes inconveniente en recibirme? —Era evidente que su pregunta se sustentaba en la sospecha de que Jaime podía tener sus razones para no tener el deseo de recibirlo; después de todo, Amanda siempre estaría en medio de los dos.
—¿Por qué iba a tenerlo? —dijo, tratando de disimular la frustración que le producía que Amanda fuera de él y no suya.
—No te quitaré mucho tiempo. Lo que tengo que decirte es cosa de unos pocos minutos... —dijo, tratando de minimizar la posible molestia.
—No te preocupes...
—Esta tarde estoy en Barcelona, si pudieras hacerme un hueco te lo agradecería, pero si no te va bien, yo me acomodaré a lo que tú me digas.
No era fácil saber lo que Héctor Ballester pretendía conseguir con aquella reunión. que a Jaime se le antojaba fuera de lugar. Mentalmente, repasó algunas posibilidades:
«Quiere que le facilite un contacto con alguien de mi entorno o la entrada en alguna empresa».
«Ofrecerme sus servicios empresariales».
«Pedirme dinero».
«Decirme algo relacionado con Amanda: explicarme que han roto su relación, que ella lo ha dejado, que se casan... ¡Qué sé yo!».
Como todo era posible, lo mejor era no perderse en especulaciones inútiles y esperar a que la entrevista que iban a mantener despejara todas las dudas.
—¿Dentro de una hora y media, a las siete, te va bien?... —propuso Jaime. No tenía intención de aplazar la reunión porque deseaba despejar aquella incógnita que cada vez estaba más convencido tenía que ver con Amanda. Ya no dejaba de pensar en ella.
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el peso de la nada
RandomEn esta historia, como si de un cóctel ideal se tratara, el autor mezcla ternura, amor, sexo, ambición, éxito, fracaso, obsesión, temor, angustia, reflexión, trascendencia... ¿El resultado? ¡TE ATRAPARÁ!