Se preparaba el desayuno cuando escuchó la noticia por la radio:
«Una mujer ha sido asesinada en la calle de Nena Casas de Barcelona. El conserje la encontró, ya sin vida, en el vestíbulo de la finca en el momento de incorporarse a su trabajo a las seis de la mañana.
La víctima, de unos cuarenta años, presentaba un boquete de grandes dimensiones en la parte izquierda del cuello. Todo hace pensar que le fue causado con el cuchillo que se encontró a su lado, manchado con su sangre Por las características de la herida y dado que la mujer yacía sobre un enorme charco de sangre, lo más probable es que la cuchillada le afectara la arteria carótida, por lo que es previsible que muriera desangrada en pocos minutos.
Se descarta que el móvil fuera el robo, ya que no le fue sustraído ningún objeto de valor...».
Enseguida lo invadió una sensación de mareo. Los circuitos por los que discurría su sangre se constriñeron por el fuerte impacto emocional, dificultando que ésta le llegara al cerebro con la normal fluidez. Jaime sabía que don Pablo vivía en la calle de Nena Casas, no era ningún secreto, de hecho, lo sabía todo el mundo en la oficina. ¡No podía ser otra persona! ¡Aquellos dos sinvergüenzas lo habían hecho! ¡Se la habían llevado por delante! Tuvo que inspirar profundamente varias veces y mojarse la cara con agua fría para recobrar el control de sí mismo.
En cuanto se recuperó mínimamente, tuvo la necesidad imperiosa de terminar de arreglarse e ir a la oficina y allí confirmar lo que había o no había sucedido. Por el camino, con la intención de aliviar su inquietud, acarició la posibilidad de que la mujer que habían encontrado muerta no fuera la esposa de don Pablo, que el crimen se hubiera perpetrado en otra casa de la misma calle, que... ¡Fantasías! Sería maravilloso que fuera así porque si no hubiera sucedido, estaría a tiempo de corregir dos tremendos errores que había cometido: el primero, instalar a «Vigilant» debajo de la mesa de la sala de juntas; el segundo, demorarse en denunciar a la policía lo que sabía. ¿Su falta de acción no lo hacía responsable de aquella muerte horrorosa e innecesaria? ¿Cómo conseguiría quitarse de encima el peso de aquella culpa? Enseguida supo que nunca lo lograría y que debería convivir con ella, enroscada en sus entrañas como una lombriz parásita, comiéndole el sosiego por siempre jamás.
Cuando llegó a la oficina el ambiente era diferente al de otros días por la mañana, la gente hablaba en los pasillos, formaba pequeños corrillos, se reunían en el cuartito habilitado como cafetería e iban y venían en medio de un ambiente de excitación y asombro.
Juan Mendizábal se acercó a él en cuanto lo vio.
—Te has enterado, ¿no?
—Sí. Esta mañana lo he escuchado por la radio...
—¡No me lo puedo creer! ¿Quién podía imaginar una cosa así?
—Pero ¿es seguro que se trata de ella?... —preguntó con la vana esperanza de que su amigo le dijera que la víctima no era la mujer de don Pablo.
—Desgraciadamente, es ella. Ya han llamado a Londres para darle la noticia a don Pablo...
—¿Está en Londres?
—Salió de viaje el domingo, tenía previsto pasar unos días allí para visitar la delegación.
Fue en aquel momento cuando Jaime comprendió lo que había pasado y cómo la mala suerte había jugado en su contra. Aquel maldito viaje era el causante de que su carta no llegara a manos de don Pablo en el momento oportuno para impedir lo que había sucedido.
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el peso de la nada
RandomEn esta historia, como si de un cóctel ideal se tratara, el autor mezcla ternura, amor, sexo, ambición, éxito, fracaso, obsesión, temor, angustia, reflexión, trascendencia... ¿El resultado? ¡TE ATRAPARÁ!