Capítulo 29 - Sentimientos a flor de piel

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El sol de Hawaii resplandecía sobre nuestras cabezas.

Aquel viaje era oportunidad para nuestros padres de "reconciliarnos", y no solo de eso, se las habían apañado para que Ethan y yo nos viéramos obligados a interactuar entre nosotros.

No más limusinas esperando en el aeropuerto, lujosa ropa, y nada de tarjetas de crédito ilimitado.

En su lugar llevábamos el dinero justo, ropa normal (cosa que agradecía) y un taxi que nos llevaba hasta el hotel de los padres de Ámber, la única cosa que no había cambiado en el viaje.

No me habría causado ninguna molestia haber renunciado a todas esas cosas, puesto que he vivido toda la vida sin ellas, pero la idea no sonaba también cuando se trataba de que Ethan y yo ya no podíamos hacer lo que quisiéramos por nuestra cuenta: debíamos hablar las cosas y analizar en qué gastarnos el dinero.

Nuestros padres nos habían dicho que también era una oportunidad para aprender a organizarnos económicamente, como unas personas normales.

No habíamos cruzado palabra en todo el viaje, ni siquiera en el taxi.

Yo estaba cansada de esta situación, hay mucha tensión entre nosotros, demasiada.

El taxista comienza a hablar con Ethan sobre quiénes éramos, ya que según él, le parecía haber visto nuestras caras en algún momento.

Yo pongo los ojos en blanco mientras oigo como Ethan finje ser una persona totalmente normal. Por lo que se ve, no tiene ganas de dar explicaciones a nadie.

El taxista nos lleva hasta el hotel a través de una carretera con vistas a la costa, por la que el camino se hace más llevadero con aquellos paisajes tan hermosos.

Cuando llegamos al hotel hacemos lo de siempre: ir a recepción, nos dan la llave, caminamos por el mismo pasillo que siempre...

Yo suspiro y me echo en la cama de la habitación.

Oigo a Ethan salir del baño: se había cambiado de ropa.

Llevaba una camiseta azul, unas bermudas color tierra y unas deportivas también azules.

Lo observo como camina hacia la puerta.

- ¿A dónde vas?- digo levantándome rápidamente e interponiéndome entre él y la puerta.

- A ti que te importa- dice él empujándome levemente para apartarme de la puerta - quítate Rachel.

- No hasta que me digas a dónde narices vas - contesto firmemente - no pienso dejarte salir con parte de nuestro único dinero para que lo gastes en cualquier cosa.

- Para tu información, yo no soy tan estúpido como tú - dice sacando una tarjeta de su bolsillo.

Yo me quedo paralizada

- Eres un imbécil- digo yo entrecerrando los ojos.

- Deberías agradecerme, tendrás más dinero para ti sola - dice él abriendo la puerta - quédate lo que nos dieron.

Él ríe sarcásticamente y sale de la habitación.

- Es un imbécil- susurro por lo bajo.

Me tiro en la cama durante unas horas a escuchar música en el móvil.

Comienzo a cantar algunas de mis canciones favoritas cuando las oigo sonar, mientras que me pinto las uñas.

De repente la puerta se abre y veo a un Ethan enfadado hablando por teléfono.

- ¡No soy un niño!- dice gritando justo antes de colgar el teléfono.

Este no dice nada y se tira al otro lado de la cama desesperado.

- ¿Qué pasa?- pregunto quitando la música.

- Solo tenemos ese dinero, definitivamente- dice él tirando la tarjeta al suelo- la han bloqueado en cuanto han detectado un movimiento.

- ¡Eres estúpido!- digo levantándome de un salto - podías haber retirado una cantidad importante de dinero como único movimiento antes de que te la bloquearan, y tú llegas y te gastas el dinero en una tontería.

Él se frota los ojos con desesperación.

- Yo puedo sobrevivir con poco dinero, no me voy a morir, siempre y cuando nos movamos por sitios más baratos claro, porque en esta zona el dinero no durará mucho - digo yo recogiendo todo lo que había encima de la mesa - lo digo por ti, tu estás acostumbrado a una vida de lujos.

- ¿Estás insinuando que no soy capaz de sobrevivir con ese dinero?- dice apretando los puños.

- Si, más bien lo estoy afirmando- digo alzando una ceja.

De repente se le ilumina la mirada.

- No me pueden quitar la tarjeta- dice emocionado-  yo también soy titular de la cuenta, una llamada y solucionado.

Yo ruedo los ojos y lo observo mientras habla por teléfono.

Su cara refleja cada vez mayor felicidad, por lo que supongo que le activan la tarjeta de nuevo.

Cuelga el teléfono y me mira sonriente.

- Listo- dice devolviendo la tarjeta a su billetera- Ámber me ha mandado un mensaje quiere que vayamos a una fiesta.

- No voy a ir, tengo el dinero justo- digo poniéndolo como excusa.

La realidad, es que pasaba de que todos me mirasen sintiendo pena mientras Ethan se enrollaba con otra.

- Oh vamos, puedes usar la tarjeta también- dice suspirando- no pienses que es mía, resulta que al estar casados todas mis cuentas son tuyas y también al revés, lo acabo de descubrir llamando.

- Pues yo poco tengo- digo riendo.

- Ingenua - dice él y yo me lo quedo mirando- tienes una cuenta de la casa real a tu nombre más grande que todas las de los ciudadanos de Hawaii sumadas.

Yo lo miro sorprendida.

- Qué injusticia- digo aterrorizada - cuando vuelva haré algo con ese dinero- digo pensando.

- Wow, nuestra primera conversación normal en un mes - dice aplaudiendo.

- Sí, nos hemos superado esta vez - digo irónicamente.

Él sonríe.

- Cómprate algo para la fiesta- dice lanzándome la tarjeta - Ámber me ha dicho que te espera abajo.

Yo asiento feliz y tomo la tarjeta.

- Gracias- susurro mirándole- escucha,  no quiero estar así contigo.

- Yo tampoco- dice él con sinceridad- pero es mejor que estemos más alejados.

- Podemos ser amigos- digo tendiéndole la mano en son de paz.

- No puedo aceptar ser tu amigo- dice él levantándose de la cama- aunque quisiera, no podría ser solo eso- dice andando hacia el balcón.

Sus palabras me dejan atónita.

- ¿Qué quieres decir?- digo alzando la voz.

Él se ríe.

- Supongo que las dos copas que me he tomado antes están ayudándome a decir esto- dice él girándose para mirarme- pero aprovecharé la oportunidad.

Ambos nos quedamos en silencio.

- Me siento raro cuando estás cerca- dice él en tono de voz baja- nunca lo había sentido con ninguna otra chica antes, y no han sido pocas, ya sabes...

El silencio vuelve a reinar en la habitación hasta que finalmente me pronuncio yo.

- Yo también- digo por primera vez mirando hacia el suelo, sorprendiéndome a mi misma.

Aprendiendo a ser princesa (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora