Capitulo 25.- '' Castigame ''

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El piso estaba casi completamente oscuro. La única luz provenía de algunos faroles que brillaban a través de las ventanas de gran tamaño. Caminó por el suelo extenso y abrió la puerta del ascensor. Me mordí el labio mientras lo seguía. Estaba aterrorizada de averiguar cómo era él en ese piso cuando estaba enojado. Sus ojos se estrecharon mientras esperaba por mí. Me mordí el labio y caminé junto a él, incapaz de huir. Nunca se volvió a mirarme. Quería extender la mano y tocarlo, pero incluso en un día bueno, esa no era la mejor idea.

Cuando llegamos a la siguiente planta, se me pasó la borrachera en un abrir y cerrar de ojos. Los dispositivos que se alineaban en el suelo parecían de una cámara de tortura medieval. Entró en la habitación, mirando a cada dispositivo.

―Ven aquí ―dijo severamente, pero su voz fue baja. Salí del ascensor y caminé lentamente a su lado. Se quedó en silencio por un momento.

―¿Qué estás pensando? ―pregunté, mi voz apenas un susurro. Sus labios se curvaron en una sonrisa.

―Estaba pensando... no sé si confío en mí contigo ahora mismo. ―Él me miró por el rabillo del ojo. Comprendí inmediatamente. Estaba preocupado de que me haría daño, realmente lastimarme. Su revelación me asustó, pero el pensamiento de sus manos tocando mi cuerpo envió un deseo irresistible de estar con él a través de todo mi cuerpo. Me mordí el labio y lo miré fijamente, esperando su decisión. Alargó la mano y soltó suavemente mi labio de mis dientes, pasando su pulgar a lo largo de ellos. Giró su cuerpo hacia el mío y tomó una larga y lenta respiración.

―Confío en ti ―susurré mientras su dedo rozaba suavemente a lo largo de mi boca. Pareció disgustado por mi declaración.

―No dirías eso si tuvieras alguna idea de lo que pensaba hacerte esta noche ―advirtió. Di un paso hacia adelante lentamente, midiendo su reacción. Su cuerpo se tensó, pero él no se movió.

―Castígame ―contesté, tratando de evitar que mi voz temblara. Sus ojos se clavaron en los míos y por un momento no estuvo seguro de haberme oído bien―. Castígame ―repetí, mordiéndome los labios otra vez. Extendí la mano y poco a poco deslicé mi mano por su pecho. Sus músculos se flexionaron bajo mis dedos.

Bajó la mirada hacia mi mano y luego de nuevo a mí.

―¿Recuerdas la palabra de seguridad? ―preguntó. Tragué saliva.

―Vainilla ―susurré. En un instante, mis manos estuvieron entre las suyas. Apretó con fuerza mis muñecas, pero luché para evitar lloriquear. Me arrastró por el suelo oscuro, caminando a través de los artilugios bárbaros. Contuve la respiración mientras desaceleraba, pasando por cada uno.
Por último, se detuvo frente a un dispositivo grande y negro. Tenía una gran pendiente en un lado y dos más pequeñas en la otra. Luché por controlar mi respiración, pero mi pecho se hinchó bajo mi miedo.

―Inclínate hacia delante ―dijo, su cara una muestra de disgusto y no me miró a los ojos. No tenía ni idea de lo que este dispositivo era así que me quedé allí, mirando de vuelta a él sin poder hacer nada. Me empujó con fuerza sobre él, inclinándome por la cintura. Rápidamente empujó mis piernas hacia cada inclinación del dispositivo y las sostuvo en su lugar con correas de cuero. Se dirigió a donde estaba mi cara y me miró fijamente, mientras el pánico comenzaba a arraigarse. Llevó mis brazos hacia abajo y los ató por debajo de mi cabeza. Estaba doblada a la mitad.

―Liam, lo siento ―dije en voz baja. Caminó detrás de mí, fuera de la vista.

―No tan tanto como vas a estar ―dijo enojado. Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras yacía indefensa. Liam empujó mi falda hasta mi cintura y le oí comenzar a desnudarse. La habitación se quedó en silencio por un momento y pensé que podría haber cambiado de opinión. Rápidamente noté de modo diferente mientras dolorosas descargas atravesaron todo mi cuerpo. Empujó el cinturón de nuevo, golpeando con fuerza contra mi trasero. Grité de agonía pero mi voz se quebró en mi garganta, sólo escapando un gemido. Tensé mis músculos a medida que golpe tras golpe venía.

―Detente ―grité cuando finalmente encontré mi voz, pero él no ralentizó. Él me golpeó una y otra vez mientras las lágrimas brotaban de mis ojos―. Por favor ―le supliqué.

―¿Tienes alguna idea de lo que quería hacerte en ese club? ¿Alguna idea de lo que quería hacer con ese chico que tenía sus manos sobre ti? ―preguntó en medio de violentos azotes.

―Lo siento ―me ahogué al decir. Me di cuenta de que, a su retorcida manera se preocupaba por mí. Él estaba herido. Yo le había hecho daño―. Por favor ―lloriqueé mientras un sollozo escapó de mis labios. Escuché el cinturón caer al suelo y rápidamente se deshizo de mis restricciones. Se dirigió a la parte delantera frente a mí y desató mis muñecas, inclinando mi barbilla con sus dedos. Secó mis mejillas hinchadas con su mano y me levantó rápidamente del dispositivo. Me llevó hasta el ascensor y enterré mi cara en su cuello, llorando en silencio.

―¿Por qué no utilizaste la palabra de seguridad? ―preguntó, mirándome como una niña que rompió su juguete favorito.

―No quería molestarte ―susurré en su cuello. Su olor era embriagador. Cerré los ojos y aspiré tanto de él como fuera posible. Él me llevó a su cuarto de baño blanco brillante. Me puso junto a la puerta mientras corría el agua caliente en la bañera.

―¿Qué estás haciendo? ―le pregunté mientras empujaba el cabello fuera de mi cara. Los ojos del Sr. Payne bailaron sobre mi desaliñado atuendo.

―Pensé que un baño te hará sentir mejor ―dijo con tristeza y reconocí la expresión de su rostro. Sintió lástima por mí. Tropecé hacia delante, colocando mi mano sobre su pecho.

―Por favor, no te vayas. ―Traté de contener las lágrimas, pero se escapó una de mi ojo.

Señor Payne // HotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora