Capitulo 28.- '' Eso es lo que le pasa por beber y conducir ''

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La casa de mi tía estaba vacía y me sentí aliviada de no tener que explicar por qué estaba vestida como una puta de tres dólares. Puse los ojos en blanco maldiciendo a Becka por eso. Cerré la puerta tras de mí mientras la amenazante nota me pasaba por la mente. ¿Cómo iba a encargarse de ello? ¿La secretaria había admitido haber escrito eso? Una punzada de celos me invadió al recordar al Sr. Liam con ella en el cine. Me pregunté con qué frecuencia se veían. Me pregunté si alguna vez la había llevado a su casa. Empujé el pensamiento a la parte trasera de mi mente mientras me dirigía a mi habitación.

Me quité la ridícula ropa y agarré una de mis viejas camisetas favoritas. Eché un vistazo al otro lado de mi cama y destellaron recuerdos de Liam y yo. Sentí ese cálido y familiar cosquilleo en mi estómago, como hacía cuando me tocaba. Suspiré y agarré el teléfono en mi bolsa, cerrando la puerta detrás de mí. Lo primero en mi lista de cosas por hacer era conseguir algo de comer. No había comido nada desde ayer y estaba empezando a sentirme débil.

Tomé una caja de cereal y me dirigí a la sala de estar. Pasé a través de los canales de televisión, colocando la película Fear. Mi mente estaba perdida en mis propios recuerdos cuando mi teléfono se encendió. Lo tomé, esperando que se tratase de Liam. El identificador de llamadas leyó Becka y fruncí el ceño, poniendo de nuevo el teléfono en el brazo del sillón. Unos minutos más tarde sonó, haciéndome saber que tenía un nuevo correo de voz. No estaba de humor para hablar. Subí el volumen de la televisión y pasé la siguiente hora perdiéndome en la película.

A medida que el día avanzaba lentamente, hice un espacio para hacer cosas para mí misma. Empecé pintándome las uñas de los pies y manos de un rojo profundo a juego. El vendaje rosado me hacía quedar como un anuncio ambulante del Día de San Valentín, así que poco a poco me quité la gasa de color rosa. Mi mano se veía mucho mejor de lo que lo había hecho. Cuando terminé mis uñas, me puse mi bikini favorito, que había comprado cuando llegué por primera vez a Florida. Era negro sólido con un volante rizado a través de mi trasero.

Me estudié en el espejo, tirando de la parte inferior, tratando de cubrir las largas marcas ribeteadas que estropeaban mi trasero. Pasé los dedos por encima de ellas. Después de unos momentos, me las arreglé para sacar de mis pensamientos y fuera de mi cabeza a Liam. Me coloqué en el patio trasero en una gran toalla. El abrumador calor del sol me agotó y me quedé dormida. Por suerte, me desperté antes de quemarme. Mi piel tenía un color rosa pálido y estaba segura de que sería marrón por la mañana.

Me sentí mejor a medida que el día avanzaba. Mimarme a mí misma siempre me hacía sentir menos triste después de un duro día de trabajo. Me decidí a rematar mi experiencia de spa poniéndome a remojo en la bañera con unas velas y un poco de música clásica.

Llené la bañera con agua caliente y añadí algunas burbujas de baño con aroma a vainilla. Mientras se llenaba, agarré mi teléfono y lo conecté a una pequeña radio para poder jugar con un poco de música clásica mientras me relajaba. No pude encontrar nada para encender las velas, así que me decidí por algunas a pilas que mi tía había conseguido en el centro comercial. Bajé mi cuerpo al agua suave y dejé que mi mente cayese en la relajación. El problema fue que mis pensamientos fueron inmediatamente a Liam. El olor de su piel, sus sexys ojos, esa sonrisa diabólica, cada parte de él me llamaba y me dejaba con ganas de más. Cerré los ojos y dejé que la música se hiciese cargo. La triste y lenta melodía del piano llenaba la habitación y fui capaz de dejarlo ir todo.

Después de que el agua comenzara a enfriarse, salí a regañadientes de la pequeña bañera sintiéndome refrescada y menos preocupada por la situación. Me dirigí a mi habitación para cambiarme a algo más cómodo. Me puse unos shorts de pijama y una camiseta sin mangas y decidí que un libro sería una muy buena manera de terminar la noche. Escogí una vieja novela romántica que había comprado en la librería local hace unos meses, pero para la que nunca había hecho tiempo de leer. Mientras las páginas pasaron sentí que mi corazón se volvía cada vez más pesado. Por más que trataba de escapar de lo que estaba sintiendo, las palabras en el libro tocaron un nervio en mi interior. Me pasé el resto de la noche llorando sola en silencio hasta que me quedé dormida, agotada por mi propia tristeza.

A la mañana siguiente decidí que aunque quisiese quedarme en casa y ponerme de mal humor; no podía dejar pasar la oportunidad de verle. Se había apoderado de mis pensamientos y se había convertido en una adicción que tenía que alimentar. Tomé un cuidado especial para asegurarme que mi cabello estuviera perfectamente liso y mi maquillaje fuera suficiente como para mostrarle lo que se estaba perdiendo. Fui al instituto en silencio. Estaba tan envuelta en tener que mirar a Liam realmente a los ojos que no me di cuenta de que la radio no estaba encendida.

Mi entrenamiento fue bastante soportable. Jeff no estuvo ese día y estuve agradecida de no tener que hablar de nuestro tiempo en el club. Él era un buen tipo, pero no me sentía atraída por él en lo más mínimo.

A medida que el día avanzaba, me di cuenta que varios de mis libros habían desaparecido. Me percaté de que me los había dejado en el auto del Sr. Payne el fin de semana. Mis nervios estaban de punta cuando me senté durante el almuerzo, escuchando a Claire y Becka hablar maravillas de su fin de semana en los clubes. Piqué mi comida, nunca pensando en realidad tomar un bocado.

-Todavía no puedo creer que Jeff haya destrozado su auto. Tiene suerte de estar vivo -dijo Becka con tristeza.

-Eso es lo que le pasa por beber y conducir -intervino Claire.

Puse los ojos en blanco recordando cómo se habían pasado el licor alrededor del auto esa misma noche.

Cuando la campana sonó, me senté congelada en mi asiento, insegura de poder ir a su clase. Quería verlo más que nada, pero tenía miedo de su reacción. Sentarme durante todo un período sin que él me echase siquiera un vistazo, iba a ser devastador.

-Vamos, vas a llegar tarde -dijo Becka alegremente mientras envolvía su brazo en el mío y me sacaba del asiento. Me deshice de mi bandeja del almuerzo y me dirigí por el pasillo a la clase del Sr. Payne. Me quedé fuera mientras todo el mundo desfilaba dentro. Eché un vistazo por la puerta para ver al Sr. Payne apoyado al frente de su escritorio. Sus ojos se encontraron con los míos y por un momento, el tiempo se congeló.

Señor Payne // HotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora