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30 de diciembre

Mis girasoles estaban cada día más lindos y más altos. Su color amarillo destacaba entre las colinas verdes del campamento, decoradas actualmente con toques de blanco.

Así es: había nevado hace unos días, en Navidad.

Ese día había sido maravilloso y espantoso al mismo tiempo.

Había despertado con un dolor de cabeza insoportable, y Nico, a mi lado, no hacía más que mandarme a callar mientras intentaba seguir durmiendo. A medida que el día avanzó, mi cabeza se despejó, únicamente para que el hijo de Hades la volviera un lugar caótico de nuevo.

—Necesito decirte qué pasó ayer, Sam.

Me contó todo lo que había hecho, y no paré de disculparme por mis acciones. Sin embargo, estaba orgullosa de la falta de vergüenza que había dominado mi mente en aquel momento.

Todo había quedado claro entre nosotros, o eso se suponía. Estaba más confundida que nunca, y dudaba que eso cambiara en algún futuro cercano.

Mis girasoles parecían ser lo único que lograba distraerme.

—En verdad amas esas plantas, ¿no, Sammy?

Claro que la distracción no era suficiente si Nico decidía venir a pasar la tarde conmigo.

—Sí, Neeks. Creo que ya te lo había dicho.

Terminé de arreglar todo en mi pequeña porción de tierra cultivada. Regué, limpié, observé, y amé. El proceso no me llevó mucho tiempo, lo que significaba que tendría que hablar con Nico.

No habíamos entablado una conversación propiamente dicha desde que me había confesado lo que había ocurrido en la madrugada del 25 de diciembre. Le debía un agradecimiento.

—Nico —dije mientras caminábamos sin rumbo entre las cosechas—, gracias por decirme lo de la otra noche. Lo aprecio mucho.

Él se encogió de hombros.

—Hay algo más que debo decirte —Lo miré, expectante—. Yo ya sabía que estabas enamorada de mí.

Fruncí el ceño, sentí mis mejillas arder, y desvié la mirada.

—Voy a matar a Leo.

—Hey, él no dijo nada —explicó, mientras me obligaba a mantenerle la mirada al apoyar un dedo de su mano derecha en mi mejilla—. En realidad, lo sé hace más de un año. ¿Recuerdas aquella vez que Jason y yo fuimos a ver a Cupido?

—Yo formaba parte de esa misión también.

—Exacto, pero fuiste arrastrada hacia otro lugar. Mientras tú no estabas, el dios del amor me dijo que sentías algo por mí —Tragué saliva, y él imitó el gesto—. Después de unos días, cuando estabas dirigiéndote al campamento nuevamente, te encontré en mis sueños —Alcé una ceja—. Estabas en el aeropuerto, y una anciana te estaba molestando —Asentí luego de unos segundos—. Bueno, resultó ser Afrodita. Me volvió a reiterar lo mismo.

¿Acaso confundir a la gente de forma extrema era una de las aptitudes de los hijos de Hades? Porque seguro era una de las aptitudes de Nico.

¿Qué se suponía que contestara a eso, intentando mantener una mínima porción de mi dignidad?

— ¿Dijeron algo sobre lo que tú sentías por mí?

¿Quién necesita dignidad para vivir?

Di Angelo negó.

—No exactamente. Pero no siento nada más que amistad por ti, Sam.

Rodé los ojos y divisé a Jake saludándome a lo lejos. Asentí en su dirección, y me giré para ver a Nico.

—Adiós, Jake me llama.

Él frunció el ceño, disgustado.

—Ya ni siquiera son novios, Sam. No solo me mentiste al decirme cuánto tiempo estuvieron juntos, sino que ni siquiera estuvieron juntos en realidad. ¿En serio lo sigues viendo?

—Déjame. Al menos él me presta atención.

Consciente de que era un argumento estúpido, y de que Nico últimamente sí se estaba esforzando por pasar tiempo conmigo, me alejé de él.

how we grew;; di angelo [ES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora