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7 de enero

Al despertar pasado el mediodía, y recordar la razón por la cual estaba tan cansado, no pude evitar sentirme muy bien y muy mal al mismo tiempo.

Sam dormía a mi lado sin ropa. El mundo podía estar cayéndose a pedazos y ella seguiría durmiendo como el ángel que era. La atraje un poco más hacia mí y apoyé mi mentón sobre su cabeza.

—Pretendería que sigo dormida para que me sigas abrazando —susurró—, pero tengo que ir al baño.

Solté una carcajada mientras me alejaba de ella para verla a los ojos.

— ¿Cómo te encuentras?

Sam se encogió de hombros.

—Creo que bien.

Arrastrándose, llegó al borde de la cama. Una vez empezó a caminar, no pude contener la risa. Ella se volteó a verme.

—Esto es culpa tuya, Di Angelo —Dio unos pasos más—. Mierda, me duele todo.

—Hey —dije, llamando su atención. La señalé—. Cuida tu lenguaje.

Me mostró el dedo del medio y se encerró en el baño sin decir nada más.

Alrededor de un minuto después se escuchó cómo tiraba la cadena del inodoro, para luego soltar un grito, quizás, demasiado alto. Corrí hacia la puerta y di unos golpes antes de pasar.

— ¿Qué pasa?

Se giró hacia mí, luego de haber atado su cabello en una coleta alta, parada frente al espejo.

— ¡No puedo salir así! —Se acercó a mí despacio y comenzó a golpear mi pecho despacio—. ¿Cómo te atreves a hacerme esto?

Reí al ver a lo que se refería.

—Tu cuello se ve muy bonito, si me preguntas a mí.

— ¡Nico! ¿Qué voy a decirle a los demás?

Fruncí el ceño.

—No tienes que darle explicaciones a nadie. Si la gente decide pensar que eres una zorra no debería afectarte.

Me miró seria.

—No seas estúpido —Volví a reír—. Ni siquiera tengo con qué taparlo.

—Es invierno, Sam. Ponte una bufanda, o un sweater de cuello alto.

Ella rodó los ojos.

—Te odio.

—Eso no fue lo que dijiste anoche.

Me dio un pequeño empujón y salí del baño caminando delante de ella. Sin embargo, ella no dio ningún paso.

Di la vuelta para verla.

—Creo que no vas a poder acostarte con Will por un par de días.

— ¿A qué te refieres?

Me dio una sonrisa arrogante.

—Tú también tienes algunas marcas.

Abrí los ojos preocupado y corrí hasta el espejo del baño. Revisé mi cuerpo, sin encontrar nada.

—Estás mintiendo.

—No, Neeks. ¿Acaso no viste tu espalda?

Me coloqué de espaldas al vidrio reflector y giré la cabeza, intentando verme. Una vez lo logré, me di un golpe en la frente.

—No puede ser —La miré—. ¿No pudiste tener más cuidado?

Sam se encogió de hombros, y caminó lentamente hasta el cuarto. Comenzó a recoger su ropa del suelo y a colocársela. Yo la seguí, yendo a mi armario para coger prendas limpias.

—Me voy a bañar —anuncié—. ¿Vienes?

Movió la cabeza de un lado a otro.

—No: te lo ganaste. Dije que no te molestaría más a partir de hoy. Necesito intentar olvidarme de ti, y verte desnudo no va a ayudar ahora mismo.

Me encogí de hombros.

—Como quieras.

En cuanto tuve mi ropa en mis manos, me dirigí al baño, sabiendo que tenía su mirada clavada en mi nuca.

how we grew;; di angelo [ES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora