busted

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Busted

Madrugada del 9 de febrero

Hubo más segundos de silencio de los que creerías. Pero después explotó todo.

— ¿Will? —pronunció Nico por lo bajo.

Cerré los ojos al escuchar su voz, a pesar de haber pasado varios minutos hablando esa noche. Había tartamudeado. Había demostrado duda, tristeza, incredulidad, todo en una simple palabra. Y eso casi basta para hacerme llorar. Abrí los ojos, intentando aguantar las lágrimas.

¿En serio había estado dispuesta a provocar esto en Nico? ¿Colocar mi felicidad frente a la suya había sido mi mejor opción?

Escucharlo hablar así me había dolido. Pero no fue nada comparado a lo que pasó después.

—Neeks —habló Will.

Nico cerró los ojos. Además de caer lágrimas por sus mejillas, muchísimos sentimientos explotaron dentro de él.

Y dentro de mí.

Mi corazón se encogió al sentir todo el dolor que Nico estaba sintiendo. Muchísimas lágrimas cayeron por mi rostro sin siquiera pensarlo. Compartí todo lo que pasó por el cuerpo y la mente de mi mejor amigo.

Nos habían traicionado. Habían tocado nuestro corazón intocable, para luego destrozarlo. Nos habían hecho creer que valíamos algo que terminó siendo nada. Habían jurado amarnos, protegernos, cuidarnos frente a todo, y lo único que nos lastimó fue lo que prometió no hacerlo. Habían jugado con nuestros corazones y habían hecho que nuestras barreras se derrumbaran, una por una, para destruir todo lo que ellas protegían.

Todo mi cuerpo dolía. La conexión empática nos estaba consumiendo. Sin darme cuenta, ambos estábamos en el suelo encogidos. Abrazábamos nuestros propios cuerpos. Llorábamos las lágrimas del otro.

Hice todo lo posible por controlar mis sentimientos, pero lo que Nico sentía era tan fuerte que invadía todo mi ser. No podía pensar en nada que no significara dolor, y la escena de Will y Jake frente a nosotros se repetía en mi mente sin parar. Traté de enfocarme en mí, ¿pero qué quedaba de mí? Estaba sintiendo en persona todo lo que el hijo de Apolo significaba para Nico. Si no me destrozaban los sentimientos de mi mejor amigo, me destrozarían los míos propios.

De repente, todo volvió a ser como antes. Excepto una cosa.

Nico se calmó. Dejé de escuchar sus sollozos, pude pensar lo más claramente posible en un momento como aquel, y controlé mi llanto. Pasando mis manos por mi rostro y mi cabello, intenté despejarme. Respiré hondo un par de veces antes de subir la mirada, viendo a Nico a varios metros, ya de pie, mirando a Will.

Como dije, todo estaba igual que hace veinte minutos. El hijo de Hades se seguía viendo fantástico con lo que traía puesto, y su cabello estaba como siempre. Pero había algo que había cambiado.

Mientras sentía el dolor de mi mejor amigo saliendo de mi cuerpo, me di cuenta de qué estaba ocurriendo. Había barreras en la mente de Nico que no me dejaban conectar con él. Poco a poco, se estaban reconstruyendo todas esas murallas que entre nosotros habíamos logrado derribar. Sentí cómo sus penas se alejaban, para ser reemplazadas por un espacio vacío en mi interior. Una parte de mi cabeza se quedó fría, imperturbable. Parecía estar en pausa, como si toda conexión que tuviéramos se hubiera congelado, sin desaparecer, pero sin estar allí.

—Neeks —logré decir.

Su mirada transmitía un odio profundo que nunca olvidaría. Su boca formaba una línea perfecta, y sus ojos me miraban casi sin pestañar. El chico no se movía. Sus puños estaban cerrados y alrededor de sus pies se estaban acumulando sombras.

Sin decirlo, me estaba comunicando que ya nada volvería a ser lo mismo.

Intenté llegar hasta él. Primero, cerré los ojos, dejando caer un par de lágrimas, e intentando alcanzarlo con mi dolor. Quizá si entendiera cómo me sentía, tendría un poco más de compasión. Pero al expandir mi mente, concentrándome únicamente en su imagen, no encontré a nadie. Los poderes que Hades me había entregado hace un par de años me permitían sentir almas a mi alrededor. No distinguía a Nico junto a mí.

Cuando la conexión empática falló, abrí los ojos y, juntando todas mis fuerzas, me puse de pie. Di un paso hasta él, pero él levantó la mano y caí hacia atrás.

El techo de mi cabaña comenzó a temblar, se abrieron grietas a mis costados. Mi cabeza dolía muchísimo debido al golpe que me había dado.

Creí haber oído a Jake y a Will hablar, pero no entendí lo que dijeron. Hice todo lo posible por levantarme, y me quedé sentada penosamente en el suelo. Al girarme, el chico rubio y el que solía ser rubio se encontraban en el piso. Nico estaba junto a Solace. Se agachó y le tocó el brazo. Will se removió inconsciente, pero no llegué a ver ni a entender lo que Di Angelo había hecho.

Volví a empujar el piso bajo mis manos, en un intento de levantarme. Al alzar la vista y ver a Nico caminar hacia mí, con una mirada que incluso a mí me dio miedo, mis fuerzas flaquearon.

Mi mente se quedó en blanco, y lo único que sentí fue terror. Todas las posibles ideas para solucionar la situación que podría haber tenido se desvanecieron. No podía respirar, y sentía un cosquilleo en el estómago que no podía significar nada bueno.

Mis instintos me llevaron a intentar escapar. Me arrastré hacia atrás, haciendo lo mejor posible. Pero no fue suficiente.

Nico me alcanzó en pocos segundos. Tan solo su aura me hizo tirarme hacia atrás y acurrucarme en el suelo, con ganas de ocupar el menor espacio posible. Abracé mi pecho con mis brazos, posando mi mano derecha sobre mi hombro izquierdo.

Ese fue el peor error que pude haber cometido.

La mirada del hijo de Hades se dirigió hacia allí. Esbozó una sonrisa espeluznante y me vio a los ojos.

Verlo sonreír así daba incluso más miedo.

Extendió su mano y levantó la mía, tomándola con suavidad. Sin embargo, eso le duró tan solo unos segundos. Sin piedad alguna, tiró del anillo que traía puesto y me lo quitó. Se paró cuán alto era, y con su mano aún extendida, envolvió mi anillo en su puño.

No sé qué hizo, no sé cómo pasó. Pero cuando la volvió a abrir, el metal estaba completamente fundido, y tenía un color negro absoluto. Dejó caer el líquido. Llegó a salpicar mi muñeca, y solté un grito de dolor.

Su sonrisa desapareció, pero no pareció afectarle mucho más. Pasando una mano efusivamente por su rostro, se limpió una vez más las lágrimas que lo habían ocupado varios minutos atrás, y se alejó.

—No quiero verte nunca más, Samantha.

Desapareció entre las sombras.

how we grew;; di angelo [ES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora