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Noticed

24 de enero

El jueves por la mañana, apenas terminé de desayunar, me dirigí hacia mi cabaña para ponerme mi traje de baño.

Mis clases de natación habían vuelto a formar parte de mi rutina, y no tenía nada preparado para esta. Me iría a la playa lo más rápido posible, para ver qué se ocurría.

Al llegar a la puerta de mi residencia cambié de idea. El muelle que llevaba hacia el lago se encontraba más cerca de allí que la playa. Cerré mi mochila una vez terminé de colocar los materiales y corrí hasta la punta de la estructura de madera. Salté al agua.

El lago me recibió como siempre: lleno de vida y colores que uno no pensaría en encontrar bajo el agua. Varias criaturas se me acercaron y me actualizaron un poco con los eventos recientes. Mientras, todos nadábamos juntos por las profundidades en dirección a la playa.

Su amigo tuvo una discusión el otro día, Sam.

Fruncí el ceño y enfoqué mi vista en la chica acuática que se encontraba junto a mí. Su voz se había colado en mi cabeza, llamándome la atención por completo.

— ¿Nico?

Ella asintió.

Vino con otro chico, uno rubio. Discutieron.

Una vez mi chusma interior se activaba, no podía a permitir que me contaran tan poca información.

— ¿Sobre qué?

Usted. Bueno, más o menos. El chico rubio se estaba quejando de que el pelinegro no dejara de pensar en usted.

Alcé las cejas. Eso no me lo esperaba.

—Gracias por decírmelo, Mary. ¿Quieres venir a la clase de hoy?

La vi negar.

No, gracias. En estos días estuve por la playa para cuidarla mientras usted no estaba, pero no es mi lugar favorito. Muchos humanos. Además, su amigo vendrá, y él huele mal.

Ella se alejó hacia un costado luego de despedirse, y yo seguí mi camino sola.

No entendía qué tipo de olor extraño sentían en Nico las criaturas. O sea, sí, era hijo del dios de la muerte y todo eso, pero yo no creía que oliera mal. De hecho, me encantaba su aroma.

Muchos afirman que los ojos de algunas personas cambian de color según la situación que están atravesando. Eso sucedía con el olor de Nico.

Contrario a lo que todos decían, en cualquier día normal, yo sentía únicamente frescura emanar de él. La muerte era un final para algunos, pero nosotros sabíamos que también era el inicio de algo. Olía como aire fresco, con un tinte de menta. A veces, cuando usaba su perfume, su aroma se intensificaba, y se tornaba un poco más frutal.

Me enloquecía.

Pero otras veces, en esas noches en las que nos dormíamos cerca del otro mientras contábamos las estrellas, olía a hogar. El hecho de morir significaba paz para muchas de las almas que luego se encontrarían en el Inframundo, disfrutando de los Campos Elíseos. Sentía un leve aroma a vainilla, como si una vela con esa esencia estuviera encendida. Su cuerpo podía llegar a parecer una estufa: emanaba muchísimo calor en las noches de invierno. La experiencia completa te hacía sentir cómoda, como si ese fuera el único lugar en el mundo donde debieras estar.

Al llegar hasta la playa y ver cómo varios alumnos ya estaban allí, me acerqué a ellos. Y mientras nadaba cada vez más cerca de Nico, recordé el aroma que más me gustaba de él.

Lo había sentido solo una vez en todos estos años.

Había terminado la guerra contra los gigantes. El campamento, a pesar de estar casi destruido por completo, tenía un aire de felicidad y de celebración constante. Junto a los amigos de mi hermano y los míos habíamos decidido pasar una tarde en la playa.

Fue la primera vez que Nico se metió al agua conmigo. Estaba asustado. Temblaba. Había retrocedido varias veces. Reaccionaba a las nuevas sensaciones sin darse cuenta; inconscientemente.

En cuanto entramos al agua completamente sentí esa nueva esencia salir de su cuerpo. Varios minutos después lo abracé, y comprobé que no se trataba de un producto de mi imaginación.

Nico olía a mar. A océano. Y estaba más que segura que no se debía al agua dulce del lago. Sentí el aroma de la sal y de la arena decorar su piel, sin perder el aura de frescura que siempre había encontrado a su alrededor.

A pesar de haber olido solo una vez aquel aroma, lo conocía perfectamente. Así era mi aroma.

Teníamos una conexión empática. Sentíamos lo que el otro sentía la mayor parte del tiempo. Podíamos encontrarnos solo basándonos en ese lazo invisible que nos unía. Pero nunca había sido tan profundo como en ese momento.

La clase transcurrió como siempre, exceptuando el hecho de que William no estaba presente. Nico lo excusó diciendo que seguía cansado por todo lo que había estado haciendo en los últimos días. Su ausencia provocó un aumento significativo en la cantidad de atención que el hijo de Hades me prestaba usualmente durante las lecciones.

¿En serio Nico me estaba prestando más atención?

Tendía que aprovecharlo al máximo.

how we grew;; di angelo [ES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora