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Madrugada del 29 de enero

Aparecimos donde era usual: en el techo de mi cabaña. Por suerte, todo allí ya estaba listo.

— ¿Qué es todo esto, Sam?

Le sonreí y tomé su mano para guiarlo hasta la pequeña de pista de baile en la que nuestro escondite se había transformado. Seguíamos teniendo las luces de Navidad parpadeando, y un disco de vinilo sonaba de fondo.

— ¿Me concede esta pieza, Nico Di Angelo?

Puso los ojos en blanco, pero una sonrisa amenazaba con formarse en sus labios. Asintió levemente.

Bailamos por lo que parecieron horas. Pasamos de canciones lentas a canciones en las que tuve que enseñarle mi twerk latino. Saltamos como estúpidos con electrónica e hicimos cosas ridículas cuando sonó una canción disco.

Por momentos nos sentábamos, para volver a pararnos apenas escuchábamos una canción divertida.

Nico se cansó antes que yo, pero yo seguí bailando al ritmo de una canción de una cantante colombiana muy famosa. Moviendo las caderas de forma exagerada y lanzándole miradas seductoras y divertidas logré hacerlo reír varias veces.

La cámara que me había regalado por mi cumpleaños descansaba sobre el mueble que teníamos. Desde que la tenía, no había parado de sacar fotos de todo y todos. La había llevado conmigo siempre.

También había usado todas las otras cosas que me había obsequiado. Algunos videos ya habían sido editados, pero no los podía colocar en YouTube, ya que me arriesgaba a enviar señales a los monstruos cercanos.

Me apuntó con la cámara repetidas veces, tomando cientos de fotos. Eventualmente se la quité y fui yo quien le tomó fotos sin parar. Al final me lancé a su lado e intenté tomar unas selfies que no quedaron demasiado bien.

—Colócale el temporizador y ponla allí.

Asentí e hice lo que me decía, para luego volver a su lado.

—Va a sacar varias fotos. Haz cosas diferentes.

Fue su turno de asentir.

Ambos sonreímos a la cámara.

Tomamos una relativamente normal. Otra en la que yo abrazaba a Nico por la cabeza y él se quejaba de que arruinaba su cabello. Una en la que él me estaba lamiendo la mejilla para quitarme de encima de él. Posamos mirándonos, dándonos besos en las mejillas, y eventualmente en los labios.

Sonreí al separarnos por última vez, dejando de escuchar el sonido de la cámara. Lo miré a los ojos y él hizo lo mismo.

—Gracias por esto, Sam. Definitivamente fue el mejor regalo que recibí.

Moví mi cabeza hacia los lados.

—Este no es mi regalo.

Nico frunció el ceño y me miró mientras yo iba hacia la cámara. Luego me dirigí a nuestro armario y tomé un pequeño regalo envuelto en papel de diario.

Puse a grabar la cámara y se lo di.

—Supongo que el papel de diario es casi lo único con lo que puedes envolver un paquete y luego reciclarlo, ¿no? —Asentí efusivamente y él me dedicó una sonrisa—. No tenías que darme nada.

—Yo no soy quien regaló una tienda entera.

Fui a buscar la cámara para grabar el momento más de cerca. Por ahora, Nico estaba leyendo una carta que había colocado por fuera. Me senté frente a él y lo observé a través del lente de la cámara unos segundos, para luego bajarla y verlo por mí misma.

"Con gran poder vienen muchas ganas de dormir la siesta" —leyó. Alzó la vista hacia mí—. Esto no tiene nada que ver con mis disfraz, ¿cierto?

Me encogí de hombros.

—Tú mismo dijiste eso hace unos años.

—No puedo creer que lo recuerdes.

No respondí y me dediqué a observarlo. Lentamente, procedió a abrir el paquete. Una vez lo hubo hecho, me miró. Sus ojos brillaban a la luz de la luna, y me pregunté si se había emocionado tanto que estaba a punto de llorar.

—Cómics —Fue lo único que pudo decir.

Asentí.

—Y un comprobante de que compraste entradas para la siguiente Comic Con.

Volví a asentir.

Dejó las cosas a un lado y se acercó más a mí, envolviéndome en un abrazo.

—Creo que te amo.

— ¿Estás llorando?

—No.

Sentía cómo su cuerpo se sacudía por momentos, y mi traje se estaba mojando.

— ¿Qué pasó con eso de no llorar en tu cumpleaños?

Se separó de mí y su rostro quedó solo a unos centímetros del mío. Ambos estábamos arrodillados sobre unas mantas. Sus ojos estaban cristalizados, y su rostro delataba su llanto.

—Cállate —susurró, pero lo dijo de la manera más linda que lo pudo haber dicho—, y bésame.

how we grew;; di angelo [ES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora