grew

2K 165 165
                                    




Grew

26 de abril

Pasaron varios minutos hasta que sentí los pasos frente a mí. Mis brazos ya estaban exhaustos, pero no me había animado a bajarlos del todo.

La oscuridad dominaba el campo de girasoles. Distinguí la figura de Austin a varios metros de distancia y salí corriendo hacia él. Mis mejillas aún seguían mojadas por las lágrimas. Solía ocurrir cuando me encontraba perdida, sola, y sin comida.

Apenas llegué a su lado, lo envolví en un abrazo.

—Muchas gracias por venir. Estaba desesperada.

Él dejó sus brazos a sus lados.

—Lo sé. Lo sentí.

Abrí mucho los ojos y me separé rápidamente. Sentí algo fuerte en mi pecho que me hizo retroceder. Miré a Nico a los ojos, y me alejé de él mientras negaba con mi cabeza. Prefería seguir sola.

Intentó dar un paso hacia mí. Extendí mi mano entre ambos.

—No te me acerques.

—Sam.

Un par de lagrimas se escaparon de mis ojos. Frunció el ceño y caminó hasta mí.

—No —dije, caminando de espaldas hasta estar lo suficientemente lejos. Pasé una mano por mis mejillas. Él intentó seguir caminando—. No quiero que me toques.

Se detuvo y me observó.

-Ven aquí.

Por instinto salí corriendo en la dirección opuesta.

— ¡No quiero oírte!

Pensé que lo había perdido, dado que no escuchaba sus pasos. Me volteé a ver si me seguía, y cuando giré la cabeza hasta el frente choqué de lleno con su pecho. Ambos caímos al piso. Rodé lo más lejos posible de él, que estando entre dos hileras de girasoles, no fue más que unos pocos centímetros.

—Sé que no me quieres aquí —Tapé mis oídos y moví mi cabeza, intentando no escucharlo—. Yo tampoco quería venir —dijo, en mi cabeza.

Cerré los ojos con fuerza al sentir cómo había llegado hasta mi mente.

—Puedo cuidarme sola.

—No parece que eso sea cierto. Déjame llevarte al campamento.

Negué con la cabeza, sin verlo a los ojos.

—Me iré con Austin.

—Encontré a ese chico antes de encontrarte a ti. Le dije que yo me encargaría.

Bufé.

—Ese chico siempre hace todo mal.

Se encogió de hombros.

—No le di opción —Colocó un dedo sobre mi mejilla y giró mi rostro hasta que nuestros ojos se conectaron. Lo mantuvo ahí, evitando que pudiera mirar a otro lado—. ¿Están saliendo? —preguntó con el ceño fruncido.

—Eso no te incumbe.

—Quiero saber.

Rodé los ojos.

—Sí.

—No.

Fruncí el ceño.

— ¿No?

—Sí —contestó, divertido de repente—. Estás mintiendo. Lo sé por tu tono de voz. Además, intentaste jugar con tu anillo. Siempre haces eso cuando mientes.

how we grew;; di angelo [ES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora