CAPÍTULO 04

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Había recibido cientos de mensajes por parte de Emily, a través de diferentes plataformas. Detalle que descubrí cuando me la crucé dos veces tuiteando sobre mí, y decidí buscar sus redes sociales. Por suerte, no había dicho nada extraño o secreto. Sus publicaciones se reducían a:

@emilycamp0s: Mía Pepper está en mi instituto y me encantaría entrevistarla. ¡Compartan para que vea!

De todas formas se lo agradecía. Luego de ver cómo hablaba sobre el estudiante que se había suicidado... Temía lo que se le ocurriera decir sobre mí. Supuse que no le servía hacerme odiarla, porque no le aceptaría la entrevista.

Finalmente se dedicó a interceptarme cada vez que salía de alguna clase, y hasta le había rogado a Mary que se comunicara personalmente conmigo, pero lo logró; me tenía en su oficina aguardando por sus preguntas, lista para ser entrevistada.

—En realidad será algo sencillo —me dijo Emily, mientras encendía una cámara—. Tenemos algunas preguntas elaboradas para ti y luego publicaremos la entrevista en el periódico escolar —explicó —. Es solo para inspirar a los estudiantes a cumplir sus metas, como tú cumpliste las tuyas.

Y lo entendía. Esa era la excusa para la mayoría de entrevistas.

Mis supuestos sueños nunca podrían pertenecerme por completo.

Las entrevistas no eran para inspirar, eran para hacerme soltar spoilers y, en el mejor de los casos, comenzar algún rumor perturbador sobre mi familia.

Dos cámaras, un micrófono y dos pares de ojos me rodeaban. No estaba nerviosa, había estado mucho más expuesta en el pasado, pero me parecía demasiado excesivo para un simple periódico escolar.

Di golpecitos en mi pierna mientras los veía organizarse. Esperaba que no se demoraran demasiado, ya que había planeado dedicar ese día a estudiar los besos en las novelas y descubrir de qué manera funcionaban.

El único chico de la sala se encontraba detrás de la cámara más grande y Emily estaba sentada junto a mí, acomodándose algunos cabellos rebeldes.

Ya había tenido decenas de entrevistas —más cuando el público se obsesionó con que publicara libros siendo tan pequeña— y aún así me seguía provocando incomodidad, principalmente el no saber cuándo podría arruinarlo todo con las palabras equivocadas.

La gente se había vuelto fan de manipular y malinterpretar cualquier cosa que saliera de mi boca.

—¿Cómo y cuándo empezaste a escribir? —Finalmente Emily se acercó el micrófono a sí misma.

Era una pregunta típica, que me hacían en la mayoría de las entrevistas.

Había esperado mucho más de ella, y no por ser dramática, pero había insistido tanto en entrevistarme que creí que me iba a llevar un par de sorpresas. Había supuesto que, a lo mejor, me preguntaría algo sobre cómo comía las empanadas o cuánto dinero había en mi cuenta, para sorprenderse con la respuesta de que, en realidad, no manejaba una cuenta propia.

—Comencé a escribir a los diez años —contesté sonriente —. Escribía mis pesadillas porque creía en el dicho de: si pasa por el papel, allí quedará.

De hecho mi hermano me lo había enseñado. Pero sonreí. Ann siempre decía: «sonríe, parecerás más simpática».

Sentí mi sonrisa tambalear.

—¿Por qué, a tan corta edad, te interesaste en escribir terror, suspenso y misterio?

Otra pregunta típica, aunque por lo general lo acompañaban con un «siendo mujer» y yo tenía que pretender que mi género tenía algo que ver, como si el miedo no nos abasteciera a todos.

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