CAPÍTULO 10

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—¿Entonces sí?

La pelinegra se detuvo mirándome y yo le respondí frunciendo el ceño mientras me quitaba mis auriculares.

Últimamente me había encontrado con un refugio en la música. Cuando mi hermano se fue la quité por completo de mi vida, me recordaba demasiado a él. Pero ya habían pasado muchos años, ya se habían olvidado las canciones que él oía y había descubierto música que no hablaba de nada profundo. Servía como distracción.

—¿Se parece a otro de tus libros?—insistió.

—Sí —murmuré —. Te 4 cher

—¿Por qué todos tus libros tienen títulos en inglés? —Johann habló a mi lado.

Emily bufó.

—Dejá de hacer preguntas tan estúpidas.

Yo ignoré su comentario y decidí contestarle.

—Los escribí en inglés. Se publican primero en inglés —expliqué —. En español tiene el mismo nombre, porque el número cuatro es importante en el título...

—A ver. Cuéntanos más sobre ese libro, Mía Pepper —exigió Emily.

Desconecté por completo mis auriculares antes de hablar y los guardé en el bolsillo de mi jean, para luego acomodar mis manos sobre mis muslos.

—Se trata de un profesor de matemáticas. Una alumna quiere robar las respuestas de unos exámenes, pero termina descubriendo cuchillas ensangrentadas y cosas así. Al final empieza a matar a sus alumnos en fiestas, aterrorizando a la que descubrió todo, claro.

Vi a la pelinegra enderezarse,

—¿Dices que fue Irenka?

Negué con la cabeza, pero de todas formas contesté: —No sé.

Johann se interpuso entre nosotras para hablar.

—No creo que haga algo tan obvio, ¿quién en sus sano juicio lo haría de forma en la que se incrimine a sí mismo?

—Alguien que está asesinando a diestra y siniestra no está en su sano juicio —repliqué —. Es bastante obvio que no se incriminaría a sí misma, por eso mismo pudo hacerlo.

Hubo unos segundos de silencio luego de que hablé. Nadie sabía qué pensar o a dónde apuntar. Yo ya no tenía ganas de pensar... Emily sí, al parecer su cerebro no era capaz de detenerse ni por un segundo, estaba constantemente pensando nuevas ideas, generando nuevas teorías. La envidié. Mi mente había dejado de funcionar días atrás.

—Volviendo al tema —suspiró Emily mirando su mural de posibilidades —. Inna no estudiaba leyes. Algo tienen que tener en común, ¿o los están matando al azar? ¿Y si fue algún tipo de advertencia? Porque Inna estaba cerca de Mía...

Dejé salir una exhalación que fue fácil de interpretar. ¿Acaso nadie ahí adentro tenía un poco de tacto?

Todos nos quedamos en silencio, quizás arrepintiéndonos de involucrarnos en esto o quizás tratando de buscarle algún sentido a lo que pasaba. No podía interpretar sus rostros y hacía mucho frío en la habitación como para no pensar en nada más que en la comodidad de mi colchón.

Johann imprimió algunas fotos y se las entregó a la pelinegra. Emily pegó en el mural una foto de Inna, de Punta Ballena, de Irenka, de mi libro y, finalmente, de AE07. Me detuve en el rostro de la rusa; jamás había visto una foto de ella en la que no estuviese sonriendo.

—¿Y qué pasó con el mensaje de hace unos días? —preguntó Emily volteandose hacia mí.

La miré antes de hablar.

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