CAPÍTULO 40

1K 153 286
                                    


Me sentí en un bucle cuando, al pasar los días, seguía en la misma situación. Bloqueé la pantalla de mi celular mientras caminaba por las calles del internado. Entrar en las redes sociales era una mezcla de teorías sobre mi familia, gente buscando al desaparecido Nibbas y mensajes desconocidos que no tenía ganas de abrir.

El menor de los Badiaga llevaba más de tres días desaparecido. Esta información la sabía gracias a las redes, porque me había limitado a quedarme algunos días en casa de Rayhan, para estar fuera del radar de mi padre. Y tampoco es que quisiera ver a Liam luego de aquel extraño e incómodo reencuentro. Así que mi única fuente de información sobre el tema era Instagram. Había visto historias de Nick llorando y más de cien otras de gente buscándolo. La desaparición de Nibbas se había vuelto una preocupación global.

En casa de Rayhan ni siquiera nos habíamos besado. Nos dedicamos a ver películas mientras él me regalaba pequeñas caricias que me tranquilizaban. Esos días habían sido una pequeña pausa, pero ya estaba lista. Estaba lista para ver a Liam, para preguntar, para aclarar y para volver a nuestra nueva normalidad, para volver a leer juntos y dormir abrazados en el sofá de la sala. Estaba lista para que volviéramos a fluir, para encontrar salidas a todo lo que se nos presentara.

No quería creerle a mi padre, porque traté de alejarme unos días y la mirada perdida de Liam se repetía en mi mente como una ligera tortura. ¿Qué sería de mí toda una vida lejos de él? No había querido pensar en la respuesta desde que me lo pregunté.

Avancé por las calles del internado, pero esta vez no me sentía indestructible, solo era yo. La gente me miraba, murmuraba, husmeaba; seguro querían saber más sobre mi familia perfecta. ¿Y cómo culparlos? Planté una enredadera y creció mucho más de lo que proyectaba, nos envolvió, y solo esperaba que no nos asfixiara.

Subí las escaleras de mi edificio, abrí la puerta y, nuevamente, me encontré en la misma situación, llegando después de días y cruzándome con unos perdidos ojos azules, aunque, esta vez, el dueño de esa mirada era Nibbas.

Me mantuve por algunos segundos quieta frente a la puerta, procesando el hecho de que el Badiaga desaparecido estaba frente a mí, contemplándome tranquilo, como si su hermano mayor no hubiera enloquecido por saber dónde estaba.

Desde la entrada, mi primera reacción fue sacar mi celular y buscar el contacto de Liam, bajo la atenta mirada del rubio. Al llamar simplemente sonó, porque él no contestó; así que hice lo obvio y llamé a Nick.

—¿Mía? —su voz aún sonaba desesperada.

—Estoy con Nibbas en el apartamento —fue lo único que formulé.

—En tres minutos estoy ahí.

Cortó y regresé la vista al chico que me miraba con tanta intensidad. Me había hecho sentir un poco mal hablar de él como si no estuviera allí.

Suspiré y, dejando la puerta abierta, avancé hacia Nibbas.

—¿Estás bien? —indagué.

¿Quién sabe qué habría vivido en esos días?

Él solo asintió con la cabeza, mirándome con fijeza, parecía un cachorro herido y desconfiado.

—¿Tenés hambre? —insistí caminando hacia la heladera.

Nibbas negó con su cabeza y luego dejó salir aire, dejó salir un peso.

—Liam se va a ir a vivir de vuelta a Estados Unidos —informó con rapidez, tanta que las palabras parecieron estar enredadas mientras las analizaba en mi mente.

MelifluaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora