CAPÍTULO 03

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—Ya retrasando todo —murmuró la profesora al abrirme la puerta.

Era mi primer día de clase y, tal como dijo, había llegado tarde.

No tengo muy claro en qué me tardé. Quizás fueron los veinte minutos en los que me quedé mirando el techo y pensando en lo que había visto el día anterior, o quizás fueron los otros veinte en los que me quedé analizando el bonito uniforme.

A lo mejor había sido mi falta de tranquilidad la que había retrasado toda mi rutina.

Atravesé la puerta del salón y, como en los libros que solía leer, algunos murmullos no faltaron en aparecer. No estaba segura de querer saber sobre qué hablaban, pero mi necesidad de saberlo todo me obligaba a intentar descifrarlo; era imposible. La mirada de la profesora silenció a todos los estudiantes.

—¿Cuánto vas a tardar en presentarte? —preguntó impaciente, mientras yo miraba mi reloj.

Solo me había retrasado quince minutos.

No me interesaba demasiado presentarme y seguir siendo el foco de atención.

—Soy Mía Pepper —dije mirando las paredes del salón—. Vengo de Montevideo.

En realidad no tenía idea de qué decir sin sonar muy cliché.

—Yo soy Irenka, la profesora de matemática —se presentó asintiendo y echándole una mirada a los asientos—. Siéntate junto a Kanu. —Señaló el único asiento libre al fondo del salón, junto a mi compañero de habitación.

Todos dirigieron su vista hacia él, aunque Liam parecía estar en otro planeta. Casi podía asegurar que el castaño tenía puestos sus auriculares inalámbricos.

Acomodé mi falda y caminé hasta el último asiento.

Todos observaban cada uno de mis pasos, tal como supuse que harían el día de mi llegada. Ya no estaban Nick, Nibbas y Liam para hacer un escándalo y llamar la atención de los estudiantes.

El castaño elevó su mirada y se cruzó con la mía. Me senté a su lado tan rápido como pude y me acomodé en mi parte del asiento.

Luego la clase continuó. Ya nadie recordaba mi existencia.

Observé la tableta del castaño y, lo que parecía un poema, estaba escrito en ella. Quise husmear un poco más, descubrir si le gustaba escribir y sobre qué temas lo hacía. Liam descubrió mi plan más rápido de lo que me hubiera gustado y cambió de página sin mirarme.

Silver Study contaba con tabletas personales para cada estudiante. Para utilizarlas era necesario tener un usuario registrado y, para desbloquearlas, había que escribir el código trasero de la tarjeta de estudiante. Pero la tableta no servía para usar redes sociales, ni plataformas de streaming, solo habían diversas aplicaciones que servían para las clases y, la única red social existente, era la de estudiantes, en la que podías comunicarte con tus compañeros y profesores.

Comencé a prestar atención a la clase y Liam siguió escribiendo en su tableta; no volví a intentar descubrir de qué se trataba.

Había notado que, lo que ellos estaban aprendiendo, yo lo había estudiado meses atrás con mi institutriz, por ende me entretuve personalizando mi tableta, solo para no proceder a pensar en las muertes inoportunas. Ya había puesto foto de perfil, fondo de pantalla y personalizado los colores de algunas aplicaciones, cuando se me informó que la batería se agotaba.

Ingresé a Silver Students, me incliné a un lado —de forma en la que mi compañero no pudiera ver qué hacía— y busqué Liam. Me aparecieron tres estudiantes con el mismo nombre.

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