CAPÍTULO 32

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Cuando una está frágil tropieza rápido en los brazos incorrectos.

Rayhan estaba parado frente al arroyo con el ceño fruncido y quitándose su abrigo.

—¿Estás borracha, Mía?

Lo contemplé otra vez, su altura imponente, su figura prometedora, la cautivadora forma en la que siempre llegaba para salvarme. Me pregunté si estaba enfocándome en el príncipe incorrecto.

Se quitó su suéter con lentitud y yo me paré. El agua del arroyo me llegó hasta las rodillas. Comencé a sentir el frío que emanaba mi ropa húmeda y el arroyo por sí mismo. Me arrepentí de la estupidez que había hecho. Al menos funcionó como un baldazo de agua fría. Todo lo había sido: Inna, mi hermano, Emily, Liam. No había nada en mi vida que no estuviese intentando forzarme a abrir los ojos, pero yo seguía cegada, negada.

El universitario me extendió la prenda y salí del arroyo aproximándome a él. No dudé ni por un segundo al tomar la prenda de sus manos y ponérmela sobre mi ropa mojada, aunque sin dejarme hacerlo por completo me abrazó con fuerza, tanta que no me dejó mover mis brazos para devolverle el gesto.

Me pregunté si ese día todos notaron más tristeza en mis ojos de la que debería haber.

—Primero que nada, buenas noches, Rayhan —murmuré sobre su hombro en un intento de bromear, de que él no se cruzara con las emociones que pasaban por mi mente. Quería que nuestros vínculo siguiera siendo el mismo, que él dijese algún chiste incómodo y yo me encontrara obligada a carcajear.

Su abrazo se soltó un poco y contempló nuestros alrededores, precavido. Fruncí el entrecejo.

—Me alegra que estés bien, Mía —dijo con sus manos sobre mis brazos.

Asentí, a pesar de que era mentira. Nunca había estado tan mal, nunca había llegado tan bajo.

De todas formas un calor agradable se extendió en mí tras oír eso, un calor que hasta me quitó algunas penas. A alguien le alegraba que estuviese bien.

—¿Qué pasó? —cuestioné.

Rayhan frunció el ceño.

—¿De?

—Que viniste...

Soltó aire.

—Tuve que hacer unos mandados por acá a la vuelta —le restó importancia.

Mostré una expresión de sorpresa que lo obligó a sonreír; me encantaría imitarlo, pero el frío comenzaba a hacerme temblar.

Rayhan parecía estar por irse, pero yo permanecí estática en mi lugar, comenzando a interrogarme a mí misma.

—¿Por qué te alegra que esté bien? —solté.

El rostro de Rayhan expresaba confusión.

—Porque yo... No... —Me preocupó que no supiera qué decir. Lo contemplé con temor. Él miró a nuestro alrededor, me pregunté qué era lo que tanto buscaba. Soltó aire antes de hablar —. Mi padre te está buscando, Mía, ¿sí? Me avisó un amigo que trabaja con él y esperaba encontrarte antes.

Terror. Me aterrorizaba que el padre de Rayhan hubiera cumplido sus palabras, pero me aterrorizaba aún más que Nick no hubiese cumplido la suya, que no me hubiesen dejado poner de mi dinero y ahora aquel hombre iba a por mí. Mientras Liam carcajeaba con Tiffany a unos cuartos de distancia.

—¿Y él qué va a...

La respuesta de Rayhan fue negar con su cabeza en mi dirección.

—No sé, Mía. A lo mejor acusarte de algo y dejarte en cana. Es lo que se me ocurre. Y es una mierda, porque no tenías nada que ver con esto y el hijo de puta de mi padre te agarró de punto.

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