Abrí la puerta del apartamento suspirando.
Estar en el mismo lugar que Liam dolía, pero vivir en el mismo sitio lo hacía el doble.
—¿Estás bien?
Su voz impactó en mí más rápido de lo esperado.
Había tardado bastantes horas en regresar para confirmar que él estuviera en clases de italiano y no tener que cruzarlo pero, al parecer, mis cálculos habían fallado.
—Sí —murmuré caminando a pasos rápidos hasta mi habitación.
—Mía —volvió a llamarme.
No quería mirarlo.
Me había sentido mejor. Rayhan había hablado toda la madrugada conmigo sobre banalidades y me había dejado dormir en su cama mientras él dormía en el sofá; me había olvidado del problema de Liam. Mirarlo era caer de nuevo.
—¿Qué?
Suspiré girando.
—¿Qué te hice?
Fruncí el ceño hacia él. Sus ojeras se veían un poco más grandes.
—¿De qué hablás?
—No sé, no me hablaste, ni me contestas.
—¿Por qué tendría que pasar algo?
Giré por completo hacia Liam.
Aunque quisiera, no podía sentirme en peligro con el castaño cerca.
—Ayer huiste de mí.
Exhalé antes de hablar.
—Tengo mis propios problemas, Liam —fui cortante. Me dolió más a mí que a él, o al menos eso esperaba cuando vi mis palabras golpear directo en su rostro.
—No me molesta ayudarte, Mía.
Dio un paso hacia mí y decidí que era suficiente.
—Nada de esto estaría pasando si no fuera por culpa tuya y la de tus hermanos.
Y me encerré en mi habitación.
Seguro él pensaba que hablaba sobre la amenaza de Celal, pero se trataba de mucho más.
Me recosté sobre la puerta de mi habitación soltando aire por mi boca. Mis ganas de llorar aumentaron e hice lo posible por retenerlas cuando una lágrima amenazó con salir.
Quería irme, pero no quería volver a Liam y sentir que lo había roto en pedazos. ¿Cuántas veces él me había roto el corazón? ¿Por qué era yo quién debía sentirse culpable? Quería restarle a todo la misma importancia que él, quería manejar las situaciones de la misma forma en la que él lo hacía... pero querer no es poder.
Cuando oí la puerta de la habitación de Liam cerrarse abruptamente, abrí la mía con suavidad, corroborando que él ya no estuviese en la sala. Y —por supuesto— ya se había encerrado en su habitación.
Salí del apartamento y caminé escaleras abajo. En vez de avanzar rumbo al instituto, caminé en dirección a la oficina de Emily, estaba segura de que la pelinegra ya estaría trabajando.
Al llegar a la oficina golpeé tres veces la puerta y fue Sila quien me abrió (lo cual ya era bastante extraño). Ingresé solo dando algunos pasos y el puesto de la pelinegra se encontraba abandonado.
Fruncí el ceño.
—¿Y Emily?
—Se tomó el día libre —explicó sonriente.
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Meliflua
Mystery / Thriller¿Quién creería que un simple hashtag era lo suficientemente poderoso como para hacer que una escritora terminara cambiando su vida entera, solo para escribir una tonta historia de romance? Probablemente no Mía Pepper. Pero, sin conocer el amor, ar...