Los días y las clases pasaron rápido en la espera de la gran fiesta anunciada por doquier, o quizás solo yo lo sentía así, últimamente tenía mucho más entretenimiento del que había experimentado en —probablemente— toda mi vida. Inna iba a buscarme todas las mañanas antes de entrar a clase, me acompañaba a almorzar y algunas noches me invitaba a su apartamento a ver una serie coreana que siquiera me gustaba, pero era lindo tener compañía, o pretender que no entendía los remates de los chistes, para que ella buscara maneras... extrañas de explicármelos.
Por otro lado Emily había estado envolviéndome en cuestionamientos sobre mis libros, mis personajes, e inclusive mis lectores más fieles. También me preguntaba diariamente si había vuelto a recibir otro mensaje de aquel número desconocido, luego de habérselo informado solo para verificar que no me odiaba tras el beso con Rayhan... De igual forma, yo había asumido que el mensaje podía ser una distracción, (teniendo cuenta que solían serlo en mis libros) para llevarnos por el camino contrario a las respuestas; va, más bien llevarlos, porque yo no estaba siendo para nada incluida en la investigación por fuera de los interrogatorios. Pero tampoco me quejaba, sabía que le estaba restando más importancia de la que debería, pero no era un tema en el que quería estar hundida a diario.
Inna me aportaba alejándome de todo aquello que me carcomía durante los silencios. Inna no conocía el silencio.
Emily tan solo se había comunicado conmigo —por fuera de las muertes— para rogarme que, al igual que todos los trabajadores del periódico, llevara el disfraz un rojo que nos representaba como la resistencia. No sabía a qué nos resistíamos, pero era una buena excusa para no pensar demasiado en el disfraz.
No sabía si me quedaba bien. No era más que un traje rojo.
La puerta del baño no conseguía ahogar el sonido de la música, y noté que se volvía algo —aún— más imposible cuando tantas chicas entraban y salían en cuestión de segundos.
La pantalla de mi celular vibró sobre el lavabo y se encendió, comunicándome que una notificación acababa de llegar. Era un mensaje, supuse que de mi compañía telefónica, pero la idea de que fuera aquel anónimo me aterró un poco y me obligó a desbloquearlo para descubrir de qué se trataba. Visualicé el nombre de Ann en mi pantalla, pero aquello no cesó mi tensión cuando me detuvo el mensaje.
Ann: Resubí esa historia en la q t mencionaron sobre un beso. Es buena propaganda ;).
Lo primero que pasó por mi cabeza era el beso con Rayhan, no había forma de que fuese relacionado con otro beso porque no existía. Temí que alguien nos hubiera tomado una foto para subirla a Internet. ¿Quién habría sido? ¿Nancy? ¿Los amigos de Rayhan?
Corrí hacia mi cuenta de instagram.
La mención de mi usuario en la historia de @innapasternaka me hizo fruncir el ceño. ¿Inna había tomado la foto?
Había intentado olvidar el beso los días siguientes a él, no me había ayudado en nada para comenzar con el libro. Por suerte mi padre no había vuelto a insistir.
¡Hoy es el día de los besos robados! ¿Quién tendría que animarse?
@miaapepper @miaapepper @miaapepper @miaapepper
Me detuve unos segundos a contemplar la historia.
Me dio hasta gracia cuando percibí mi relajación automática. ¿A quién iba a robarle un beso justamente yo? Reí rodando los ojos y guardé el celular en uno de mis bolsillos.
Sí, Rayhan comenzaba a interesarme un poco, y sí, me había maquillado porque recordaba que él y sus amigos irían a la fiesta. Pero estaba segura de que no se repetiría, de que él ya lo habría olvidado y estaría revolcándose con alguna chica en la playa. Él no me ayudaba a entender el amor ni a escribir sobre él.
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Meliflua
Mystery / Thriller¿Quién creería que un simple hashtag era lo suficientemente poderoso como para hacer que una escritora terminara cambiando su vida entera, solo para escribir una tonta historia de romance? Probablemente no Mía Pepper. Pero, sin conocer el amor, ar...