CAPÍTULO 38

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Liam me había acercado a su cuerpo casi tan rápido como yo me había abalanzado. Acariciaba mi espalda de arriba hacia abajo mientras yo cerraba los ojos ante el suave contacto de sus yemas.

Peiné su cabello con mis dedos, elevándome un poco más para lograr hacerle masajes, ante eso la mano de Liam se insertó bajo la fina tela de mi camisa. El castaño comenzó a hacer el mismo recorrido pero esta vez piel a piel, esta vez cruzándose con la tela de mi sostén.

Lo sentía trazar ondas, trazar infinitos, trazar corazones y noté como mis vellos se erizaban. Mi piel se estremecía a cada milímetro que él recorría.

Me alejé del castaño, recayendo sobre mis pantorrillas, pero solo lo suficiente para que Liam pudiera seguir en contacto con mi cintura y yo reposara mis manos sobre sus mejillas.

El castaño sonrió y pasó su lengua por sus dientes superiores. Sonreí.

Lo sentí presionar con sus dedos mi cintura. Eso habría quedado marcado por algunos segundos en mi pálida piel.

Acaricié sus mejillas y parte de lo morado en su ojo. Liam siquiera pestañeó.

Amaba cuando todo se tornaba nuestro, cuando lo fascinante de su mirada opacaba cualquier sentimiento que no estuviera en el rango de su pecho y el mío.

Observé sus labios rosas y mi respiración se entrecortó por un momento. Lo quería sobre mí, pero no quería perder esto, que no lográbamos sentir hace días.

Dejé que mi pulgar se trasladara sobre la suavidad de su labio inferior, pero él lo atrapó entre sus dientes, mirándome. Yo reí. Quité mi dedo, lo devolví a su mejilla y contemplé sus ojos celestes, que me observaban como si fuera la primera vez que lo hacían, y me impulsé a sus labios.

Liam deslizó sus manos para aferrarse a mis caderas, ejerciendo presión hacia su dirección; yo lo ayudé.

En cuanto nuestros labios se unieron dejé salir un pequeño suspiro que nos interrumpió por un segundo. Aferré mis manos en su nuca, arrodillándome por completo, para tener más acceso a él.

Mientras nos acoplábamos a la sintonía de nuestros labios Liam deslizó sus manos por mi trasero, con lentitud, y solamente se detuvo cuando llegó a la parte superior de mis muslos, pero lo había hecho para dejarme caer sobre él.

Sentí todo suceder en cámara lenta cuando dobló sus rodillas tras mi espalda y nos hizo estar más cerca de lo que jamás habíamos estado. Sus manos se deslizaron sobre mis muslos y luego ascendieron hasta mi cintura, yo acerqué su rostro más al mío.

Liam me besaba como solía hacerlo, con ternura, pero yo lo besaba por todas las veces que no pudimos, por todas las veces en las que nuestros labios no se iban a volver a encontrar. Aunque sabía que nada ni nadie podría quitar de mi memoria la textura de sus labios.

Pero, entonces, por primera vez, Liam tornó el beso apresurado. Nuestros labios danzaban a un ritmo mucho más rápido que los latidos acelerados que sentía en mi pecho.

El castaño alejó nuestros rostros, solo para dejarme caer sobre el sofá.

Fruncí el ceño al verlo sobre mí, se inclinó y volvió a besarme, mientras yo me limitaba a seguirlo y acariciar su cabello. Liam acoplaba su gran mano en mi cintura. Su pierna ya estaba enredada entre las mías, demasiado cerca de mi pubis.

Volví a apretar su rostro al mío, como si fuera posible sentirnos aún más. Sabía que lo era.

El castaño se alejó de mí, apoyando sus codos a mis lados y contemplándome, como si yo fuese una maravilla.

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