CAPÍTULO 37

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Pero, entonces, el alcohol salió de mi sistema, mi cabeza dolía y yo estaba nuevamente pensando en muertes, y Liam, al mismo tiempo. No por estar acusándolo otra vez, sino porque me había declarado. ¿Me arrepentía? No.

Él no nombró el tema.

¿Qué sentido tenía pretender que él no sabía todo lo que yo sentía, si mi mirada lo expresaba a gritos?

Mordí mi uña.

Él no me había contestado, y tampoco me sorprendía. Llevaba años amando a alguien más, ¿qué sentido tenía comenzar a amarme a mí? Amar sonaba a mucho. Él siquiera había ido a clases.

Y luego estaban las muertes. Todavía no tenía ninguna respuesta y, cuando creí estar cerca de algo, encontraron una paloma muerta frente al arroyo; eso había sido todo, no existía esa tal Julia. Habían jugado conmigo, otra vez.

Observé a ambos lados antes de cruzar la calle y avancé a pasos largos.

Abrí la puerta del edificio y comencé a subir las escaleras a gran velocidad. Tenía que solucionar toda esta mierda. Ahora estaba sola en esto del descubrimiento, ni siquiera mi hermano me hablaba.

Bufé.

Familia de mentirosos.

Abrí la puerta de mi apartamento, decidida a sentarme frente a las fotos de los crímenes y no moverme ni para ir al baño hasta descubrir quién estaba generando tanta mierda.

Pero entonces Liam me contemplaba desde el sofá, con una libreta en su mano y una cerveza en la otra.

Le dediqué una sonrisa a boca cerrada y avancé hacia mi habitación. No tenía tiempo como para ponerme a pensar en todo lo que me provocaba.

—Mía —me llamó, tras ver que lo pasaba de largo.

Me detuve y volteé en su dirección.

—¿Qué?

—Quiero hablar contigo.

Exhalé.

—¿De?

—De lo que siento.

Suspiré y observé su botella.

—¿Después de tomar alcohol? ¿Para que me ignores otra vez?

Lo contemplé bajar la mirada. Parecía un niño pequeño con sus piernas cruzadas.

Contemplé el sillón sobre el que estaba sentado. ¿Dónde estaba Emily? No la veía hace días. ¿Habría vuelto a casa?

—Yo... Siento que los dos tenemos muchas dudas, podemos solucionarlo, juntos. Me siento preparado —pidió.

Me detuve a observarlo y luego a la puerta de mi cuarto. Liam podía darme algunas respuestas importantes.

—Es porque tomaste —repetí.

Me regaló una mueca.

—Te juro que solo tomé unos tragos —suspiró —. ¿Podemos hablar? Pero prométeme que vamos a decir la verdad y nada más que la verdad, completa.

No llores, Mía.

—Bueno —acepté caminando hacia el sofá y me senté frente a Liam, con las piernas cruzadas al igual que él.

Su ojo seguía morado, y yo aún no sabía porqué.

—No sé muy bien cómo decirlo, pero... Hice una canción. No está ni de cerca completa, pero tal vez... —Liam extendió la libreta abierta y lo contemplé frunciendo el ceño, él volvió a insistir, así que la tomé y guié mi mirada al texto sobre ella.

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