CAPÍTULO 11

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—Su color favorito era el blanco, tenía 16 años y un novio dos años mayor. Su familia es millonaria, tenía cincuenta mil seguidores en Instagram, no tenía hermanos y amaba a un cantante canadiense. Estudiaba ciencias y era rusa.

Emily asentía con cada dato que oía salir de mis labios. Cuando terminé le echó un vistazo a su celular.

La familia de Inna era tan poderosa que investigar sobre ella había sido tan sencillo como buscar su apellido en la web. Con solo hacerlo supe cosas como que sus vacaciones eran en Grecia y que sus padres eran dueños de una compañía que se centraba en la seguridad... Hubiera funcionado para siempre, si ella no hubiese tropezado conmigo.

—También sé que el día de la fiesta ella estaba con un chico. No era algo formal que apareciera en internet, pero ella me dijo que no era la primera vez en la que se coqueteaban. Fue la última persona con la que la vi... Se lo dije a la policía pero no hicieron nada.

Eso pareció devolver la atención de la periodista a mí.

—¿Quién?

—No sé. Era pelirrojo.

—Eso no aporta nada —concluyó Emily —. Tenemos que ir a los detalles concisos antes de que sea muy tarde.

Muy tarde. Ya era muy tarde.

Pero la entendí.

Bajé mi mirada hacia el suelo y tomé una pequeña respiración. Investigar sobre aquel chico me parecía un punto de partida perfecto. Además Emily conocía a medio internado, de seguro podía identificarlo en menos de dos segundos.

—Sí. Muchos pelirrojos —sumó Johann —. Podría ser peluca, también. No olvidemos que era una fiesta de disfraces, podría ser alguien disfrazado de... Chucky.

No quise dudar de Johann en ese momento, pretendía confiar en ellos, pero ¿por qué estaban tan negados en buscar al chico? ¿Lo conocían? ¿Eran sus cómplices?

—No estoy tan segura... —quise continuar.

Emily bufó interrumpiendo.

—Mi turno —anunció, dándole una mirada al celular en su mano izquierda —. Denian también tenía 16, estudiaba leyes, era de Egipto, no tenía redes sociales y era de familia millonaria.

La pelinegra volvió a guardar el celular en un bolsillo tan rápido como habló y luego miró a Johann, esperando que aprovechara su turno.

Íbamos de camino a Punta Ballena y aprovechábamos para comentar todo lo que habíamos investigado en esos tres días sobre las personas asesinadas.

Decidimos visitar primero Punta Ballena, ya que era más lejos y, además, no tenía idea de cómo entraríamos al edificio de leyes sin una tarjeta de ingreso. De todas formas, ¿no sería un allanamiento ilegal de propiedad privada?

—Federic estudiaba leyes, nació en Egipto al igual que Denian, tenía mil seguidores y una familia millonaria. También tenía 16 y en sus fotos usaba mucho el color blanco, si sirve de algo —El chico comentó tras elevar sus hombros y mantuvo la vista en el celular, como si eso pudiera hacer que aparecieran mágicamente más datos.

Parecía que ninguno de ellos había recolectado la información suficiente. No se estaban tomando el asunto con la seriedad que cargaba. No estaba segura de qué significaban las muertes para ellos... No estaban siendo incriminados y casi que no conocían a las personas asesinadas.

Me preocupaba que todo fuese un juego en el que me había involucrado.

—¿Entonces lo único que tienen en común es la edad, el dinero y el color blanco? —La periodista bufó —. Deberíamos seguir investigando —concluyó lo obvio.

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