CAPÍTULO 05

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—La función derivada de una función f(x) es una función que asocia a cada número real su derivada, si existe, se expresa por f(x)... —Me silencié al ver que Liam —nuevamente— no me estaba prestando atención, por revisar algo en su celular.

Llevábamos veinte minutos de idas y vueltas. El castaño no podía concentrarse por más de tres minutos seguidos. Tenía la concentración dañada.

Suspiré, me acomodé en el sofá y, cuando estuve unos cuantos segundos sin hablar, sintiendo la rabia esparcida en mi interior, él volvió a mirarme.

—¿Ya terminamos? —cuestionó, finalmente prestando atención.

Fruncí el ceño con molestia; ya estaba irritada. Podía sentir mi rostro rojo y mi estómago gruñir.

—No, Liam. No terminamos. No me estás prestando atención. Me hice un espacio en mi tiempo para prepararte una clase, y estar acá intentando explicarte a vos, que no sos ni siquiera capaz de pretender que me mirás. Por respeto, por lo menos. Es lo mínimo— le recriminé, acercándome mis cosas que estaban sobre la mesa.

Entonces él frunció el ceño.

—No te pedí que lo hicieras. No hay nada que me importe menos que una clase personalizada de matemática —dijo con molestia, lo que generó lo mismo en mí.

Mal agradecido; eso debería estar en su descripción de estudiante.

Con razón estaba constantemente solo, ¿quién podría soportar a una persona así?

—Irenka lo hizo —repliqué pausadamente, en un torpe intento por calmar las aguas ardientes de mi interior.

—¿Y te interesa? Soy el hijastro de la directora, Irenka no tiene tanto poder. En tres horas puede quedarse de patitas en la calle.

Tras formular aquello regresó la vista a su celular, como si no hubiera demostrado ser una de las peores personas que había conocido.

—Entonces supongo que sí —murmuré.

—¿Qué? —dijo con aparente cansancio.

—Terminamos.

Regresé a la mesa, tomé mi tableta y me retiré del living. Él siquiera me dedicó una mirada, de ningún tipo; no parecía estar ni enfadado, ni arrepentido, ni sentirse mínimamente culpable.

Bufé con rabia.

Mi compañero me miró por algunos segundos y yo lo imité, esperando alguna disculpa de su parte, pero esta no llegó.

Caminé hasta la puerta sin mirar atrás. Necesitaba salir a tomar aire.

Bajé las escaleras con algunos saltos y, cuando llegué al lobby, me coloqué mi capucha y auriculares. Estiré mis brazos y mis piernas, preparándome para salir a trotar.

Irenka nos había repetido en clase que Liam necesitaba —urgentemente— tomar las clases particulares de matemática, así que yo me había dedicado a investigar la forma más sencilla de estudiar el tema, había hecho un video explicativo y me había tomado el tiempo para prepararle un ambiente cómodo. Y su respuesta a ese esfuerzo fue hablarme de mala manera. Y no es que hiciera las cosas esperando algo a cambio pero, como mínimo, esperaba un poco de atención o que asintiera sin parar aunque en realidad no entendiera.

Suspiré.

Quizás solo había usado las matemáticas como método para olvidar lo que realmente estaba pasando a mi alrededor. Las últimas noches no había podido dormir más que un par de horas. Mi mente estaba llena de teorías y comentarios propios que me obligaban a llorar hasta que mis ojos ardieran.

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