CAPÍTULO 28

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Pequeña meliflua.

Me removí cuidadosamente mientras contemplaba a mi compañero de habitación dormir. No quería despertarlo.

Exhalé.

Me costaba expresar la paz que me transmitía el verlo tan tranquilo, el pensar que ninguno de sus demonios lo estaría atormentando en ese momento y, el pensar que, eligió compartir sus horas de paz conmigo.

Bostecé.

Se veía tan lindo.

Apretó su abrazo y contemplé con deseo la puerta de mi habitación; necesitaba ir al baño.

Lo miré de nuevo. No quería despertarlo y no iba a hacerlo, seguro él tampoco lo haría si me encontrara durmiendo.

Sonreí.

A veces era tan malhumorado que me sorprendía verlo dormir sin el ceño fruncido. Tenía unas pestañas tan lindas y el cabello tan desordenado, quería peinarlo con mis dedos hasta que cayera por su frente de lo lacio que estaría.

Sus labios rojizos estaban secos y un poco rotos, estaba segura de que no era por el frío

Finalmente el castaño abrió los ojos. Me observó por algunos segundos, adaptándose, y luego me dedicó una leve sonrisa; sin dudarlo ni un solo segundo se la devolví.

Liam se estiró para depositar un beso en la punta de mi nariz.

Me envolvió aún más en su aroma tan característico, y en nosotros, porque estaba segura de que estábamos en eso.

—Buen día —murmuró.

Me encantaba su voz a todas horas pero su voz durante la mañana, tan ronca y serena, tenía el puesto número uno.

Al no recibir más que una sonrisa de respuesta volvió a acomodarse ajustando nuestro abrazo, subiendo una pierna a mi cuerpo y hundiendo su cabeza en mi pecho.

Llevé mi mano a su cabello y lo acaricié con suavidad por algunos segundos, el castaño parecía disfrutarlo.

—Tengo que ir al baño —susurré, como si alguien más nos estuviera oyendo, como si ese alguien pudiera romper nuestra burbuja.

Lo sentí sonreír en mi cuello y luego levantó su rostro hacia mí. Le sonreí y me senté, a Liam no le quedó más opción que soltarme y eso hizo mientras, bromeando, me regaló una mueca de enfado.

Me levanté del sofá y me estiré.

Habíamos dormido bastante apretados y mi cuerpo necesitaba respirar un poco, pero esas siestas no las cambiaría por nada.

Avancé hacia mi habitación y tras abrir la puerta le eché una última mirada a Liam, el castaño estaba con la vista fija en el techo y ambos brazos cruzados sobre su pecho, esperándome.

Sonreí.

En cuanto ingresé noté que algo no se veía habitual, no se veía familiar, y estaba en lo correcto. Había un papel un poco arrugado reposando en el medio de mi cama.

Esperándome.

No quise revisarlo, quise pretender que no estaba allí, pero me prometí ya no hacer eso.

Lo tomé para revisar. A plena vista noté que su estructura parecía un poema.

¿Lo habría dejado Liam mientras dormía?

Aunque sueltes,
aunque trates de pretender,
aunque intentes creer
que no es tu culpa
ni tu responsabilidad,
vos sabés,
pequeña meliflua,
que en realidad
sí lo es.
Sabés que Inna
murió por tu culpa,
que Liam
va a hacerlo también
y que,
hasta la muerte de desconocidos,
fueron gracias a vos.
Decime,
¿nunca temés?
Tan meliflua,
con tu mirada
y esa sonrisa,
tan meliflua
que siempre serás
mi inspiración.

MelifluaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora