E X T R A

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¿Quién es Mía Pepper?

Comenzaré siendo honesto, la primera vez que la vi me pareció patética. Caminaba por las calles del internado con más dudas que aciertos y, aunque observaba todo con atención, tenía más miedo que cautela. Ella quería pasar desapercibida pero, de una forma u otra, siempre brillaba más que los demás; estoy seguro de que ella nunca lo supo.

Parecía tan atenta a todo, pero tan perdida en ella a la vez, inevitable observarla. Ella tampoco me dejó pasar por alto y, ¿cómo hacerlo? Era protagonista de un escándalo.

Luego la tuve que acompañar al apartamento y sus intentos por entablar una conversación hasta me sonaban desesperados. No voy a mentir, no la soportaba, de hecho, sentí la necesidad de no volver a estar con ella por algunos días o, si tenía suerte, nunca jamás.

No tengo ninguna razón muy válida para justificar mi actitud de mierda, pero digamos que la escritora era un poco irritante. No se sentía para nada como un respiro del caos.

Más tarde la vi aterrorizada, perturbada, y por alguna razón algo me dijo que la cuidara. Honestamente no quise escuchar.

La sentía observarme cada clase, analizarme, y hasta escribir sobre mí, me era inevitable cuestionarme porqué le generaba tanta intriga, así que comenzó a generarme lo mismo. ¿Por qué alguien como yo le interesaría tanto a alguien con ella?

Y ese tonto juego de curiosidades dejó de ser divertido, ahora tenía que cuidarla de mi propia familia.

No me gustaba verla cuando me enseñaba matemáticas, no podía lidiar con su intensa forma de mirar, parecía que, con solo dos miradas, me destapaba cada rincón oscuro de mi ser, odiaba eso. ¿Cómo una chica tan tonta tenía tanto poder?

Pero, queriendo alejarla, se hundió a fondo en el peligro, y supe que no tenía salida de su sonrisa, aunque a veces me costaba asumirlo. Únicamente cuando estábamos a solas sentía que no le iba a pasar nada, sentía que nadie podía hacerle daño si yo estaba ahí y ella me hablaba de constelaciones. Se había vuelto mi universo personal, estar cerca de ella era una serie de descubrimientos constantes.

Yo sabía que ella también se merecía su propio universo, y yo solo era un poco de materia perdida en su historia, pero era demasiado egoísta como para permitirle descubrir que yo no era para tanto.

Era un cambio enorme, pasar de estar con alguien que solo te quiere por compromiso a estar cerca de alguien que quiere descubrir todo sobre ti, ¿por qué me hubiera gustado alejarme? Parecía lo único que me hacía bien entre tanta mierda.

Mía hablaba mucho, pero llenaba cada silencio de mi mente.

Y, entonces, cada vez que la besaba, descubría que los cuentos de hadas se podían tornar reales. Mi existencia estaba tranquila cuando se conectaba con la suya y las galaxias parecían encontrarse entre nuestros labios, sé que suena raro, pero sus besos se tornaron una magia indefinible.

La vi tan rota. La vi en pedazos y quise reconstruirla, pero solo sabía romperla.

Liam Kanu.

Tarea no enviada a Agustín Downey, profesor de literatura.

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