La semana había sido lenta, tortuosa y agotadora.
Ya habían muchos detectives trabajando en el caso de Inna. Habían interrogado a Emily, Nancy, a la directora y a mí. Nadie tenía la suficiente información para dar y eso me frustraba más. Estaba segura de que el chico pelirrojo tenía algo que ver, pero cuando le dije a los detectives no supieron identificarlo, yo no lo había visto en ninguna otra ocasión por fuera de la fiesta y casi que parecía no existir. Nadie se confiaba de un color de cabello en una fiesta de disfraces. ¿A quién se le había ocurrido esa estupidez?
Solo pude hablar de nuestras series coreanas y de su padre el nómada.
Luego todo volvió a su rumbo natural.
Abría los ojos, miraba fijamente el techo, esperaba a que sonara la alarma, me levantaba, iba a clases, miraba con atención la espalda de la persona que se sentaba frente a mí en el salón, volvía al apartamento, veía la serie que me había enseñado semanas atrás y a penas dormía, y tampoco estaba muy segura de cada cuánto comía. Esa era mi nueva rutina diaria.
Todo había sido tan repetitivo que, cuando Nick me invitó a su Sunday Party, por mi mente ni se asomó la idea de negarme. Antes de siquiera notarlo ya estaba recostada en el sofá de Nick.
Quizás una variación en la rutina conseguiría salvarme.
No entendía muy bien qué ocurría en aquella fiesta o de qué se trataba, pero la música estaba baja, las conversaciones parecían murmullos, no habían más de veinte personas y, lo mejor de todo, me sentía segura allí dentro, a pesar de que no estaba segura en ningún lado. Podía ver el rostro de cada uno de los invitados, detallar sus facciones e, inclusive si quisiese, podría preguntarles sus nombres, edad y robarles sus cédulas de identidad.
Estaba recostada sobre el sofá negro, lo ocupaba todo, y a nadie parecía importarle, pero un deje de culpa me recorrió tras notar que había gente reposando en la alfombra. Me enderecé para sentarme, crucé mis piernas sobre el mueble y recosté mi cabeza en el respaldo, para continuar contemplando el techo.
El apartamento de Nick era mucho más grande que el mío, hasta tenía una barra en él. Tenía sentido si comparaba su posición en el internado con la de todos los demás estudiantes.
Segundos —o minutos— después sentí un toque en mi hombro.
—¿Quieres? —oí casi al instante.
Desvié mi vista a un lado y allí estaba el anfitrión de la fiesta dominguera, sentado a mi lado, extendiéndome un vaso que poseía un líquido naranja. Me enderecé un poco sobre el sofá, me giré hacia él y lo agarré.
—Gracias —contesté junto con una sonrisa a boca cerrada.
—¿Estás pasándola bien?
Era lo mismo que en el apartamento, pero menos solitario. Así que asentí.
Me llevé el vaso a la boca y, en cuanto tomé un sorbo, cerré los ojos por el fuerte sabor que tenía. Mentiría si dijera que no me hacía acordar a las bebidas que le robamos con mi hermano a mi padre, había sido un día en el que él volvió oliendo exactamente a esas botellas y quisimos saber si a nosotros también nos volvía tan graciosos. Por suerte mamá nos encontró antes de que fuera muy tarde.
Cuando volví a abrir mis ojos contemplé a Nick al instante.
—¿Qué es? —cuestioné.
Él rió.
—Es solo jugo de naranja con vodka. No estaba seguro de si bebías o no —explicó, sonriendo apenado. Dejé el vaso sobre la mesa antes de volver a oírlo hablar —. ¿Y cómo va tu vida amorosa?
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Meliflua
Mystery / Thriller¿Quién creería que un simple hashtag era lo suficientemente poderoso como para hacer que una escritora terminara cambiando su vida entera, solo para escribir una tonta historia de romance? Probablemente no Mía Pepper. Pero, sin conocer el amor, ar...