—¿Ya está? ¿En serio? —le pregunté a Nick, con ansias. Parecía estar dando pequeños saltos a pesar de que no me interesaba.
No podía concebir la idea de que todo estaba solucionado con respecto a... los negocios de Nibbas, cuando tan solo horas atrás había estado en peligro gracias a que Celal me había tomado como punto de ataque.
Me pellizque el brazo para verificar que aquello fuera real.
—Sí, ya está solucionado —repitió el rubio frente a mí. Su sonrisa se ensanchó.
Le eché una mirada de reojo a Nibbas, curiosa, pero no parecía importarle.
—¿Ustedes pagaron? —cuestioné, aún con mi vista sobre Nibbas.
—¿Y qué esperabas, Mía? —contestó el rubio menor.
Decidí no contestarle. Le eché una mirada a su hermano, quien volvió a sonreír mientras elevaba sus cejas sin parar. Yo sonreí falsamente.
—Supongo que es momento de celebrar —Nick rompió el hielo.
¿Qué iba a celebrar si mientras solucionaba un problema tenía cientos más sin resolver?
Pero sí, supongo que era un problema menos.
El rubio abrió la puerta de aquella habitación y su hermano menor fue el primero en salir, a gran velocidad. Le sonreí a Nick a boca cerrada antes de seguir el mismo recorrido que Nibbas.
Me sentí respirar.
Nick estaba haciendo otra de sus características fiestas de domingo y en la mañana me había llamado, prácticamente rogándome que asistiera, así que así lo hice. El rubio nos llevó a su hermano y a mí a una habitación, y ahí habíamos aclarado todo entre los tres. No sabía si Liam se iba a enterar; no lo había visto.
Crucé el pasillo y noté que, esta vez, la fiesta no se parecía para nada a aquella en la que jugamos a la botella. Las luces se prendían y apagaban a la misma vez que cambiaban su color. Estaba lleno de personas. Ya no parecía tan exclusiva como las últimas veces.
Mi cuerpo se relajó y sonreí mientras pasaba entre medio de los cuerpos. Sabía que fiestas así eran mis únicas oportunidades de silenciar mi mente, eran mis únicas oportunidades de pretender que era una más.
Caminé hasta la barra y allí me recibió Iver, como siempre.
—Hola, linda —saludó.
—Iver.
Le sonreí.
—¿Qué vas a pedir?
—¿Qué querés darme? —repliqué.
Sonrió.
—¿Además de unos besos?
Rodé los ojos.
—Una bebida —concreté—
Me echó una mirada de cuerpo completo y luego se agachó tras la barra con indiferencia; era obvio que no iba a sacar nada interesante de mí, solo llevaba una remera enorme de Rayhan y unos jeans claros de su madre, sobre los cuales me sentía culpable, porque no le había pedido permiso, siquiera la había conocido.
Iver se levantó frente a mí y me extendió una botella con algo rosado dentro, le sonreí como agradecimiento y luego la sostuve, para comenzar a alejarme.
Pasé nuevamente junto a los cuerpos desconocidos en movimiento, hasta notar que estaba cerca de algunos sofás. Sacudí el líquido de la botella mientras me acercaba a los asientos, evaluando. Observé a una pareja besándose a un extremo del sofá y fue solo cuestión de tiempo para notar que, el chico que sostenía con tanto amor a alguien más, era Liam, y que ella era Tiffany. Él acariciaba su espalda mientras ella acariciaba su cabello y ambos se separaron sonriendo, en serio sonriendo. El castaño dejó un pequeño beso sobre los labios de ella y luego hizo un paneo general de la sala, chocándose con mis ojos.
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Meliflua
Mystery / Thriller¿Quién creería que un simple hashtag era lo suficientemente poderoso como para hacer que una escritora terminara cambiando su vida entera, solo para escribir una tonta historia de romance? Probablemente no Mía Pepper. Pero, sin conocer el amor, ar...