Capitulo 10

125 14 1
                                    

Juro que intenté mantenerme alejado de esa alcoba, lo juro...
El problema es que no podía, no podía evitar esta necesidad que crecía dentro de mi de ir a verla una vez más dormida.  Por eso estaba parado aquí, en el marco de la puerta sin poder apartar mis ojos de ese cuerpo entre las sábanas de seda negra, el contraste de su piel blanca y las sábanas la hacía parecer casi que irreal.
Tenía que admitir que por primera vez en años no sabía lo que me pasaba, esta extraña sensación de que necesitaba protegerla. De qué ella me necesitaba a mi para estar a salvo...
Agradecí en mi interior que me llamara, que me buscara solo a mi, el que no dejara que nadie se acercara a ella hasta que yo estuve a su lado. Me había gustado.
Mire mi reloj para darme cuenta de que llevaba más de ocho horas dormida profundamente,  sabía que tenía que hacerla comer alguna cosa...
Pero también sabía que era muy importante que durmiera, que recuperara energías y eso la mantenía fuera de los recuerdos del brutal ataque de ese maldito...
Suspire cansado, la tarde estaba por llegar a su fin y yo ya no tenia cabeza para nada más.
Baje a la cocina y me dispuse a preparar algo de cena para los dos.
Me serví una copa de oporto  y me concentre en lo que estaba haciendo. Me gustaba cocinar, lograba desconectarme de los problemas casi tanto como cuando estaba en el mar a bordo de un barco naval, con trecientos marinos a mi cargo y centrado en rescatar personas en medio de los diferentes enfrentamientos...
Amaba el mar, casi tanto como amaba a mi hermana Isabella y a mi sobrino Nico. La verdad era que gracias a Iván había vuelto a poder mantenerme en tierra firme, ya no me sentía que no pertenecía a ningún lado en el mundo...

- Necesita ayuda?

La voz suave de Daniela hizo que girara para descubrirla parada en la puerta, abrazando se a si misma e intentando por todos los medios dejar de temblar. 
No se lo que había pasado, pero me encontré perdido ante la imagen de ella frente a mi...
Verla dentro de esa bata que le quedaba inmensa, con el cabello ahora callen do suelto sobre sus hombros, aunque algunos largos mechones cubrían su rostro justo donde el morado estaba. 
Se veía muy bella pese a  lo que había pasado y como se encontraba en este momento...
Tuve que pasar saliva, porque realmente mi cuerpo se tenciono de manera estrepitosa.

- Daniela... Ven claro que puedes ayudarme.

Respondí tratando de sonreírle. Podía notará nerviosa, incomoda...
Sin saber exactamente que hacer o decir.
Avanzó a paso lento y se sentó frente a la isla de la cocina y se detuvo nerviosa mirando todo a su alrededor.

- Yo... Yo quería darle las gracias por lo
- Deja de pensar en eso Daniela. No tienes que hacerlo, me alegra que me llamaras. Anda, siéntate y ayudame a cortar esto...

Dije poniendo delante de ella algunas verduras.
Daniela tomo el cuchillo frente a ella y de inmediato empezó a temblar aún más, no podía controlarlo, las lágrimas empezaron a caer por sus ojos, estaba entrando en un ataque de pánico y comprendí que tenía que hacerla salir de esa sensación de inseguridad. Tenía que sacarla.
Me moví de manera rápida, no podía perder un segundo. Saque de sus temblorosas manos el cuchillo y tome su muñeca arrastrandola conmigo. No hable, no serviría de nada tratar de consolarla.  Cuando llegue hasta la alcoba me adentre con ella, fui al vestidor y busque la ropa apropiada. Menos mal que Iván había echo que trajeran más ropa de la que yo había tomado de su casa. Cuando lo tuve todo lo puse en sus manos que temblaban y sus ojos me miraban sin comprender lo que pretendía.

- Ve a vestirte con esto.

Hable en el mismo tono que le hablaba a los marinos bajo mi mando en la naval. Pero ella no comprendía.

- Que vallas a vestirte Daniela! Tienes dos minutos para estar lista. Y sujetate el pelo.

Ordene. Use un tono un poco más firme, pero era necesario.
Entró aún confundida en el baño y mientras ella se vestía con lo que puse en sus manos yo hice lo mismo. Todas mis cosas estaban ahí mismo. Después de todo era la alcoba principal y la que yo estaba utilizando hasta el momento.  Rebusque en mi maleta un par de cosas que sabía servirían.
Espere un par de segundos hasta que Daniela apareció en mi campo de visión y juro que sentí que me volvía loco. Apreté los puños con molestia por la reacción de mi cuerpo ante esa estúpida imagen y me gire volviendo a salir.

En las llamas de tu pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora