Capitulo 23

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Avanzaba por el corredor empujando la silla de ruedas de mi hermana  en dirección a la abitacion donde la mujer de Samuel estaba descansando después de dar a luz a sus cuatro hijos. Todos estábamos felices por ellos, pero yo no podía dejar de sentirme un miserable, Daniela no aparecía, no tenía idea si estaba bien, si mi bebé estaba bien...
Isa decía que todo saldría bien, que pronto daríamos con ella.
Si le había contado a mi hermana de Dani, y ella me confirmó lo que decía Iván, ella no sabía que el tipejo ese tenía una hermana. Daniela no había mentido y yo cada día que pasaba sin saber donde encontrarles me sentía más miserable que nunca.
Lo único que lograba mantenerme enfocado era lo que hacía por las noches, algo que esperaba le gustara...
Cuando llegamos a la sala de espera y nos encontramos con los demás todos estaban muy ansiosos y felices.
No era ningún secreto para todos que esto era algo demasiado importante para Samuel y su mujer, todos sabíamos lo que había pasado con ellos, cuanto habían sufrido los dos y el que hoy por fin fueran padres era algo grandioso. Sam prácticamente se había mantenido al cien por ciento enfocado sólo en su esposa y el embarazo, apenas si se supo de él en todos estos meses. Y era entendíble, entre su trabajo, el de Samantha, los cuidados que tenía que tener con el embarazo de su mujer, la boda hace apenas un mes atrás... 
Cuando una mujer nos dio autorización para entrar a verles, todos nos movimos en mesurado orden, uno a uno fuimos pasando, Sam no estaba solo con su esposa, pero mi atención estaba fija en el cuidado que tenía que tener con la silla de ruedas donde estaba mi hermana.
Literalmente sentí que mi corazón se había detenido, que estaba por completo loco...
No podía ser, no podía tener justamente a la mujer de mis desvelos y mi mayor preocupación frente a mis ojos. Pálida, ojerosa, confundida, sorprendida...
Un millón de sentimientos se podían leer en su pálido rostro, y yo no podía ni pestañear, no podía reaccionar.
Dijo alguna cosa directamente a Samuel y salió prácticamente corriendo, no se que fue lo que pensé, pero no podía dejarla ir, no sabiendo lo que sabía, no luego de casi cinco meses buscándole por todas partes, no después de saber en cuanto peligro real estaba...
Daniela era mía, era mi mujer, la madre de mi hijo... No podía dejar que se fuera...

- Permiso, enseguida regreso.

Dije sintiendo la molestia en todo mi cuerpo. Cuando salí, de inmediato le busqué con la mirada, pero no la encontré. Me acerque al puesto de enfermeras y le hable a la chica que ahí estaba.

- Disculpe, estoy buscando a la enfermera que estaba recién en la habitación de la señora Riviera, es que quería hacerle una consulta y...

La chica sonrió coqueta y respondió.

- Acaba de bajar a ginecólogia. Tiene control con su obstetra en media hora y su descanso recién comenzó. Pero yo puedo ayudarle si...
- Muchas gracias, pero la necesito a ella.

Camine al ascensor, precione el botón que indicaba la planta de ginecólogia y espere sintiendo una punzada de ansiedad en todo mi cuerpo.
Si iba a un control con un obstetra significaba que estaba cuidando de su embarazo, algo que era bueno y me tranquilizaba. Pero no era sano el que pasara escapando, ella nesecitaba estar tranquila, segura... Nesecitaba cuidarse, por ella y por nuestro bebé.
Su imagen vino a mi como un vendaval, para tener casi seis meses no parecía embarazada...  Algo no estaba bien. Tendría que verse su vientre...
Cuando baje del ascensor me sentía más ansioso que nunca. Tenía que resolver el problema con ella, porque algo me decía que ella no estaba del todo bien.
Mire a mi alrededor buscándola entre las varias mujeres evidentemente embarazadas que ahí estaban, algunos niños y hombres a su lado, y me sentí más miserable cuando la vi sentada en el ultimo rincón de aquella sala de espera, mirando el pulido mármol bajo sus pies y limpiando lagrima tras lagrima de su pálido rostro. Una de sus pequeñas manos acariciaba su vientre, parecía que no la había visto muy bien minutos antes, porque ahí... En ese segundo si podía notar su vientre, no muy grande aún para el tiempo de gestación que tenía, pero si se podía distinguir que ahí crecía un niño...
Me acerque a ella con cuidado, lo que menos quería era asustarla y que huyera nuevamente de mi. Lleve mis manos a los bolsillo del pantalón, sintiendo como mi piel picaba y quemaba por volver a tenerla, porque la amaba, le adoraba con tal intencidad que mi garganta se cerraba impidiéndome ingresar aire a mis pulmones. No sabía que decir, de pronto las palabras habían desaparecido de mi boca y me perdí ante esa mujer que era la dueña de cada uno de mis pensamientos, dueña de toda mi piel, de mi alma....
No se el tiempo en que simplemente me mantuve ahí, parado frente a ella, viéndola limpiar una y otra vez sus lágrimas. Embrujado por completo ante su presencia, pero atento al segundo en que ella me notará ahí e intentará volver a escapar de mi.
De pronto hablo aun sin mirarme, pero parecía que podía leer mis pensamientos...

- No me iré Nahuel, no puedo perder mi cita. Siento que te moleste encontrarme aquí, pero no me iré solo porque tu me creas una
" arpía mentirosa" 

Si voz era suave, pero cargada de tristeza y rencor. Amargo y puro rencor...
Apreté los dientes contenido, porque merecía que me hablara de esa forma, porque merecía que me aborreciera como lo hacía. Pero no significaba que no me hiriera lo que decía.  Me dolían sus palabras, claro que si me dolían, pero las merecía.

- No vine a pelear contigo Daniela.

Dije intentando sonar tranquilo. Pero lo real era que todo mi interior temblaba por dentro.

- Seguro que no, solo vienes para volver a gritarme todo lo que me aborreces, a decirme lo mucho que vas a odiar siempre haber caído en mis asquerosas y repugnantes manos, a...
- No es así Daniela, yo ten...

" Daniela Lorenz, al consultorio cuatro."

El llamado por los altavoces interrumpió lo que estaba diciendo y Daniela se puso de pie con cuidado, no fijo sus ojos en los míos, simplemente paso con paso lento por mi costado y habló con fría indiferencia sin detenerce más de un segundo a mi lado.

- Siento que no puedas insultarme ahora, pero me espera mi doctora.

En las llamas de tu pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora