Daniela
Extrañamente desperté con una agradable sensación, mire mi reloj en la mesa de noche para comprobar que eran las 7 am. No me preocupe, hoy tenía el día libre, por lo que podía descansar un poco más. Pero no demasiado. Me levante y fui directa a la ducha, el agua caliente siempre tenía un efecto calmante en mi cuerpo inquieto. Por eso amaba el invierno. Cuando salí media hora después me apoye en el marco de la puerta y observe sobre la mesada donde las compras de la noche anterior estaban casi todas aún en sus bolsas. No pude evitar sentirme intrigada por aquel hombre que había salido a rescatar mi ya desastrosa noche.
En algo el tuvo razón, no todos eran unos patanes...
Lo sierto es que dude en aceptarle ese gesto, pero sus ojos se notaban muy sinseros...
Grises como la plata...
Suspire, que más podía hacer? No tenía ni idea de él motivo que el habría tenido para hacer lo que hizo, pero fue un gesto demasiado grande. Y yo tan estúpida ni las gracias pude darle.
En fin, probablemente ni volvería a verlo en mi vida. Entre en la diminuta cocina, ordene todo mecánicamente mientras y me iba preparando un desayuno algo más consistente de lo normal para mi. Sacaba un cartón de leche de las bolsas cuando note algo que me lleno de curiosidad.
Yo no tomaba leche...
Mire a más detalle la bolsa de donde había varias cosas que yo no había seleccionado. Y...
Definitivamente esa bolsa no era mía.
Todo lo que había en ella no eran cosas que yo habría comprado, definitivamente tenía que ser de ese hombre.
Revise el resto de las cosas, solo para darme cuenta que el se había quedado con mi compra de productos de higiene. Genial, ahora un perfecto extraño sabría la marca de tampax que solía usar cuando llegaba mi periodo.
No pude evitar sentirme algo extraña, pero no podía hacer nada más que resignarme. De seguro no volvería a verlo en la vida. Mire el calendario para recordar que tenía que ir al cementerio, pero antes tendría que pasar por una tienda a comprar nuevamente lo que me faltaba y definitivamente también por la comisaría a hablar con alguien para resolver el asunto de Francisco.
Desayune pensando en que tendría que sacar unos cuantos dolares de mis ahorros para cubrir lo que me faltaba. Y eso era algo que no me gustaba en lo más mínimo, porque retrasada mis planes más de lo estrictamente necesario. Pero no tenía otra opción, al menos solo serían cien dólares y no trecientos cincuenta.
Decidí terminar el desayuno y ponerme en movimiento. Me vestí con calma, sujete mi cabello en una trenza y salí de casa directa a mi primer destino. Solo esperaba que en la comisaría pudieran ayudarme con Francisco.
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En las llamas de tu piel
RomansaEl amor no era lo que esperaban conocer en medio de malos entendidos, furia y dolor...