Capitulo 26

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Tome una ducha rápida, me vestí y baje las escaleras que daban al gran salón de esta casa ya mirando la hora en mi reloj. Faltaban 40 minutos para que Daniela terminara su turno y la casa estaba a unos cuantos kilómetros. Tenía que moverme.
Tomé las llaves del coche que había adquirido unas semanas atrás y me dirigí a la salida sintiendo que mi ansiedad iba en aumento  de manera peligrosa. Esperaba que Daniela estuviera en buenos términos para hablar, porque lo que menos quería era discutir, aunque era muy consiente de que si ella no estaba feliz era por mi causa y yo tendría que afrontar mis errores.  Conduje pensando en la mejor manera de abordar el tema, pero no lograba encontrar la mejor opción.
Cuando divice el estacionamiento del hospital y realice las maniobras para detener el coche, vi a Daniela parada en la puerta principal, miraba su reloj nerviosa y veía de un lado a otro como buscando algo. Me estaría esperando? Era claro que si, ella sabía que yo vendría por ella, pero sus ojos reflejaban miedo... Y el permanecer dentro del hospital viendo por el cristal me decían que sentía miedo de salir...
Apague el motor, baje del coche y me encamine a paso seguro hacia el acceso, cuando sus ojos me descubrieron llegando por ella creo que la vi suspirar incluso aliviada de verme a mi. Tal vez ese miedo que ella sentía podría servir a mi favor...

- Buenas noches, como te sientes?

Saludé, bese por inercia su frente mientras mi mano iba hasta su pequeño vientre y le acariciaba.  Me incline y deje un beso sobre la cuna que era el vientre de Daniela...

- Hola princesa... Has sido buena con mamá?

Daniela no se movió, pero sentí como su cuerpo se estremeció. Cuando volví a ver sus ojos la note tan confundida que casi rio. Pero prudentemente me contuve.

- Estas bien?

Pregunte. Tardo algún par de segundos pero finalmente asintió y empezó a caminar. No tarde en posicionarme a su lado e indicarle donde tenía el coche aparcado, pero su atención estaba dividida entre el entorno y  buscar a alguien escondido. Sabía muy bien a quien buscaba, pero no era momento de decirle que lo sabía todo.  Abrí la puerta del acompañante para ella. En cuanto subió cerré con cuidado la puerta y revise mi periferia buscando a quien sabía que Daniela  temía, la palidez de su rostro, el miedo en  sus ojos me deciden que el tipo la había vuelto a encontrar. La pregunta era como diantres eso había ocurrido. Porque si a mi con todos los medios de los que disponía me había resultado imposible dar con ella antes, y solamente la había encontrado por casualidad...
Como diantres ese tipo la encontraba?
Le descubrí detrás de una columna en cubierto por la oscuridad, pero el humo del cigarro que sostenía le delató. Nadie que no tenga pensado algo malo se ocultaria y menos en un hospital.  Apreté los puños y los dientes para no ir hasta el y romperle el jodido cuello de una buena vez. Tenía que tener mucho cuidado con mis reacciones ante Daniela, porque lo que menos necesitaba era alterarle.
Subí al coche, le di una rápida mirada, notando como ya se había atado el cinturón de seguridad y no dejaba de ver intentando descubrirlo. Encendí el motor y nos puse en camino.
Conduje en silencio algunos minutos, hasta que note que ella parecía relajarse parcialmente.

- Como estuvo tu día?

Pregunte intentando abrir el diálogo. Me dio una rápida mirada y volvió a perder su atención en el exterior. Pensé que no respondería mi pregunta, pero cuando estaba por volver a preguntarle algo ella habló.

- Igual a todos los anteriores. Pero no creo que estés aquí queriendo saber de mi día de trabajo.
- No? Y porque no me interesaría eso?

Pregunte. Pero ella permaneció en silencio.
Era frustrante no poder conseguir que dejara esa actitud, pero esperaba conseguirlo y sabía que sólo yo era el culpable.

- Porque salimos de la ciudad?

Preguntó cuando noto el camino. Pero no parecía asustada, si no nerviosa.  Le di una rápida mirada y volví mi atención al camino.

-  Porque tu y yo tenemos mucho de que hablar y no creo que sea prudente que lo hagamos en un restaurante donde todo el mundo pueda escucharnos...

Expliqué. Pero esa solo era una parte de la verdad, no toda. Creo que no le gustó lo que dije porque de inmediato atacó mis palabras.

- No suelo hacer escándalos en público y si tanto te molesta que alguien te vea conmigo podías haberte...
- Detente!! Por una vez detente...

Pedí en tono neutro. Odiaba que pensara de esa manera.
Suspire con cansancio antes de seguir hablando, al menos me había echo caso y había guardado silencio...

- No me molesta que me vean contigo Daniela, y sé que no sueles hacer escándalos en público. No es por eso que quiero que hablemos solos tu y yo. Pero tienes que reconocer que hay mucho de lo que debemos hablar, que son cosas que solo nos concierne a nosotros dos y hablarlo en un sitio público no es lo mejor.

Hable intentando mantenerme tranquilo.  Daniela permaneció en silencio, sus ojos se perdieron en el exterior y sus manos acariciaban con suavidad su vientre. Así, sentada, y con el cinturón de seguridad ajustado a su silueta, se podía apreciar mucho mejor su redondeada pansita de siete meses. No era demasiado grande para el tiempo de gestación que tenía y era claro que no en vano su doctora se preocupaba por el crecimiento apropiado de nuestra pequeña princesa.
Mis manos picaban por apoyarse en su vientre una vez más, por acariciarlo como ella misma hacia en ese preciso segundo. Pero no podía, no podía hacerlo en este momento, y dudaba que Daniela permitiera que lo hiciera, en el hospital como quien dice, ella estaba impactada, sorprendida de lo que pasaba. Por eso creo que no rechazo ninguna de las dos veces que lo hice. Pero ahora...
Maniobre el vehículo para acceder al camino empedrado de la propiedad que hacia unos meses había adquirido, era una casa de campo bastante grande a decir verdad, con dos plantas, seis alcobas sin contar la principal, baño en cada una de ellas y otro en la planta inferior, una gran terraza a la que se accedía por la alcoba principal, un buen y amplio terreno que tenía un pequeño lago  y mucho espacio. Era una pequeña mansión estilo victorianay contaba con todas las comodidades necesarias y más.
Eran casi 600 mts cuadrados de construcción  de la vivienda y 18 hectáreas de tierra, seis de ellas eran un pequeño viñedo y por si fuese poco, la propiedad contaba con un subsuelo que se había acondicionado por completo, con una piscina climatizada y un bien gimnasio. Como quien dice en realidad la casa contaba con tres plantas y mucho espacio. 
Los ojos verdes se Daniela se fijaron confundidos en la casa que se vislumbraba, pero mantenía su expresión neutra y no mostraba ninguna emoción, la casa no la impresionaba  en absoluto.
Eso me encantaba de ella, no se dejaba impresionar, no le importaba Cúanto dinero uno tuviera. Podías tenerlo todo y ser una porquería de persona y podías no tener nada y ser el mejor. 
Estacione frente a la entrada principal y baje del coche rodeandolo para abrir su puerta. Ella no aceptó la mano que tendi para ayudarle y eso me hizo apretar los dientes molesto, pero me contuve de decirle nada, porque sabía bien que merecía su rechazo. Sus ojos no se fijaron en la casa más de dos minutos antes de hablar.

- Podríamos terminar rápido con lo que tengamos que hablar? No quiero acostarme tan tarde, mañana tengo que trabajar temprano.

Eso no iba a ocurrir, la doctora había sido clara en que ella tenía que descansar y cuidar de nuestra pequeña.

- Vamos...

La indique ya caminando hacia la entrada. Ella suspiro, pero me siguió sin agregar nada más. No presto atención a absolutamente nada de la casa, solo me siguió en silencio. Yo ya tenía todo listo y sabía que la cena estaba ya servida para cuando entramos al salón. Era lo bueno de tener una buena ama de llaves, que mientras yo iba por Daniela ella terminó de prepararlo todo tal y como le indique. 
Daniela se detuvo frente a la mesa ya lista y observó todo en silencio.

- Ven...

Indique moviendo la silla para que se sentara.

- Nahuel no...

Intento rechazar lo evidente, pero le interrumpí.

- Antes que cualquier cosa cenaremos Daniela. Sabes que nuestra hija necesita que te alimentes adecuadamente.  Por lo mismo te pido que pienses en ella antes que nada...

Tardo un par de segundos, pero finalmente se empezó a quitar el abrigo, miro a su alrededor buscando donde dejar sus cosas, pero yo me adelante. Tome de sus manos el abrigo y su bolo y los lleve hasta el lugar donde correspondían.  Ella no dijo nada, solo se sentó en silencio y espero mi regreso.

En las llamas de tu pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora