Capitulo 15: El Nuevo Presidente de Cianta

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Ha pasado un día desde la caída de Víctor Blake. Sin embargo, la gente aún no se ha enterado, pues estaban más al pendiente de lo que había pasado en el centro de Light City, aunque los noticieros no hubieran dado un solo reportaje al respecto. Entre los televidentes que veían las noticias de esa hora estaba Ray, quien veía el televisor ubicado en un mueble que se encontraba pegado a una de las paredes de la sala, Ray estaba sentado en un sofá viejo, comiendo un tazón de cereal, vestido con una camisa de tirantes de color azul y un pantalón de pijama gris. Mientras veía la televisión, del otro lado de la sala, Robert entró, igualmente vestido con pijama, caminando con su bastón. Robert caminó hacia donde estaba Ray, y una vez que se encontraba lo suficientemente cerca para ver lo que hacia, le preguntó:
-¿En serio? ¿Cereal?
-¿Esperabas caviar? -Contesta Ray, bromeando, sin dejar de ver el televisor.
-No, esperaba algo... Más decente, son las dos de la tarde.
-Exacto. -Ray voltea su mirada a Robert. -son las dos de la tarde y apenas te estas despertando.
-Sí ¿y? -Dice Robert levantando los hombros. -Oh, lo siento... -Robert empieza a hablar sarcásticamente. - Perdone mi falta de respeto, amo Kay, déjeme vestirme con un mi traje de pingüino ¿Durmió bien, señor? ¿No gusta que le sirva una taza de café? la cual se la daré en la mano porque es usted demasiado inútil para hacer algo como eso. -Ray se ríe de la manera en la que Robert habla. -Si me permite, déjeme darle el periódico, también en la mano ¿No quiere que lo lea por usted? No vaya a ser que sus ojos se cansen. -Ray apenas puede comerse el cereal, producto de la risa que le da la actuación de Robert, como fingiendo un acento inglés. -¿Gusta una mamada, señor? -Ray deja el plato del cereal en la mesilla que está entre el sofá y el mueble del televisor, no quiere que, de la risa, tire el cereal. -Así que dime ¿tengo cara de ser un puto mayordomo? -Dice Robert, terminando así su actuación.
-¿Tengo cara de ser rico?
los dos se ríen, ambos tienen esta manera curiosa de tratarse mutuamente. Una vez que dejan de reír, Ray vuelve a agarrar el cereal, mientras que Robert, con esfuerzo, debido a su pierna, se sienta en el sofá. Después de ver que es lo que Ray está viendo, Robert dice tranquilo y sin enojo:
-‎Cambia esa mierda.
-‎No. -Contesta Ray, un poco más serio. -quiero saber como acabó lo de ayer... O al menos ver si estos cabrones si quiera se animan a presentar una nota al sobre eso.
Robert se queda viendo al televisor un par de segundos.
-Están dando una nota sobre el día de la langosta ¿eso a quien le importa? -Se queja Robert.
Ray lo ignora, sigue comiendo mientras ve la nota, Robert hace lo mismo pero con una cara de enfado. Curiosa y repentinamente, la noticia se corta abruptamente para mostrar una vez más el rostro de la presentadora, quien empezó a hablar de la forma más clara, pero al mismo tiempo, apresurada que pudo.
-Acaban de informarnos que el presidente pidió espacio en todas las cadenas noticiosas a nivel nacional, así que cortaremos la transmisión unos minutos para ver lo que el señor presidente tiene que decir. -Dijo la presentadora con una sonrisa, aunque evidentemente falsa.
-‎Je, ya me imagino que es lo que dirá ese idiota. -Robert vuelve a fingir la voz una vez más. -"mirenme, mirenme, soy rico y tú no". -Dijo con voz atontada.
Pese al intento de hacer reír a Ray una vez más, esta vez no hubo resultado, Ray solo veía el televisor con una notoria expresión de enojo.
-‎muchacho, tienes que aprender a dejar de tomártelo tan en serio.
Ray deja el cereal en la mesilla, acto seguido, jala un poco su camisa de tirantes, revelando una herida de bala en su pecho, más específicamente, en el pectoral izquierdo.
-tomármelo en serio es lo que me ha mantenido con vida... y lo sabes.
-‎Jaja, si, lo se. -Robert le da un par de golpecitos a su bastón. -Aún así, sigo diciendo que la vida es más relajante si dejas de tomártela tan en serió. Pero en fin. -Suspira Robert. -Vamos a ver que tiene que decir este idiota.

Después de unos segundos donde lo único que mostraban las pantallas era el escudo nacional (una gema azul) y el nombre del país, las cámaras de la Casa de Luz se encendieron y apuntaban a un hombre sentado en nada menos que la silla presidencial, quién miraba a la cámara en espera de que el camarógrafo le diera la señal de que estaban al aire, cuando esto sucedió, el hombre empezó a hablar:

-Buenas tardes ciudadanos de Cianta, me presento, mi nombre es Joseph Hopkins. Como muchos ya sabrán, el día de ayer se produjo un atentado contra los derechos humanos cuando una unidad de seguridad, cuya única tarea era proteger al presidente, abuso del poder acribillando a tiros a un total de 58 personas en el centro de Light City. Si bien es triste esta noticia por sí sola, es peor el saber que no es ni de lejos la primera vez que algo tan barbárico ocurre. Muchos recordaran hace 20 años, cuando hubo una manifestación en frente de la Casa de Luz por el asesinato del célebre protestante Richard Kay, y se produjo una masacre que dejo un saldo de 77 muertos. Sin embargo, aunque estas noticias trágicas nos dejan un hueco en el corazón, también hay una razón para celebrar, pues el día de ayer, jueves diecisiete de septiembre del año dos mil sesenta y cinco, a las doce con treinta y seis de la tarde, el presidente de Cianta, Víctor Blake, fue destituido de su cargo debido a un operativo militar extraoficial perpetrado por el actual secretario de defensa nacional, el señor Alan Hamilton. -Hopkins se detuvo un segundo para dar un suspiro. -Así es, gente de Cianta, el hombre a cargo del sufrimiento más terrible que esta gran nación ha visto en su corta, pero importante historia, ha abandonado la presidencia. Sin embargo, éste es solo el primer paso para restituir los valores y el orgullo sobre la que este país fue fundado, todavía hay muchos corruptos en altos puestos del gobierno. Bueno, eso se acabó, nosotros nos encargaremos de llevarlos ante la justicia y asegurarnos de que ustedes, el pueblo, tengan la mayor calidad de vida posible, pero, primero, alguien tiene que tomar el puesto de Víctor. Créanme cuando les digo que hubiera querido que esta decisión tan importante se decidiera a manos de la democracia, por medio de votaciones, sin embargo, me temo que esto no es posible por el simple hecho de la bancarrota moral de los altos cargos del país, y lo poco fiable que ese sistema se ha vuelto, por lo que yo seré quien tome el cargo de presidente de Cianta. Pero que esta grabación quede como testimonio de que: ante cualquier abuso de poder de mi parte, seré destituido de mi cargo actual, ya sea mediante juicio, o por medio de fuerza bruta, un acto que será realizado por el anterior mencionado Alan Hamilton, la persona más honesta que he tenido el placer de conocer. -Joseph ve hacia el suelo durante un par de segundos, luego vuelve a dirigir la mirada hacia la cámara. -Por último, solo quiero decir una cosa: Cianta lleva veinticinco años sufriendo y enfermando, hoy, es el primer día en su tratamiento para curarse. Gracias, hasta muy, muy pronto.

Pasan unos segundos donde el autodenominado presidente de Cianta mira a la cámara con una sonrisa antes de que la transmisión se corte. En programas preestablecidos, como series animadas o repeticiones de los partidos, todo volvía a su programación habitual. Sin embargo, programas en vivo, sobretodo en los noticieros, la gente estaba atónita, enmudecida, todo ese choque de información fue tan repentino, tan inesperado, que nadie sabía que decir.

-Mierda... -Fue la única reacción que dio el estupefacto Robert.

Mientras tanto, en la oficina presidencial, el discurso estaba hecho, y ahora tenían que abstenerse a las consecuencias.

-Muy bien, señor presidente. -Exclama Hamilton. Ahora que todos saben quién es, necesitará protección las veinticuatro horas del día.

-Lo entiendo. Dice Hopkins. -Necesitará ser gente en la que tengamos plena seguridad de que podemos confiar en ella.

-Así es, señor. -Dice Jonathan. -yo mismo me ofrezco para...
El ahora presidente lo interrumpe. -Oh, claro que no. -Joseph se para de su asiento y agarra el hombro izquierdo de Hamilton y el derecho de Jonathan. -Tengo misiones especiales para ustedes dos. -Joseph voltea a ver a Hamilton. -Necesito tu intelecto. -voltea a ver a Jonathan. -y necesito tus aptitudes físicas, juntos nos encargaremos de restablecer a Cianta a una nueva gloria...

Los Guardianes de CiantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora