Capítulo 35: Chester Rotters

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Tras la anticlimáticamente corta participación de Hamilton, Los Guardianes cambian la canción antes de que si quiera esta termine. "Stones in my passway" de Robert Johnson es lo que suena ahora.

Chester se encuentra encorvado y con sus manos apoyadas en la mesa mientras mira al centro de la misma. Se toma unos segundos para empezar a hablar.

-Yo... yo tenía una hija.

Tan solo ese inicio le hizo saber al resto del equipo que lo que venía sería el relato de una de las peores tragedias que le podrían pasar a una persona.

Chester prosigue mientras sus ojos comienzan a humedecerse. -Ella me dijo un día que se sentía enferma y que no quería ir a la escuela. Y yo... –Su voz se empezó a cortar. -...Y yo sabía que estaba mintiendo... y aun así deje que se quedara. Era una buena niña, le permití que descansara ese día. Pero...

Era impresionante ver como la cara de aquel hombre que siempre se mostraba rígida e inexpresiva se tornaba roja mientras sus mejillas se convertían en dos ríos de lágrimas.

Chester comienza a culparse así mismo. -Debí estar ahí, debí estar ahí... –El hombre se toma unos segundos para llorar mientras se tapa la cara con las manos. -Cuando llegué del trabajo la puerta se encontraba abierta... y ella estaba en la cama... –El triste hombre hizo un gemido de llanto. -...Había sangre por todas partes... y en su ropa también.

La historia conmocionó a los Guardianes, sabían lo que venía pero no es lo mismo que escucharlo, menos aun cuando Chester rompe en llanto maldiciéndose a sí mismo por no haber estado ahí. Alicia se estira para poner su mano en el puño cerrado de Chester, el cual se encuentra en el centro de la mesa, mientras que Jasón agarra el hombro del pobre sujeto.

-Sé que te sientes culpable por haberla dejado sola. –Comenta Alicia. -Pero a veces las tragedias suceden de esa forma: inesperadas y en el peor momento posible. No sabías que se iban a meter en tu casa ese día, no te sientas culpable por no evitar algo que no pudiste haber impedido.

Casi de la nada, la expresión de Chester cambió; pasó de ser una tristeza enorme a una ira inmedible.

-No estaba sola. Mi vecino se ofreció a cuidarla. Yo lo conocía de mucho tiempo; siempre fue amable, amistoso y... confiable. Su camioneta no estaba estacionada. Sabía que era probable que hubiera abandonado el pueblo. Aun así debía intentar buscarlo... Y sabía dónde empezar.

Chester revive la escena. Era de noche, la lluvia caía sobre él mientras abría las puertas de un bar cercano a su casa. Se sorprendió del descaro de su vecino al verlo en la barra; era un hombre delgado con bigote y gorra de camionero, portando una camisa de cuadros con las mangas arremangadas encima de una sucia camiseta blanca de tirantes. Al ver a Chester, el sujeto terminó de tomar un shot y se levantó de su asiento casi orgulloso.

-Hola, vecino. –Le sonríe el depravado hombre, sonriéndole con su sucia e incompleta dentadura.

Chester expulsó al sujeto del bar arrojándolo hacia la puerta; éste hizo un pequeño esfuerzo por no caer en el piso, apoyando sus manos en la vieja camioneta pickup que se encontraba estacionada en la orilla del otro lado de la acera. Ambos comenzaron a pelear, pero Chester tenía mucha más fuerza. En uno de los golpes, el sujeto cayó al suelo, sin embargo, se levantó victorioso mientras sacaba algo de su bolsillo.

-Era una zorra. Se la pasaba viéndome con esa sonrisita como si me lo pidiera. Se lo merecía ¿y sabes qué? –El hombre olió lo que tenía en la mano, Chester no pudo ver el objeto claramente, pero alcanzó a percibir que era de un color rosado y su textura parecía ser de tela. -Fue el mejor sexo que he tenido en años.

Chester rompió el cristal de la camioneta de su vecino con la cara del mismo; después lo arrojó al piso y lo golpeó una y otra vez. A veces lo ahorcaba mientras lo estrellaba contra el suelo; otras veces juntaba sus manos y las estrellaba contra la nariz del sujeto. El barman salió del local e intentó hacer que Chester dejara al ya acabado hombre; pero como resultado recibió un golpe en el estómago que lo tumbó. Mientras se levantaba miraba a los otros clientes que solo se limitaban a ver la pelea. -Que alguien llame a la policía. –Exclamó.

Después de unos minutos, una patrulla llegó al sitio y de él salieron dos oficiales. Uno alumbró a Chester con su linterna, quien mientras lloraba seguía golpeando la cara ya irreconocible de su vecino, la cual ya se había convertido en una masa de carne, haciendo que cada que el puño impactaba en ella se producía el sonido de un gorgoteo. El oficial estaba aterrado con la escena, al igual que el cantinero y el resto de los hombres que estaban en el bar, quienes veían el macabro espectáculo como si estuvieran paralizados. Cuando Chester vio al oficial, supo lo que se aproximaba, por lo que empezó a gritar.

-¡NO, NO LO ENTIENDEN!

El otro oficial llegó por detrás y agarró los brazos de Chester, haciendo que éste comenzara a forcejear. Cuando el policía que tenía la linterna se acercó más a Chester, el triste y furioso hombre le dio una patada que lo tiró.

-ÉL SE LO MERECIA ¡¡¡ÉL SE LO MERECIAAAAA!!!

El policía que estaba en el suelo extrajo una pistola eléctrica de su cinturón y le disparó a Chester, inmovilizándolo.

"¡Culpable!"

El mazo dictó la sentencia y el recuerdo acabó.

-Me condenaron a diez años en la cárcel. Los hijos de perra todavía tuvieron el descaro de decir que tuve suerte porque se logró demostrar que ese maldito le hizo... eso a mi pequeña.

Chester se tapa la cara con las manos otra vez, teniendo los codos apoyados en la mesa. Hamilton, con una expresión de tristeza, pone su mano derecha en su espalda. Mientras hace esto ve a Jasón. -Tú sigues. –Le susurra...

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