Capítulo 30: Una Anécdota de Despedida

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Ahora los cinco, Calaca, el Maquinista, Natalie, Ray y Robert se encuentran en la casa de este último, más concretamente, en la sala, la cual no es muy grande. Una parte de esta tiene varios muebles, con el sillón grande apuntando al televisor pegado en la pared. En la otra parte de la sala, que es donde se encuentra la mayoría, hay una mesa redonda, en ella están sentados Calaca, el Maquinista, Natalie y Ray, mientras que Robert se encuentra en la cocina, la cual está al lado de esa parte de la sala.

Para hacer tiempo en lo que Robert termina de cocinar, Calaca cuenta una anécdota de una forma bastante agresiva. -...Entonces me le acerqué a ese cabrón, y cuando lo tenía en la cara a ese hijo de su puta madre, le dije al culero: "wey, no mames..."

-... ¿Y ya? -Pregunta el Maquinista, extrañado de lo anticlimático del comentario de su amigo.

-Fíjate si no estaba encabronado que ni los insultos me salieron.

-¿No estarás exagerando?- Comenta Ray.

-¿Yo? ¡¿YO?! ¿Exagerando? -Preguntó Calaca, bastante alterado. -Dime ¿Tú qué hubieras hecho? -Le preguntó Calaca a Natalie con su voz rasposa.

-Emm, bueno, solo te dijo que te faltaba ponerle una coma a ese mensaje.

-¡¿Y a ese cabrón qué chingados le importa si pongo comas o no?! Pinche pendejo.

El Maquinista voltea a ver a Natalie. -Imagínate cómo se pone cuando le decimos sobre los acentos. -Dijo con una sonrisa, Natalie sonrió por la broma.

-Ya está esto. -Avisó Robert, ajeno a la plática de los que estaban en la mesa.

Natalie se paró de su asiento y se dirigió rápidamente a la cocina, donde Robert sostenía con su mano libre un plato con lo que iban a comer. Natalie agarró este plato con las dos manos. -Si quiere sentarse, yo les sirvo.

Robert le dio el plato y sonrió. -Gracias, nena, eres un amor. -Robert comenzó a caminar hacia la sala, no sin antes agarrar un pequeño tazón de cristal que contenía una salsa. Al llegar al comedor, puso la salsa en medio de la mesa y se sentó en su silla de siempre, aquella que estaba más pegada a la pared y que tenía un cojín más alto que el resto. Mientras se apoyaba de su bastón para sentarse, comenzó a hablar. -No quería perder tiempo haciendo una comida particularmente elaborada, por eso lo que vamos a comer va a ser algo bastante simple.

En ese momento Natalie puso el primer plato en la mesa, revelando así el platillo: Huevo con jamón, Calaca y el Maquinista se vieron las caras, saben que Robert no es un hombre de lujos, pero no se esperaban algo tan simple para despedir a Ray.

-Sin embargo. -Continuó Robert mientras Natalie terminaba de servir. -Esta cosa tiene historia: Hubo un tiempo en el que Ray y yo estábamos, bueno, bastante jodidos, por no decir menos, teníamos muy poco dinero, apenas suficiente para cubrir los gastos del día a día. Por esa razón, muchas veces solo nos alcanzaba para desayunar un poco de huevo con jamón. -Robert volteó a ver a Ray. -Je, quién sabe cuántas veces comimos esto.

-Y quién sabe cuándo lo vuelva a probar. -Sonrió Ray de forma un tanto nostálgica al ver el plato que acababa de darle Natalie. –Bonito detalle.

-Aquí están las tortillas. -Dijo Natalie al poner una pequeña cesta con una servilleta de cuadros y encima las susodichas tortillas. Natalie se sentó, todos esperaban una indicación para empezar a comer, la cual fue dada por Robert.

-Bueno, como decía Martita: "No me tienen todo el día en la cocina para que ni se lo traguen, así que órale". -Dijo levantando la mano con la palma extendida, como dando paso a los demás para empezar.

El primero en agarrar una tortilla fue Calaca, quien la partió y con un pedazo hizo un pequeño taco con el huevo, luego, con su mano libre agarró la salsa y la dejó a un lado de su plato.

Los Guardianes de CiantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora