Capítulo 37: Reed Miller

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-Bueno... -Dijo Reed mientras se acomodaba en su asiento. –Si quieren que cuente mi historia, habrá que cambiar el ritmo de las cosas. –Sonrió.

La rockola se activó, trompetas comenzaron a sonar: "Vete ya" de Valentín Elizalde.

-Supongo que lo que quieren es que les diga la razón por la que accedí a estar aquí ¿no? el por qué hago lo que hago. Bueno, sinceramente, la verdad es: porque me divierte. Eso es todo, no hay una razón más profunda que esa. Es divertido quemar imbéciles que jugaron con fuego, así de simple.

-Reed... -Comenzó a hablar Alicia. –No tienes por qué ocultar nada, hemos dicho la verdad, por mucho que ésta nos doliera, puedes hacer lo mismo.

-Es la verdad. Si quieres puedo contarte la puta historia de mi vida, pero quiero que sepas que no es más que una maldita excusa que puedes tomar para explicar por qué soy así. Pero no piensen que mi triste pasado justifica lo hijo de puta que puedo llegar a ser ¿ok?

Todos se quedan viendo a Reed, aunque ninguno dice nada.

-Muy bien. –Reed carraspea. -Yo nací en Dark City. Éramos mi madre, mi padre, mi hermano Félix, y yo. –Reed levantó cuatro dedos. –una bonita familia de cuatro. Quitando el hecho de que vivíamos en una ciudad de mierda, en un vecindario de mierda, rodeados de gente de mierda. Entre ellos el agradable sujeto que le disparó a papá en la cabeza por negarse a prestarle dinero. –Tras decir esto, Reed mete un dedo. -Eso pasó cuando tenía 2 años, por lo que realmente no me importó; ni si quiera me acuerdo de él, ni me interesa recordarlo. Pero al parecer, a mamá sí le afectó; aunque más que importarle su muerte, odiaba el hecho de estar sola, por lo que se le hizo fácil agarrar al primer idiota que se encontró en los bares a los que iba casi todos los días, como si no tuviéramos problemas monetarios. Ella nos obligó a llamarlo "papá". Un día, y conociendo a mamá, más específicamente, una semana después de que se conocieran, ella aceptó que nos mudáramos con ese tipo, quien, ¡sorpresa! Era nadie menos que el capo de un cartel conocido como "Los diablos", quienes dominaban la parte Este de la ciudad. Y lo peor es que no tuvo problema alguno en decírselo a mi madre cuando se conocieron; algo que a ella le pareció "sexy", y como sabía que ganaba mucho dinero, pues, tenía más motivos para estar con él. Así que crecí en una mansión, con piscina, un patio enorme, y todos los juegos y juguetes que quisiéramos mi hermano y yo. El único inconveniente era saber que todas esas cosas bonitas las pagaban la cocaína, las prostitutas y la sangre. Aunque a decir verdad, no era algo que me incomodaba. Los problemas reales comenzaron cuando un día mamá vio que "papá" estaba con dos chicas en la cama, por lo que empezaron a discutir. Mi hermano y yo, que teníamos como seis años, fuimos a ver qué estaba pasando y, es curioso, porque justo cuando llegamos, pudimos ver el preciso momento en el que papito tiró y pateó a mamita; luego volteó, nos vio y cerró la puerta; como si eso hiciera que los sonidos de los golpes y los gritos se escucharan menos.

Reed se tomó una pequeña pausa para beber de su vaso. En ese momento, los Guardianes ya lo veían con los ojos bastante abiertos.

-Pero eso no fue nada. –Continuó Reed. -Realmente nunca supe los detalles, pero un día, cuando volví de una fiesta, en ese entonces tenía unos dieciséis años o algo así, vi en la sala a todos. Mamá estaba en un sillón, llorando; mi hermano la estaba abrazando y ese lindo hombre se encontraba golpeando a un sujeto casi desnudo con ayuda de dos hombres.

Reed reproduce el suceso en su mente. Su "padre" les había dicho a sus hombres que sacasen al sujeto semi-desnudo.

-Muchacho, siéntate. –Ordenó el hombre, un sujeto robusto con una gran panza, portando una camisa roja y unos pantalones blancos.

Los Guardianes de CiantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora