Dylan odiaba viajar en autobús. Odiaba recorrer distancias largas, pero aquello era lo único que podía sacarle de Kansas.
Desde que tenía catorce años había ahorrado y trabajado en trabajos horribles con el fin conseguir dinero precisamente para aquel momento: para poder irse de casa y llevarse a su hermano pequeño con él a Nueva York. No es que odiara Kansas, pero estaba harto de vivir en una granja y con aquella situación familiar.
Su hermano, Simon, tenía diez años y desde que era muy pequeño le había dicho que algún día se irían de casa juntos. Hace unos días había encontrado un piso para ambos en el distrito de Manhattan. No era gran cosa, puede que ni siquiera estuviera en el mejor de los barrios de la ciudad, pero entraba en su presupuesto para pagar el alquiler.
–Simon, duérmete.– Le dijo cuando eran las tres de la mañana y su hermano seguía despierto.
–Es que tengo muchas ganas de llegar.
–Todavía queda mucho hasta que lleguemos.– Dijo el mayor apoyando la cabeza en el cristal.
–Pero no tengo sueño.
–Tu prueba.– Dijo haciendo que se recostara y le tapó un poco con su manta.
A los cinco minutos, Simon se quedó dormido. Él ni siquiera sabía exactamente por qué se iban, sólo sabía que su hermano Dylan estaba muy enfadado con sus padres, sobre todo con su madre. Hicieron sus maletas y se fueron aquella misma mañana. Al parecer, Dylan lo tenía todo preparado desde hace tiempo.
A él sin embargo le costó más conciliar el sueño. Había un señor un par de filas de asientos más atrás que no paraba de roncar, no podía dormir cuando alguien roncaba, llevaba bien despertarse muy temprano por los sonidos de la granja, pero no soportaba los ronquidos.
Al final, consiguió cerrar los ojos y dormirse pasadas las cinco de la mañana. Había calculado que llegarían entre las siete y las nueve de la tarde del día siguiente a la ciudad. Y así fue, a las ocho y media el autobús llegó a Nueva York. Dylan sonrió al ver los edificios rozar el cielo y las calles llenas de gente.
–Vamos, Sy.– Dijo Dylan cogiendo a Simon de la mano tras bajar del autobús y recoger las maletas.– Esta ciudad es mucho más grande que Kansas, así que no te separes de mi, ¿vale?
–¿Podemos comer algo? Me muero de hambre.
–Vamos a buscar nuestro piso, dejamos las maletas y te prometo que luego iremos a buscar y comer un auténtico perrito caliente newyorkino.
–¡Vale!
Simon lo era todo para Dylan ahora. Le veía ir por la calle pegando saltos, ajeno a todo por lo que le había pasado él. Llevaba la mochila del Capitán América que solía usar él cuando tenía su edad, a Simon le encantaba aquella mochila y una de las razones era por que fue de su hermano, con lo cual, no podía irse sin ella. Para Simon, su hermano mayor era su héroe.
Las calles de Manhattan les parecían impresionantes. Nadie de "la gran manzana" iba a reparar en dos chicos que acababan de llegar de Kansas. Los dos estaban bastante cansado a pesar de haberse pasado casi todo un día en un autocar que apestaba a sudor, así que era comprensible que tuvieran ganas de llegar ya a su nuevo hogar.
Cuando Dylan levantó la vista del móvil donde tenía metida la dirección de su edificio para mirar el nombre de la calle por donde iban, vio a un par de chicas riéndose acerca de algo. Eran la clase de chicas que esperaba ver en Nueva York, pero había algo en ellas... en su forma de vestir, que le llamaba la atención. Pero no eran prostitutas, eso le quedó claro y cuando pasaron junto a él, Dylan se dio la vuelta para mirarlas.
–Dylan.– Le llamó Simon, que había vuelto junto a él y le tiraba de la manga para que le hiciera caso.– ¡Dylan!
–¿Si?
–¿Por qué mirabas a esas chicas?
–¿Qué? No estaba mirando.
–Claro que sí.
–Bueno, ¿y que pasa si las miro? Soy mayor, Sy. Puedo mirar a las chicas.– Dijo poniéndole una mano en el hombro y siguieron caminando.
–Que asco.
–En unos años me lo cuentas.– Se rió y siguieron buscando el edificio donde habían conseguido un piso.
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Show me your burlesque
Teen FictionLa gran manzana puede impactar a todo el mundo, sobre todo a un chico de Kansas, pero cuando Dylan Mcall puso un pie allí, supo que nada iba conseguir devolverle a la antigua granja donde vivía. Sobre todo después de descubrir que es capaz de mover...