Capítulo 7: Sorpresas laborales

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El local estaba más lleno de lo que Dylan se hubiera imaginado jamás. Tuvo que esquivar un montón de mesas y sillas para poder llegar a la puerta que le había dicho Noah.

En realidad no era una puerta corriente, era una pared falsa que actuaba como puerta. Cuando llegó a ella, unos segundos antes de que él la abriera, se abrió desde dentro y un par de chicas salieron riéndose y fueron hasta la barra. Dylan agarró la puerta cuando ellas salieron y entró.

Por dentro, entre lo que él supuso que eran las bambalinas, las chicas iban de un lado a otro sin parar. Había tocadores para todas y percheros moviéndose de un lado a otro llenos de ropa, lentejuelas y cosas que no le daba tiempo a concretar.

Dylan no daba crédito. Todo aquello, el olor del perfume y el sonido de todos aquellos tacones de un lado a otro le volvía loco. Muchas de ellas ni siquiera se dieron cuenta de que Dylan estaba allí y a él solo le importaba encontrar a Louane. Supuso que era la mujer rubia frente al espejo del fondo, era la misma que acababa de cantar en el escenario, solo que antes llevaba peluca y ahora no. Junto a ella, había un hombre apoyado en el tocador con un portafolios que no paraba de decirle cosas mientras ella se retocaba.

–Hola, ¿eres Louane?– Preguntó reflejándose en el espejo.

–¿Por qué estás en mi espejo?

–Lo siento. Vengo porque... necesito un trabajo.

–¿De verdad? ¿Sabes bailar?

–¿Qué? Oh no, no.– Se río un poco.– Yo no bailo. Venía a por un trabajo de camarero.

–¿Camarero?– Dijo el hombre a su lado y le miró de arriba a abajo.– Que desperdicio.

–¿Por qué crees que necesito un camarero?

–Porque o la chica de ahí abajo tiene que empezar a ir al gimnasio o va a tener que amputarse las piernas.

–Guapo y gracioso.– El hombre levantó la cabeza.– Me gusta este chico, Louane.

–Cállate, Bryce.– Louane se giró y le miró a la cara por primera vez.– ¿Cómo te llamas?

–Dylan Mcall.

–Vale, Mcall. No sé quién eres ni de dónde vienes, pero si puedes conseguir que Janet no dimita por exceso de trabajo, te quedas.

–¿Enserio? Gracias. Muchas gracias, de verdad.

–No hay de que, ahora baja y habla con Aaron, el jefe de la barra. Él te dirá que hacer.

–¿Empiezo ya? Yo creí que...

–¿Vas a empezar a ponerme pegas ya?

–No, no, no. Es solo que... no me lo esperaba y mi hermano está solo en casa.

–¿Qué edad tiene tu hermano?

–Diez años.

–Aaww.– Exclamó Bryce.

–Necesito el trabajo por él, pero no esperaba empezar ya.

–Está bien. Vuelve mañana a las ocho menos cuarto.

–Creí que el club abría a las nueve.

–¿Acaso crees que la magia ocurre sola?– Dijo señalando al rededor.

–¡Chicas, cinco minutos!– Gritó Bryce y ambos se fueron.

Dylan no podía creer que ya tuviera trabajo, y en un sitio así. Se reprimió el grito de alegría al estar rodeado de tanta gente. Intentó buscar la salida para volver al pub y de ahí volver a casa, pero aquello era un laberinto de ropa y zapatos. También intentó preguntar a una de las chicas, pero en cuanto se dio la vuelta, se acordó de la verdadera razón por la que estaba allí.

–¿Brook?– Dijo sorprendido al verla con un maillot morado con un escote hasta la mitad del pecho, unas botas hasta las rodillas y el pelo rosa.

–¿Qué haces aquí?– Dijo sorprendida.

–Eh... conseguir un trabajo.

–¿Qué? ¿Vas a bailar?

–Otra... Yo no se bailar. Voy a trabajar de camarero. Empiezo mañana.

–¿Por qué? ¿Acaso no hay más locales en la ciudad?

–Llevo todo el día preguntando y es el primero en el que dicen que si.– Brook resopló.– ¿Te molesta que esté aquí?

–No, no es eso...

–¿Cuando te has puesto el pelo rosa?– Dijo intentando cambiar de tema ya que la veía agobiada.

–Es una peluca. Aquí están a la orden del día.

–¿Pero tu bailas?

–Pues claro. ¿Acaso te crees que me visto así para ir por la calle?

–¿Y yo que sé? Si por un momento he pensado que esto era un prostíbulo...

–¿Me estabas llamando puta?– Dijo cruzándose de brazos y a Dylan se le quedó cara de idiota.

–¡No! Solo quería decir que...

–¡Brook! ¡Te toca!– Le gritó Bryce desde casi el escenario.

–No sabes donde te has metido, Kansas.– Le sonrió un poco.– Pero bienvenido al 7 diamonds.– Dijo con una sonrisa y se marchó en dirección a donde le llamaba Bryce.

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