Capítulo 40: Todo por la familia

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Dylan sintió que la piernas dejaban de sujetarlo y se le nubla a la vista. Bryce consiguió sentarle y darle un poco de aire, pero él solo podía pensar en su hermano.

–Estoy bien.– Dijo Dylan apartando un poco a Bryce.– Estoy bien. Solo necesito ir a buscar a Simon.

–Dylan no puedes salir ahora.– Le aconsejó Aaron.

–¡Mi hermano esta en peligro!

–Y tu también si sales. Aquí no van a entrar, estas más seguro aquí.

–Pues... Pues tengo que traer a mi hermano.– Todo el mundo se quedó callado.– Chicos, por favor. Necesito traer aquí a Simon. Necesito que este a salvo... Es todo lo que tengo.

–Si se me permite pregunta...– Dijo Noah.– ¿Qué pasó con tu familia para que llegaras a este punto?

Dylan no quería hablar de eso ahora, pero todo el mundo le miraba esperando una respuesta, decidió que no podía seguir ocultándolo, así que les contó lo que pasó.

Él día en que Dylan decidió irse, acababa de llegar a casa de trabajar. Estaba reventado de trabajar todo el día, así que lo primero que pensaba hacer al llegar a casa era tumbarse en el sofá, pero en cuanto abrió la puerta, escucho los gritos de su madre y la fina voz de su padre intentando calmarla. Lo primero que hizo fue buscar a Simon que estaba escondido en su cuarto, subido a su cama tapándose los oídos y con las mejillas mojadas de lágrimas.

–Sy, ¿que pasa?

–Mamá... Le pasa algo a mamá...– Corrió a abrazarle.– Avellanas.

–Vale, no pasa nada.– Dijo separándose y poniéndole las manos en los hombros.– Quédate aquí y no salgas.

Dylan dejó sus cosas en el cuarto de Simon y cerró la puerta al salir. Volvió al salón donde su madre discutía con su padre con una botella de vodka en la mano.

–Mary, por favor cálmate.

–¿¡Qué me calme!? ¿Como quieras qué me calme, Josh? ¡He perdido todos mis trabajos! Y algo has hecho mal porque yo antes no era así.

–No es culpa mía.

–¡¡Claro que lo es!!– Dijo y le lanzó la botella de vodka, aunque consiguió agacharse a tiempo.

–¡Mamá!– Gritó Dylan entrando en acción.– ¿Se puede saber que haces?

–Has vuelto...– Sonrió, pero no como solía sonreír su madre. Sonrió como una loca.– Me alegro que mi primer gran error esté ya en casa.

–¿Gran error? ¿De qué hablas?

–¡Lo sabes perfectamente!– Se quedó callada un momento.– Empezaste a crecer dentro de mi cuando yo era joven. ¡Por tu culpa perdí mi primer trabajo! Después de eso probé el alcohol... Y eso era lo único que me aliviaba cuando comenzaba a llorar por la noche. ¡Tus gritos y llantos eran insoportables! Tu eras insoportable.

Dylan miró a su padre, que seguía agachado en el suelo.

–Eso no es verdad.

–¿¡Y tu que sabrás!?– Le gritó y después se volvió hacía Dylan, se acercó todo lo rápido que pudo y le pegó una bofetada con tanta fuerza que le tiró al suelo.– ¡Toda mi mierda de vida es por culpa de Dylan Mcall!

–Mamá...

–¡¡Cállate!!– Gritó.– Tu me arruinaste la vida... ¡¡Todo es culpa tuya!!

Dylan tendría aquella imagen de su madre grabada para el resto de su vida. Aquella imagen de loca. Todo el club se mantuvo en silencio, nadie se esperaba que en el fondo Dylan arrastraba aquello.

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