Capítulo 44: Todo saldrá bien

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Noah salió corriendo nada más colgar. Esquivó a la poca gente que había por las calles, cuando llegó al club, abrió la puerta de golpe. Al bajar las escaleras poco le faltó para caerse de morros.

Cuando recuperó el equilibro, terminó de bajar las escaleras y corrió hasta el centro de la sala donde todo el mundo se quedó mirándole. Estaba sudando, con la cara completamente roja, respiraba rápidamente y al principio le era imposible hablar.

–Hijo mío, ¿que te pasa? Pareces un tomate recién lavado.– Le preguntó Bryce.

–Yo... Sé... ¡Sé dónde está Dylan!

–¿Tu padre te ha ayudado?– Le preguntó Clary sorprendida.

–No... Él no... Y Alex mucho menos... Aaron... ¿me das... un poco de agua?... Me voy a morir.

–¿Pero entonces quien...?

–¡Tina!– Dijo cuando se bebió un baso entero de un trago.– Tina estaba allí, ¡lo vio! ¡Vio como se lo llevaban!

–¿Llevárselo?– Preguntó Louane colgando el teléfono y acercándose.– ¿A donde se lo han llevado?

–¡A Canadá!

–¿Canadá?

–Noah, será mejor que empieces desde el principio.– Le aconsejó Derek.

Noah pensaba que aquello sería una estupidez y una pérdida de tiempo, pero suponía que la gente debería enterarse de lo que había pasado. Así que hizo el resumen más rápido de la historia y les contó todo.

–¿A cuanto está Canadá?– Preguntó Janet.

–A unas siete horas.

–Hay que parar ese camión.

–Muy bien, Bryce y yo iremos a por ayuda policial.– Dijo Louane.

–Yo también voy.– Dijo Noah.

–Será mejor que tú te quedes y cuides de Simon.– Dijo Bryce.– Eres lo más... blandito de por aquí. Le darás confianza.

–Pero yo...

–Noah, no podemos dejar a Simon solo y tampoco podemos ir mucha gente.

–Está bien...

–No te preocupes. Lo traeremos de vuelta. Todo saldrá bien.– Dijo Bryce poniéndole una mano en el hombro a Noah.

–Brook, tu vienes con nosotros.– Dijo Louane.

–¿Yo? Pero creí que...

–No hay tiempo, vámonos.

Al principio Brook no entendía por qué ella podía ir con Louane y Bryce y Noah no, pero en cuanto llegaron al hospital lo vio todo claro.

–¿Que hacemos aquí?– Preguntó en cuanto Bryce la hizo bajar del coche.

–Señorita, tenemos una emergencia.– Le dijo a una enfermera nada más entrar con Brook agarrada del brazo e ignorando lo que ella le había preguntado.

–¿Qué ocurre?

–A mi amiga la han pegado una paliza y la han violado.

–Dios. Venid conmigo.

–No, no, no. Yo me tengo que ir, aquí la dejo. Cuídenla bien, eh.

–¡Bryce no puedes dejarme aquí!

–Cielo, tarde o temprano tenias que venir.

–¿Y que pasa con Dylan?– Preguntó mientras Bryce se alejaba y la enfermera la agarraba del brazo para que no pudiera irse.

–Ahora vamos a buscarlo.

–Pero...

–Lo siento, amore. Pero tenía que hacerlo. ¡Todo saldrá bien!

Mientras, en la parte trasera del camión, a Dylan se le empezaba a ir la cabeza. Se sentía mareado y no paraba de sudar. Pensó en que podía ser el efecto de la droga que le habían inyectado hace cuanto ¿más de dos horas? No tenía ni idea de cuanto tiempo había estado inconsciente ni de cuánto había pasado desde que se había despertado. Además, empezaba a tener hambre y tenía la boca seca.

Había rebuscado en algunas cajas para ver si encontraba algo de comer o beber pero todo era droga y alcohol. Pensó en beber un poco para quitarse la sed, pero en vez de eso, aumentó el dolor de cabeza que le provocaba la droga.

Empezaba a entrarle el sueño a pesar de que le temblaban las piernas y los brazos. Pensó en dormirse, pero tenía el mal augurio de que sí se dormía, no volvería a despertar. Entonces el camión se paró.

Dylan se puso nervioso, pensó que el conductor habría deducido que estaba despierto e iba a rematarlo. Se puso de pie preparado para lo que fuera. La puerta se abrió despacio, y cuando se abrió completamente, un montón de destellos cegaron a Dylan.

–¿Dylan Mcall?– Escuchó a alguien decir su nombre y decidió mirar.

Poco a poco pudo ir enfocando a toda aquella gente. Había por lo menos cinco policías, dos agentes de ambulancia y varias personas más. Los policías no hacían más que hacerle preguntas, pero él era incapaz de contestar a nada. De repente, entre toda la multitud, Louane y Bryce aparecieron como dos ángeles. Dylan intentó bajar del camión, pero estaba demasiado mareado y tuvieron que ayudarle. Una vez en el suelo, corrió a abrazarles.

–Dios, gracias al cielo que estas bien.– Le dijo Louane.

–No... No Louane no estoy bien...– Dijo, pero apenas conseguía mantenerse consciente.

–¡Una médico! ¡Rápido!– Gritó Bryce para pedir ayuda.

–No te preocupes Dylan.– Le dijo Louane.– Todo saldrá bien.– Aquello fue lo último que escucho antes de volver a perder la consciencia del todo.

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