Capítulo 38

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PÚBLICO

Siete semanas habían pasado ya desde que Steve y Tony decidieron darse una oportunidad para ser felices juntos. Una oportunidad para intentarlo.

Todo estaba en calma, Steve sanó completamente y el castaño lo llenaba de besos, caricias y mimos. Y viceversa.

Stark nunca imaginó que pudiese llegar a esos niveles de cursilería, pero ahí estaba él, en la florería cercana a la torre, comprando un gran ramo de margaritas para Steve. Las margaritas eran las flores favoritas del rubio. Por supuesto que lo sabía, él sabía cada gusto, cada preferencia, cada opinión que tenía Steve sobre las cosas cotidianas. Todo eso gracias a las muchísimas noches en las que no dormían sino que simplemente se quedaban hablando entre ellos hasta altas horas de la madrugada. Hablando de cualquier cosa, conociéndose.

Al llegar a la torre y salir por el ascensor, el olor a pollo inundó las fosas nasales de Tony. Sonrió y caminó hasta la cocina, donde Steve tenía puesto su delantal y cocinaba con empeño.

—Eso huele y se ve delicioso —dijo, sorprendiendo a Steve.

—Tony —decía el contrario mientras se giraba y le sonreía al mencionado—. Llegas temprano —comentó al mirar el reloj, para luego acercarse a Stark y dejar un suave beso en los labios del otro—. Es pollo con salsa de champiñones. Ví la receta en el libro de cocina y quise intentar.

Stark tomó al otro por la cintura, atrayendolo hacia él.

—Las ventajas de ser el jefe es que puedes salir a la hora que quieras. —Tras eso, dejó un pequeño beso en la punta de la nariz de Steve—. De seguro estará deliciosa la cena.

El Capitán se ruborizó un poco. No importa cuanto tiempo pasara, simplemente esos pequeños gestos le hacían sonrojar.

—¿Qué tienes ahí detrás? —preguntó señalando la espalda de Tony.

—Mi perfecto trasero, cariño. ¿Qué más si no?

Steve sonrió mientras negaba.

—Eres un caso.

Entonces Tony sacó el ramo de margaritas y se las entregó a Steve.

—Es un obsequio para tí.

Rogers las tomó con diversión y agradecimiento.

—Son bellísimas, Tony. Aunque creo que las que trajiste la semana pasada aún están vivas. Iré a ponerlas juntas.

Steve caminó hasta dejar las flores en el gran florero que estaba en la mesa central de la sala de estar.

—Nunca permitiré que ese florero deje de tener margaritas en su interior, Steve —dijo Tony con un tono más serio—. Siempre te traeré, y siempre habrá.

El rubio volteó a ver a su pareja que le hablaba con mucha determinación.

—¿Me comprarás flores todas las semanas hasta que te mueras? —Aunque la pregunta sonase divertida, en realidad lo estaba preguntando en serio.

—No cariño, he previsto esa situación. No quiero dejarte sin flores ni siquiera si he muerto. Por eso dejé pagos en la floristería de la esquina un ramo de margaritas semanales para ti, Steve. Durante veinte años.

El rubio se quedó sin habla un momento. Podría sonar en broma pero sabía que Tony lo decía totalmente en serio.

—No es necesario qu-

—Ya sé que no lo es —interrumpió—. Pero es algo que quiero hacer, una promesa que te hago a ti y me hago a mi. Si en veinte años no he muerto entonces volveré a pagar otros veinte más.

Un Stark | Stoward - StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora