CAPÍTULO 11 COSECHANDO LO SEMBRADO

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Aureliano miro con desesperación toda la escena, Lizette soltandose de Rigoberto, corriendo hacia su hijo y tomandolo en brazos y poniendolo como escudo delante de ella, Rigoberto apuntandole y luego desistiendo de disparar, el rostro angustiado de su pequeño que no entendía que pasaba, el silencio total ante la espectativa de lo que iría a suceder interrumpido solo por el llanto asustado del pequeño y de pronto... el disparo.

¡Maldita mujer! ... !Maldita fuera! no le importó su hijo, merecia la muerte y el con gusto se la hubiera dado, pero no podía, su corazón estaba quebrado , al igual que su alma y su cuerpo, no escuchaba nada, solo veia la mirada de su pequeño que se apagaba y la mancha roja que se extendia  en su cuerpo flacido y a ella que caía junto con el aún en sus brazos. No alcanzó a ver a Rigoberto volverse maldiciendo y disparando su arma a aquél idiota que había disparado en contra de, su hijo, las fuerzas lo abandonaron, la cabeza le daba vueltas, no podía ver, no podía pensar, solo llegaban a su cerebro imagenes y recuerdos de aquellos a quienes el había lastimado de la misma forma, jovenes, adultos a quienes él había disparado por diversas causas, sin embargo jamás lo había hecho contra mujeres o niños,  pero eso no era una excusa, una muerte era una muerte y el debía muchas, el dolor lo tenía paralizado, jamás se imaginó que perder a un hijo doliera tanto, era algo que quemaba, que consumia el alma, que acababa con sus fuerzas y lo dejaba sin aliento, a su mente llegó un recuerdo en especial, era un hombre, Bruno  aquél hombre que habia sido reclutado a la fuerza, habia trabajado con el durante ocho años bajo amenaza sin embargo siempre habia sido fiel, hasta que intentó reclutar tambien a su hijo de dieciocho años, el chico lo rechazo y su padre lo apoyó, lo que desató su furia y sin importar nada fue tras ellos, los encontró en su casa momentos antes de  que el chico pudiera huir con ayuda de su padre. No les dió oportunidad, mientras el resto de la familia era formada en el frente de la casa ellos dos eran llevados a la parte trasera y ahi sin tocarse el corazón uno de sus hombres disparó al chico, en ese momento recordó el rostro de su padre.

Recordó como por poco pierde la cordura por el dolor

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Recordó como por poco pierde la cordura por el dolor... como él en éste momento... si hubiera sabido. - pensó. Si en esa época el hubiera sabido lo que se sentía jamás lo hubiera hecho, no le deseaba a nadie, ni siquiera a su peor enemigo pasar por algo semejante.

¡Dios! No quería pasar por eso, no quería sentir eso, era el dolor mas terrible que pudiera experimentar, podian golpearlo, podían mutilarlo, ¿pero esto? lo superaba todo, le habían arrancado una parte de si mismo, no lo soportaba.

Apenas sintió cuando los hombres que lo sostenían lo arrastraron hacia donde estaba el cuerpo de Lizette, estaba en el suelo, pero aun con vida, sin embargo su bebe que estaba a cierta distancia de ella tambien en el piso, estaba inherte, sin movimiento alguno.

_¡No! - volvió a gritar con dolor tratando de acercarse a él, pero fue jalado hacia donde ella se encontraba. No quería verla, en ese momento la odiaba con toda su alma, no por lo que le hizo a él, si no por lo que le hizo a su propio hijo.

Entre brumas sintió como Rigoberto colocaba su arma en su mano y posicionaba su dedo en el gatillo, luego él mismo dirigia con sus propias manos las de el apuntando hacia ella y disparaba. Escucho la detonación, Rigoberto retiró el arma de sus manos y ordenó a sus hombres soltarlo, de nuevo cayó al piso sin fuerzas para sostenerse, escucho cómo Rigoberto daba la orden de marcharse. Todos se retiraron hasta quedar solo ellos dos.

Rigoberto le lanzó una patada solo para serciorarse de que aún seguia con vida, el solo se encogió en su lugar, ya nada importaba, ya nada tenía sentido para él, ni siquiera el pensar en Mariana lo animaba, ella nunca lo aceptaría y el no la arrastraria a su mundo si acaso sobrevivía, algo que sabia que ya era imposible. Su destino había sido sellado.

Escucho a Rigoberto acercarse hacia él e inclinarse.

_No sabes cuanto me divertí con tu mujer. - susurró a su oido, y todo hubiera sido perfecto si ese idiota de José no hubiera asesinado a tu bastardo. - rio con suficiencia. _pero no todo está perdido, ya me las ingeniare para quedarme con todo lo que te pertenece. - se incorporó.

Escuchó sus pasos retirarse, luego supo que se había detenido, el sonido del seguro de su arma al ser quitado era inconfundible, también escuchó el sonido del disparo y luego nada, la oscuridad invadió su mente librandolo del tremendo dolor que su corazón sentía.

*****
Rigoberto se aseguró de que Aureliano siguiera con vida, luego se alejó unos pasos, quito el seguro del arma y le disparo en la cabeza, no podía correr riesgos de que quedara con vida. Antes de marcharse miró a su alrededor, a un lado de Aureliano yacía el cuerpo sin vida de Lizette, esa maldita mujer que hecho a perder sus planes al meter a su hijo, junto a ella, un poco retirado estaba el cuerpo del mocoso, tambien sin vida, y a lo lejos el otro idiota que había disparado en contra  de ella y de su hijo y al cual el había matado, despues de todo desde un principio había decidido acabar tambien con ese traidor de José, a él no le servía, si había traicionado a su jefe, ¿que le aseguraba que a él no lo traicionaría?

Dió una ultima mirada antes de marcharse, no le importaba dejar todo como estaba, si acaso las autoridades se daban cuenta harían sus propias conclusiones, a simple vista se trataba de una disputa amorosa, un triángulo amoroso, que había terminado mal, no habia razón para que el se viera involucrado, si bien la muerte del niño habia frustrado sus planes, ya vería la forma de quedarse con todo lo que Aureliano poseía incluido el territorio que él manejaba, sin su presencia todo sería facil.

Con una sonrisa subió a su camioneta, miró por última vez su obra y se marcho satisfecho.

UNA OPORTUNIDAD. No.3️⃣ // SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora