CAPÍTULO 10 CONOCIENDO LA VERDAD

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Aureliano apenas pudo distinguir a su rival a través de las pequeñas averturas de sus ojos, ya que ambos estaban inchados por los golpes recibidos.

_Como todos los cobardes. - dijo con dificultad. _no podías pararte delante de mi, si no me tenías de esta forma.

Se escuchó la risa de Rigoberto Salas.

_Ya no me importa de qué forma te tenga delante de mi. - volvió a reír. _el hecho es que te tengo donde y como quería.

Con un ademán ordenó a sus hombres que lo soltaran y de inmediato cayó al suelo, Rigoberto se acercó y puso un pie sobre su cabeza.

_Juré que algún dia te aplastaría. - ejerció mas presión. _y ése dia llegó. _pero lo mas divertido de todo, es gracias a quién lo conseguí. - rio de nuevo.

_Tu linda mujercita es estupenda. - lo escuchó decir con burla. El se removio bajo su pie pero no consiguió nada, sintió unas tremendas ganas de vomitar de solo imaginar a su mujer en las manos de ese asqueroso hombre, que además era muy viejo para ella, y ella tan fragil y delicada. En su mente gritaba con desesperación, porque de sus labios no salía sonido alguno, ese hombre lo estaba asfixiando por la presión que ejercía con su bota sobre su cabeza y parte de su rostro.

_Traiganla. - escuchó la voz de Rigoberto muy lejana, estaba a punto de perder el sentido.

Cuando por fin Rigoberto se aparto de él, con desesperación jaló aire hacia, sus pulmones, a él no le importó verlo jadeando y luchando por llevar a su organismo el anhelado oxigeno, ordenó que lo pusieran de pie de nuevo.

Cuando esos hombres lo tomaron de ambos brazos para sostenerlo sintió que su cuerpo no resistiría,  le dolían partes que nisiquiera sabía que tenía, deseaba con toda su alma poder estar muerto, pero al pensar en su hijo y en Lizette, se arrepentia y trataba de ordenar sus pensamientos para idear la forma de poder escapar y ponerlos a salvo, aunque sabía que a estas alturas ya todo era imposible, solo rogaba porque a su pequeño le perdonaran la vida por ser tan pequeño, nunca había sido creyente, pero ahora rogaba a Dios por UNA OPORTUNIDAD, no para él , ni para ella, que ya era demasiado tarde, si no para su hijo.

_Hola preciosa.

Aureliano escuchó la voz de Rigoberto, con dificultad trató de enfocar su vista hacia alla. Un poco borrosa pero alcanzó a ver a su mujer escoltada por un hombre, cuando su vista se aclaró un poco, observó que no había sido atada, no se veian golpes a simple vista y ella se veia como si nada hubiese sucedido.

_Mi amor. - se acercó Rigoberto a ella tomandola por la cintura, ¿porqué no le cuentas a este perdedor como es que llegó hasta aquí? - lo miró con sorna.

Ella se puso pálida. El ver a Aureliano en esas condiciones partió su corazón. Cuando decidio aliarse con Rigoberto y entregarlo en sus manos, ella pensó que lo matarían en la emboscada, nunca se imaginó que lo tratarían de esa forma hasta dejarlo en ese estado, nunca pensó que se arrepentiría, pero lo estaba haciendo, habían sido tantos los momentos felices pasados con él, él la había tratado como una reina, le había dado todo, incluso algo que nunca espero, por la fama de mujeriego que tenia, le había sido fiel. Y ahora estaba ahi como una piltrafa humana mirándola con desconcierto, ella no podia soportar eso. Intentó dar la media vuelta para alejarse, pero Rigoberto la detuvo con brusquedad, eso le recordó las veces que había estado con el, el asco que sintió cada vez que la tocaba, las ganas de vomitar que le daban cada vez que lo tenía junto a ella, nada que ver con lo que Aureliano le hacia sentir, pero había ganado en ella la codicia, las ganas de tener mas riqueza, mas poder, todo lo que Rigoberto le había ofrecido, como viuda de Aureliano seria imnensamente rica y poderosa, sin contar con lo que el hecho de ser la esposa de Rigoberto le traería.

UNA OPORTUNIDAD. No.3️⃣ // SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora