CAPÍTULO 61YO SOY TUYO Y TÚ ERES MÍA

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Mariana estaba consternada. ¿Cómo le iba a explicar a Aureliano que, por su insensatez, había estado a punto de ser atacada y también su hijo, estaba segura de que, no la perdonaría, sobre todo después de que él le insistió tanto y le advirtió del peligro?

Caminaban de regreso a la casa, ella no aceptó la ayuda de nadie, menos cuando quisieron tomar a  Saúl de sus brazos, quien iba aferrado a ella aún sin atreverse a levantar su cabeza todavía.

Pensaba en las consecuencias que sus actos le traerían, no sólo a ella, también a sus escoltas, conociendo a Aureliano era probable que descargara su ira contra ellos, aun cuando había sido ella quien no les permitió acompañarla.

_ ¡Mariana!... ¡Mariana!... - escucho su nombre con sobresalto.

Aureliano se dirigía hacia ellos.

Nunca lo había visto correr con tal desesperación, su rostro estaba desfigurado por la sorpresa, la ira y la angustia, todo a la vez, ella no dijo nada, ni se movió de su lugar, no sabía que esperar de él.

Miró como se detuvo en seco a su lado, veía el dolor y la incredulidad en su rostro. Seguramente ahora vendrían los gritos y los reclamos por su insensatez.

Ella lo miró a los ojos y no pudo evitar que un sollozo escapara desde lo más profundo de su ser, no quería perderlo, pero si el decidía que no la quería más a su lado respetaría su decisión, ¿quién querría tener a su lado a una mujer que por testaruda ponía en riesgo a su hijo? Nadie.

El la seguía mirando, recorrió su cuerpo de arriba a abajo, se detuvo en la sangre que la cubría. Su rostro palideció.

_Estamos bien. - susurro ella. _no es mía. - aclaró.

El soltó el aire, no se había dado cuenta de que había dejado de respirar, luego con los ojos cristalizados la abrazo, era un abrazo tan fuerte que Saúl se removió incómodo. El aflojo el abrazo, pero no los soltó.

_No sé qué hubiera hecho si algo les hubiese sucedido. - dijo por fin, su respiración aún estaba agitada por la carrera. _no me lo hubiera perdonado. - tomó su rostro entre sus manos. _no quiero que te suceda nada malo. - la besó con desesperación. _nunca estarás a salvo conmigo, pero soy un egoísta, no quiero que me dejes. - la volvió a abrazar. _yo te necesito... Mi hijo te necesita.

Él estaba desesperado, sabía que mientras ella permaneciera a su lado cosas como estas se seguirían sucediendo,

_Aureliano, perdóname, fui una inconsciente.

_ ¡No....! - la silencio con un beso. Tú no tienes la culpa, aquí el único culpable soy yo, tú no sabes... No entiendes la magnitud de lo que es esto, pero yo sí y sin embargo por mi egoísmo te metí en mi mundo, pero es que no puedo vivir sin ti. - confesó. _no me imagino la vida sin ti, eres como el aire que respiro y si no estás, estoy muerto. - la volvió a besar con desesperación. Él se resistía a dejarla ir, pero al fin de cuentas era ella quien tenía la última palabra, era ella quien decidiría si seguía a pesar de todo o se iba a la tranquilidad que la ciudad le daba al estar alejada de todo esto.

Él se separó de ella, necesitaba una respuesta y la necesitaba ya. Sus hombres los habían dejado solos desde que él llegó. No se preocupaba por los hombres capturados sabía que ellos se encargarían mientras él llegaba.

Ahora ella era su prioridad.

_Sabes que pase lo que pase, nunca te dejaré. - dijo ella con lágrimas en los ojos. _pero eres tu quien tiene que decidir si quieres a tu lado a una mujer tan conflictiva y testaruda como yo.

El no dijo nada, solo la abrazo con ternura.

_Si algo me gusta de ti. - dijo besándola _es esa testarudez y esa insensatez tuya capaz de desafiar a quien se te ponga enfrente, te amo, así como eres, no cambiaría nada de ti.

Ella lo miró, no lo dejaría, nunca lo dejaría.

Él tomó en sus brazos a Saúl, quien al reconocer a su padre no protesto, enredo sus pequeños brazos alrededor de su cuello y recargo su cabeza sobre su hombro, sabía que estaba seguro. Aureliano, sintió una descarga de adrenalina, aunque a su alrededor todo estuviera vuelto un caos, en su corazón se instalaba la calma, tenía a su pequeño, que confiaba ciegamente en él y se abandonaba a él y tenía a esa maravillosa mujer que no se amedrentaba con nada, la miró, ahí parada llena de la sangre de un asesino y en lugar de reprocharle y gritarle o lamentarse, le sonreía como si él fuera el rey del universo, la atrajo hacia sí, la abrazo con fuerza y besó sus labios con devoción. Eres mía. - dijo con orgullo. _y yo soy tuyo.

Ella no dudo de sus palabras. Lo sabía. Lo abrazo y siguieron su camino.

Hacía falta mucho más para poderlos separar, de hecho, solo la muerte lo haría.

                           FIN

UNA OPORTUNIDAD. No.3️⃣ // SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora