CAPÍTULO 53 ERES EL HOMBRE QUE YO NECESITO

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Aureliano llegó casi al amanecer al rancho de Santiago, estaba exhausto, sin embargo en lugar de desear una ducha y una cama en donde descansar lo único que deseaba era ver a Mariana, sabía que sus problemas apenas empezaban. Después de lo que sucedió, no sabía cómo iba a reaccionar ella, aunque lo intuía.

Ella siempre había dejado claro que odiaba esa vida y a esa gente y él la había arrastrado justo a lo que ella más temía, incluso había estado a punto de asesinar a un hombre, probablemente eso no se lo perdonaría jamás, lo culparía siempre como lo culpaba de todo cada vez que podía.

Se acercó en silencio a la habitación que le había sido asignada a ella, con curiosidad miro que la luz estaba encendida. Con cuidado abrió la puerta. Ella estaba sobre la cama, no la había deshecho, ni se había puesto ropa cómoda para dormir, miró a su alrededor y una pijama permanecía doblada en una silla. Seguramente estaba tan alterada que no había querido ni cerrar los ojos, pero el cansancio Le había vencido.

Se acercó a ella sintiéndose mal, porque él era el causante de su estado. Con ternura acarició su cabeza, su pelo y por último su rostro, ella se removió al sentir su tacto, Aureliano quiso alejarse pero ella abrió sus ojos, inmediatamente se incorporó asustada.

_ Tranquila. - la abrazo. _todo está bien.

Ella recordó de pronto en donde se encontraba y porqué, a su mente vinieron las horribles escenas de la noche anterior y asustada se llevó las manos a la cara como si con eso borrara todo lo que sucedió.

_ ¿Tranquila?... - repitió casi en voz baja. - ¿Quieres que esté tranquila después de lo sucedido? ¡Estuve a punto de matar a un hombre! - lo miró angustiada. _¡le dispare! - se tapó la boca como si hubiera dicho una barbaridad. Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas

_ ¡Perdóname! - la abrazó,. Ella trató de apartarse rechazandolo, pero él no se lo permitió. _ esa era la razón por la que no quería que me acompañaras. - explicó con paciencia limpiando sus lágrimas. Esto podía pasar, y no me perdonaría si algo te hubiese sucedido. ¡Perdóname! - repitió. _no quería que pasaras por esto y menos que presenciaras lo que viste. Lo lamento. - deposito un tierno beso en su cabeza.

Mariana se estremeció entre los brazos de Aureliano , esto no era lo que se esperaba ni lo que quería, pero era la realidad, la realidad del hombre que la tenía entre sus brazos, el que la hacía sentir segura aunque estuviera rodeada de peligro, el que con una palabra podía hacer que su alma alcanzará la paz aunque afuera se estuviera desatando la guerra, el que estaba luchando por dejar una vida que sabía que no podría dejar, ahora ella estaba ante el mayor dilema de su vida, alejarse de todo lo que odiaba y temía y dejar al amor de su vida o sobreponerse y a pesar de todas sus dudas y temores y convicciones darle de verdad una oportunidad sin volver a mirar atrás, olvidando lo que él fue y extendiéndose a lo que tenía delante, a lo que venía, a lo que podría lograr junto con él.

_Te amo susurró dejándose abrazar, ya no lo rechazó, sus manos estaban manchadas de sangre, sí, pero era el precio por su propia vida y él no había dudado, sabiendo que al jalar del gatillo la perdería para siempre, porque sabia que ella no iba a poder soportar ni perdonar eso, pero aún así, esa tarde había escogido salvarle la vida.

El no daba crédito a lo que había escuchado, había hecho lo que le juró no volver a hacer y ahora sabía que esa promesa iba a ser imposible de cumplir, sencillamente porque sus enemigos no iban a dejar de atacar, y si quería sobrevivir y proteger a los suyos esas situaciones se seguirian presentando.

_Yo también te amo. - la miró consternado tomando su rostro entre sus manos, _pero no podré cumplir mi promesa. - la miró a los ojos. _no si quiero vivir, no si quiero que tú y mi hijo vivan, mis manos siempre estarán manchadas de sangre. _ sus ojos estaban cristalizados, un nudo en la garganta le impedía hablar con claridad. Nunca voy a poder ser el hombre que tú necesitas que sea.

Ella no lo podía creer, él se estaba despidiendo de ella, se estaba dando por vencido y no podía permitirlo, no después de lo que habían vivido juntos esa noche.

_ Eres el hombre que yo necesito. - dijo ella entre sollozos. Eres el hombre que quiero como esposo, el hombre que quiero como padre de mis hijos, el que los defienda como me defendió hoy a mí.

_ ¿Entiendes que probablemente no pueda dejar de ser lo que soy? - la miró apesadumbrado a pesar de haber escuchado su confesión de amor.

_ Sé que no lo harás, acepto que eres lo que eres y no puedes sacar tu esencia de ti mismo te acepto así, tal y como eres.

El no dudo más y la beso, era suya y lo aceptaba, era su sueño hecho realidad,
Nunca se imaginó que aquella preciosa mujer que había conquistado su corazón en aquella cafetería algún día le iba a decir esas palabras e iba a aceptar ser parte de su vida

Estaba amaneciendo, un nuevo día emoezaba no solo afuera, sino también para ellos, con nuevos retos y nuevas esperanzas. Agotados se dejaron caer en la cama, estaban cansados tanto que así abrazados como estaban se quedaron dormidos, en paz.

Mientras lejos de ahí, en medio del bosque los hombres de Rigoberto lo encontraban casi congelado, como pudo les ordenó soltarlo y les prohibió desatar a los demás, hubiera podido terminar con ellos ahí mismo, pero sabía que si lo hacía se echaría encima a sus familiares y amigos que también andaban en los  mismos negocios que ellos y terminaría con ellos, sí, pero tendría que seguir cuidándose las espaldas de los que quedaran, sin embargo si les perdonaba la vida, ellos le deberían algo y al menos no intentarían matarlo, pero no podía soltarlo ya, hasta que estuviera en sus dominios, en su casa, a salvo, con los hombres que le quedaban, ya que si ellos lo tenían a la mano al ser liberados por mucho que les hubiera perdonado la vida aún estaban muy enojados por haber intentado matarlos.

Así que esa mañana llegó a sus dominios casi muerto de frío, derrotado y humillado, con su plantilla de hombres al mínimo y con más enemigos de los que podía manejar sin contar que estaba sumamente asustado, se había dado cuenta de que era la segunda vez que era derrotado por Aureliano Montero ya una vez lo había dejado casi sin hombres cuando se alió con la madre de Santiago y trató de matarlo el día de su boda y Aureliano apareció salvándole la vida. Había esperado mucho para cobrarse eso pero de nada le había valido, nuevamente había sido derrotado por él y no se diga por Santiago Moran, si solos eran invencibles, ahora aliados sabía que no tenía oportunidad, sería mejor que se perdiera por algún tiempo, mientras se calmaban las cosas.

*****
Aureliano y Mariana brincaron de la cama al despertar, era mediodía, se habían quedado dormidos y nadie los había despertado, ambos se miraron divertidos y se abrazaron, tenían un niño que recoger para llevarlo a casa y una boda que planear. Antes de salir sellaron su amor con un apasionado beso, era el principio de su nueva vida juntos.

NOTA:
Originalmente éste era el final de la historia, pero creo que a varios de mis lectores no les iba a gustar, así que traté de escribir el epílogo y en el proceso se alargó por lo que tuve que agregar varios capítulos más. Espero que no les moleste que la historia sea tan larga y la disfruten. Saludos.

UNA OPORTUNIDAD. No.3️⃣ // SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora