CAPÍTULO 59 EXPONIENDOSE AL PELIGRO

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Aureliano había sostenido varias reuniones con su gente, había hablado claro con ellos y ahora cada trabajador que tenía a su cargo sabía con certeza que esperar de él y que no, eso le daba cierta seguridad de que cuando menos ya no tenía que cuidarse las espaldas de los de dentro, pero sí de los de fuera, ahora muchos querían ocupar el lugar que él dejaba y las cosas no se estaban poniendo nada bien, ahora tenía que luchar porque nadie invadiera su territorio queriendo tomarlo para sus intereses, si lo hacían no sabían con quien se metían, porque aunque sus actividades estaban tomando otros giros, su gente seguía siendo la misma de antes, hombres reacios y valientes que podían enfrentar cualquier ataque y aunque sus prioridades estuvieran cambiando, aun podían matar en defensa propia y aun podían tomar venganza de aquellos que les hicieran daño, Aureliano podía ya no hacerlo pero no podía mandar en sus hombres y controlarlos a ese extremo. cada quien sabía lo que podía hacer y que no podía hacer. A él solo le tocaba poner las directrices y guiarlos y ordenarles sabiendo que lo obedecerían, pero con órdenes o si ordenes sabía que si alguien lastimaba a la familia no habría poder humano que evitara que ellos tomaran represalias.

_No tienes idea de cuánto te necesito. - musitó él en su oído sin dejar de abrazarla.

_ Creo que si la tengo. - sonrió ella. _y déjame decirte que yo también te necesito, más de lo que crees, y no solo a ti, también a Saúl, nuestro hijo. - lo miró a los ojos, esperaba que no se molestara por tomarse esa atribución, ella quería ser la madre de Saúl, aunque sabía que jamás podría ocupar ese puesto ante el pequeño.

_Aureliano la miró conmovido, ¿qué hubiera dado porque ella hubiera sido verdaderamente su madre? estaba claro que Lizette nunca lo había querido, él solo había sido un instrumento para obtener de Aureliano lo que quería, y cuando no le había servido, había intentado cambiarlo por su vida, sin importar que el bebé muriera.

_Saúl va a estar encantado de llamarte mamá, porque ya lo eres para él, y yo también estoy encantado de que seas su madre.

_No pretendo ocupar el lugar que ella dejó. - se apresuró a aclarar.

_No ocupas ningún lugar, porque esa mujer ya no pertenece a nuestras vidas, no lo merece, y tu... Tu eres mi mujer, pronto serás legalmente mi esposa y la madre de mi hijo y nadie dirá nada porque se las verá conmigo. Decía esto porque corría el rumor de que los padres de Lizette, estaban sumamente enojados porque Aureliano ya tuviera nueva pareja y estaban buscando quedarse con Saúl y además pedían una indemnización por la muerte de su hija argumentando que había muerto a causa de los negocios de Aureliano y su vida dentro del crimen organizado. <<como si ella no supiera en lo que se metía cuando se fue a vivir con él>> pensó

Mariana se dejó envolver nuevamente en sus brazos, aspiró su aroma y una paz que jamás imagino que experimentaría la inundó. Si él estaba a su lado nada de lo que sucediera importaba. Lo amaba y él a ella.

El tomó su rostro entre sus manos y besó sus labios con ternura, agradecido por tener una nueva oportunidad.

*****
Mariana sintió un escalofrió recorrer su cuerpo al sentir el arma fría encañonar su cien.

Con angustia miró como Saúl que jugaba unos pasos adelante de ella, junto al río empezaba a llorar asustado al ver a esos hombres sometiéndola.

Y peor se puso cuando uno de los hombres se apresuró a atraparlo.

_Por favor. - suplico. _está asustado, dejen que venga conmigo.

_Para lo que vamos a hacer contigo no necesitas al mocoso. - se burló el hombre que parecía ser el líder de los otros cuatro.

Un leve sollozo escapo de su garganta, no quería llorar, no quería ser débil, a Aureliano eso no le servía, su hijo estaba en peligro por su causa y tenía que solucionar eso, tenía que pensar que es lo que él haría, ya bastante negligente había sido al aventurarse al río sin los escoltas que tenía asignados, con dificultad los había convencido de dejarla ir sola con el niño, porque pensaba nadar un rato y quería privacidad. Después de todo no estaban tan retirados de la casa, sin embargo, ahora recordaba y entendía las palabras de Aureliano, cuando ella protestó por la vigilancia constante a que era sometida.

_Es mejor prevenir. - había dicho Aureliano, mientras besaba su frente y le explicaba con paciencia. _Mientras no aparezcan los cinco hombres que participaron en el incendio, nada es seguro y no quiero exponerlos ni a ti ni a Saúl.

_ Esos hombres deben de estar muy lejos de aquí. - dijo imaginando que ni locos se quedarían cerca arriesgándose a que Aureliano o Santiago los atraparan.

_No me arriesgare. - había dicho él su última palabra. No sabía que lo que él pensaba era que aún con la seguridad que se había desplegado tanto en su territorio como en el de Santiago, esos hombres no habían sido capturados y era prácticamente imposible que hubiersen salido, por lo tanto, era seguro que se ocultaban en algún lugar aún dentro de sus dominios y eso sí que ponía en peligro a su gente, así que no daría su brazo a torcer en cuanto a la seguridad.

Hubiera deseado haber obedecido ciegamente a sus deseos, pero no lo había hecho y ahora estaba muerta de miedo con un arma apuntando a su cabeza y con Saúl en manos de esos desalmados.

Con desesperación observo como ese hombre de mirada torva se acercaba a ella amenazante, veía sus intenciones en su rostro, su mirada lasciva y esa sonrisa burlona anticipándose a lo que quería hacer con ella.

Cuando puso sus toscas manos sobre sus hombros, ella se llenó de pánico, sin pensarlo tomó fuerza y con su rodilla descargo el golpe más fuerte que pudo en su entrepierna, lo que hizo gritar al hombre y alejarse unos pasos de ella, sin embargo, solo fueron segundos los que el tardó en reaccionar y aún cegado por el dolor atinó a dar con su puño en pleno rostro de ella.

Mariana cayó al suelo aturdida y viendo estrellitas, intentó incorporarse de inmediato, pero cayó sin fuerzas, todo le daba vueltas y a través de su mirada borrosa pudo distinguir como esa mole se abalanzaba de nuevo sobre ella intentando forzarla, adivino sus intenciones y volteó la cabeza para esquivar sus labios. Sollozo de nuevo sabía que no podría contra él, su peso la ahogaba y no tenía fuerzas, ni siquiera era capaz de enfocar su mirada, aun así, alcanzó a distinguir a uno de los hombres que iban con él apuntando su arma hacia ellos, la imagen era borrosa, pero pudo distunguir un destello luminoso cuando ésta fue disparada.

UNA OPORTUNIDAD. No.3️⃣ // SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora