CAPÍTULO 29 TREGUA

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Aureliano, estaba furioso, no iba a cooperar con nadie, se negaba a tomar su medicamento las pastillas para el dolor habían ido a parar abajo de la cama, era la tercera vez que se arrancaba la aguja por donde le suministraban el suero, algunos aparatos se habían desconectado a causa de sus movimientos bruscos, el personal estaba desesperado y no sabían que hacer, cuando la supervisora llegó y se dio cuenta de que era imposible tratar con el mando traer a Mariana.

Cuando él escucho esto dejó de resistirse, por fin alguien entraba en razón, no quería a nadie ahí, más que a ella, ella era la única a quien le permitía tocarlo y lastimarlo, los demás no tenían derecho, esa mañana cuando no la vio entrar como siempre su corazón se detuvo, su único aliciente para poder soportar toda la maldita noche con tanto dolor y tanta limitación era el saber que en la mañana la vería, porque se había vuelto costumbre que en lugar de enviar a alguna, enfermera o enfermero ella, se hacía cargo de él, en su totalidad, salvo que necesitará moverlo o hacer algo pesado. Pero esa mañana con sorpresa había visto que en lugar de aparecer ella entraban otras personas, informándole que su doctora había regresado y ahora iba a ser atendido como antes de que ella se marchará.

Mariana se apresuró a llegar, a la habitación de Aureliano, le habían avisado que no podían controlarlo, ella se asustó, ya conocía sus arranques de furia, temía que alguien saliera lastimado o que el mismo se hiciera daño.

Al llegar a la puerta tomó aire y entró. Todos la miraron agradeciendo al cielo aliviados de que estuviese ahí.

_Yo me encargo. - dijo observando el desastre.

De inmediato todos salieron quedando solo ella y su supervisora, quien la alejo de él para hablarle.

_Te juro que estaba a punto de ponerlo a dormir y amarrarlo a su cama, ¿pero qué pasa con él? - estaba muy molesta.

_La única forma de calmarlo es que yo me haga cargo de él

_pero eso es imposible, tú tienes tus obligaciones, además no eres enfermera eres su médico.

_Lo hago en mis momentos libres, además no me molesta. - trató de suavizar las cosas. Recuerda que es amigo de la familia y si puedo ayudarlo lo voy a hacer.

_No debería dejarte. - dijo dudando. _pero no quiero tenerlo como enemigo, dicen que es líder de un grupo criminal, ¿es cierto? - interrogó.

_Por favor no escuches habladurías. - trató de minimizar el asunto.

_Tú lo conoces, ¿es cierto? - trató de convencerla.

_No voy a responder a eso. - la miró. _pero yo que tú me cuidaba de no hacerlo enojar. - sonrió maliciosa.

_Eso es un sí. - susurro a su oído medio asustada, medio divertida y salió de la habitación.

Mariana tomó aire de nuevo y se volvió hacia donde él estaba, quería ponerse furiosa y reprenderlo cómo se merecía, pero cuando vio su mirada cargada de dolor le fue imposible hacerlo.

_Sr. Montero. - se acercó. _debería dejar de ser más quisquilloso y poner de su parte para que se recupere pronto. - dijo condescendiente.

_Sí, ya se - la miró desafiante pero con su mirada apagada. _para que me largue pronto de este lugar y le deje el espacio a alguien que si lo merezca.

El corazón de ella se contrajo, el solo estaba repitiendo las palabras que ella le había dicho en otra ocasión.

_Si ya lo sabe, entonces porque no pone de su parte. - no lo contradijo.

_En lugar de esperar mi recuperación, ¿porque mejor no dejan de darme ese montón de basura. - dijo refiriéndose a los medicamentos. _y desconectan todo esto de mi cuerpo? les aseguro que me iría más rápido.

UNA OPORTUNIDAD. No.3️⃣ // SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora