CAPÍTULO 57 ¿SABES QUIÉN LOS ENVIÓ?

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_ ¿Sabes quién los envió?

Bruno asintió.

_No te va a gustar lo que vas a escuchar.

Santiago lo miró con impaciencia.

_ Son trabajadores de Aureliano, es por eso que nadie se dio cuenta de lo que sucedía porque a nadie le extraño verlos por el lugar.

Santiago apretó los puños, estaba consternado y furioso a la vez, según él todos los traidores habían sido expulsados del territorio de Aureliano.

_Sé lo que estás pensando. - lo sacó Bruno de sus cavilaciones. _está es gente que le era fiel a Aureliano, pero ahora con el rumbo que están tomando las cosas, no están dispuestos a trabajar por un día de salario normal, es gente que le gusta el dinero fácil y les gusta el poder, el peligro, la adrenalina, en sus planes no está el ser unos simples peones, les gusta mandar, causar miedo, matar. No intentaban traicionarlo, si no hacerlo volver a lo que era antes.

_Sin embargo el resultado es el mismo, no murió nadie porque se actuó a tiempo, pero la intención la tuvieron y si lo permitimos lo intentarán de nuevo.

_ ¿Estás hablando de deshacernos de ellos?

_Nosotros no, los entregaré a Aureliano, él sabrá que hacer.

_Entonces ¿no quieres verlos?

_Sí, quiero comprobar algo. - siguió a Bruno al lugar donde los tenían.

Al entrar Santiago miro a los hombres, sentados en el piso recargados en la pared, todos atados de pies y manos.

Un trato muy considerado para lo que merecían, pensó. De ser otros tiempos, algunos de ellos desde cuando hubieran recibido un tiro en la cabeza y los demás, estarían gritando y retorciéndose de dolor suplicando su muerte, pero esos tiempos habían quedado muy atrás, y aunque merecían todo eso, el no sería el que les diera su merecido.

Con una mirada de Santiago Bruno supo lo que quería, de inmediato sacó a uno de los hombres de entre los demás.

_ ¿Cómo te llamas? - interrogó Santiago.

_ ¡Que te importa! - gruño de mala gana.

_ Me importa más de lo que crees. - dijo el con calma. Lo pondré en tu tumba cuando esto termine.

El hombre palideció, aunque seguía, aparentando que no le importaba.

_ Te tengo un regalito. - dijo Santiago sin perder la compostura ante la mirada beligerante del hombre. _Trae al chico. - pidió a Bruno.

De inmediato el hombre se tensó, sabía a quién se refería.

_ ¿Es tu sobrino? - interrogó cuando el joven estuvo frente a ellos. Estaba asustado.

_Ese maldito cobarde no es nada mío. - escupió en el suelo enfurecido.

_Él dijo que eras su tío. - insistió Santiago. _participó con ustedes prendiendo fuego al rancho de Aureliano.

_No sé de qué hablas. - trató de defenderse.

_ ¡No te atrevas a negarlo! - lo enfrentó Santiago _las quemaduras que tú y algunos de ellos tienen los delatan. Además, tu sobrino tiene mucho que contarnos.

_Maldito traidor. - gritó abalanzándose sobre él.

El chico retrocedió asustado y su tío fue contenido por Bruno.

_Te voy a matar, maldito cobarde. - siguió gritando el hombre fuera de sí, eres un traidor, igual que tu padre, por eso me deshice de él, junto con su maldita mujer, ella lo volvió en un miedoso cobarde que no servía para nada y te estaban convirtiendo a ti igual que ellos, por eso los mate y te tomé a ti bajo mi cuidado, pero saliste igual que ellos, no sirves para nada.

El joven lo miraba sorprendido, dolido y luego furioso al darse cuenta de lo que su tío acababa de confesar, sus padres habían muerto en un accidente hasta donde él sabía, pero ahora se estaba enterando de que no había sido así, las lágrimas asomaron a sus ojos, en lugar de abalanzarse contra él y golpearlo, se dio la media vuelta para alejarse.

_Eso es, lárgate huye como el buen cobarde que eres. - gritó su tío. - te juro que si pudiera te mataría en éste momento, gente como tú me dan asco.

El joven se detuvo al escuchar esas palabras, pero no se volvió.

_Sácalo de aquí. - ordenó Santiago a Bruno.

_Tú eres quien da asco. - se volvió hacia el hombre que vociferaba en contra de su sobrino. _si no eres capaz de respetar y cuidar de tu propia familia y si en lugar de protegerlos los destruyes, no mereces vivir. - dijo con desprecio, mientras lo contenía para que no siguiera a su sobrino, de cualquier forma, aunque quisiera seguirlo y hacerle daño, no podía, sus manos seguían atadas en la parte de atrás.

_Deja de gritar como loco y dime porque atacaron a Aureliano. - aparto sus manos de él alejándose un paso atrás, para poder ver su rostro, el cual estaba desfigurado por la ira.

_Es otro maldito cobarde, nunca pensé que se rendiría a una mujer como lo hizo, siempre soñé en ser como él, lo tenía todo, era el rey, podía tener lo que quisiera y cuando quisiera, ¿mujeres...? Podía tener a la que quisiera, ¿por qué entregarse a esa zorra? Esa hipócrita que vive de lo que él tiene, pero no lo deja seguir. No me arrepiento de lo que hice y en cuanto pueda voy a terminar lo que empecé, y si él no quiere seguir, yo voy a tomar su lugar, esto es para hombres, no para idiotas que se dejan mangonear por mujerzuelas como esa.

_ Lamento decirte que has firmado tu sentencia de muerte. - dijo Santiago serio, él no le pondría una mano encima, pero tampoco abogaría por él, porque simplemente un hombre con esa rabia y con esa mentalidad, no merecía una segunda oportunidad, estaba seguro de que en cuanto pudiera volvería a atacar y a destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino o que simplemente no compartiera sus ideales.

Lo miró con tristeza, pero no iba a hacer nada. Ordenó que lo llevarán de regreso junto con los demás.

Él tomó su teléfono y realizó varias llamadas, la suerte de esos hombres ya estaba echada y el ya no tenía nada que hacer, más que entregarlos a la gente de Aureliano Montero. Incluso sabía que el mismo Aureliano no iba a tomar ninguna decisión al respecto, porque él ya no era el mismo, lo que si sabía era quienes no iban a dejar pasar la ofensa y cuál sería el destino de esos hombres y los que faltaban de capturar.

UNA OPORTUNIDAD. No.3️⃣ // SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora